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Editorial: En defensa de la libertad

EL inevitablemente trágico desenlace de la crisis desatada en Europa por el terrorismo yihadista que ha golpeado París en esta semana sangrienta ha arrojado algunas conclusiones de alta significación. La primera es que el terror ha sido derrotado. Ha conseguido lo único que está en su mano: llevar muerte y destrucción a víctimas inocentes y zozobra y temor a una sociedad civilizada y pacífica, pero todos sus objetivos se saldan, una vez más, con un absoluto fracaso. Ni han logrado poner en peligro el Estado democrático francés, como tampoco lo lograron en España o en el Reino Unido en sus brutales ataques de años anteriores, ni han agrietado las fuerzas políticas de la nación gala ni han provocado hacer pasar su locura asesina como manifestación de una guerra entre religiones que sólo está en sus cerebros fanatizados. La guerra la han declarado unilateralmente ellos y está dirigida a destruir la sociedad abierta, en la que están garantizadas las libertades de todos los ciudadanos y el respeto a las creencias más diversas, para sustituirla por una sociedad totalitaria. Europa vivió la Ilustración hace más de dos siglos y no va a renunciar a ella. En lo general, y también en lo concreto: los dibujantes y periodistas asesinados han sido martirizados por su defensa de la libertad de expresión, pero la respuesta social a su muerte refleja que esa libertad sigue y seguirá en pie. En efecto, la reacción en todo el mundo libre ha sido emocionante y espectacular. Hace tiempo que no se suscitaba un movimiento tan amplio e intenso de solidaridad con las víctimas del terrorismo. A nivel mundial. La unidad de las fuerzas políticas, en Francia y fuera de ella, ha quedado igualmente fortalecida. Ambos factores proporcionan seguridad y ánimo a los ciudadanos, conscientes de que el desafío terrorista no ha terminado. El cruel estallido de violencia en París ha contribuido, por otra parte, a intensificar la alerta general contra el yihadismo. Todas las naciones amenazadas, incluida España, han aumentado los servicios de vigilancia sobre los centros neurálgicos de su territorio y deberán igualmente mejorar el trabajo de Inteligencia y su coordinación. Nadie está a salvo de los zarpazos de un terror que no se rinde, pero lo importante es la conciencia de que el terrorismo integrista será vencido, aunque con sacrificios y sufrimientos, y lo será además sin que la sociedad libre renuncie a ninguno de sus principios y fundamentos. No es una guerra entre el islam y el cristianismo, religiones que profesan millones de seres humanos que viven en paz entre ellos, sino entre la barbarie y la civilización. No debe haber ninguna duda sobre quiénes la ganarán.

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