Monkey Week

Memorias del subsuelo - Día 3

  • Una bitácora personal de la segunda edición de Monkey Week, por Pablo B. Caveda

Siempre quise cantar como Tom Waits, y hoy puedo. Los días de mono se multiplican a mis espaldas y mi garganta se resiente. El tono de mi voz ha bajado dos escalas y parezco un tipo más serio y razonable, que habla desde detrás de una tormenta o con lodo en las cuerdas vocales. Ahora sólo me queda aprender a cantar.

Ayer, gracias a la lluvia, también descubrí a través de un inspirado colega que antes de que tomásemos prestadas las patatas del continente americano todo se comía con castañas. Huevos con castañas, cocido de castañas con cordero (o sin él), castañas con pulpo... Es difícil imaginar un país sin patatas, pero así vivíamos nosotros hasta que Cristóbal Colón (es un poner) tropezó con una raíz con forma de patata (que resultó ser efectivamente una patata).

Y es que ayer hubo un par de horas en las que la cosa pintó muy mal y todos corrimos a refugiarnos en bares, donde las horas de incertidumbre se llenaron con palabras tontas y cervezas a porrillo (algunos obviaron la cerveza).

Tras el genial concierto de Fiera, el estimulante directo de A Jigsaw y el contundente directo de Lüger, volvió a llover con tal intensidad que la segunda jornada nocturna del festival corría serio peligro. Me imaginé a los chicos del paso de la oca haciéndose fuertes bajo algún toldo y temí por la salud de los organizadores del festival. Las llamadas a los responsables del evento se multiplicaron hasta las 10 y media de la noche, cuando Don Tali Carreto confirmó que la jornada nocturna “arrancaba” sin paliativos. Su confianza en la viabilidad de los conciertos me sorprendió, así que indagué más: había llamado al aeropuerto de Jerez para saber si iba a llover, y le confirmaron que no caería ni una gota en toda la noche... Así que ya sabéis: si alguna vez necesitáis saber con absoluta certeza si va a llover, no miréis el tiempo de los telediarios, tampoco internet. Perdéis el tiempo. Hay que llamar al aeropuerto que os coja más cerca. Ellos saben la verdad, ven el cielo con objetividad y precisión.

Me planté en el Monasterio de la Victoria a las 11 de la noche, calado hasta el alma, con ojeras como antifaces y la cámara resentida por la humedad. Si elevabas la mirada al cielo desde el centro del claustro podías ver el firmamento con claridad. Las galaxias más lejanas y sus satélites nos miraban con simpatía. Dios debía estar sonriendo en alguna esquina del universo y todo sugería una noche festiva y cósmica. En realidad, creo que pocos de los asistentes a la noche electrónica del Monkey Week estaban realmente allí. Por el grosor de sus pupilas se advertían los viajes siderales que estaban emprendiendo.

Cave abrió los viajes con un interesante recital con los “sintes” como protagonistas, Miss Pussycat dio un espectáculo de marionetas sangrientas que recordaba al “Planeta Imaginario”, y Kid Koala, cerca de las cuatro y media de la madrugada, se encargó de terminar de machacar la cabeza de los transidos asistentes con lo que para muchos ha sido lo mejor de lo que va de festival.

Pero hubo algo que me descolocó completamente... Me explico porque no quiero rencores: Yo soy un tipo de formación clásica. A mí me gustan Goethe o Dostoievski, los Beatles y los Kinks; y si me sacan de Marcel Duchamp o Antonin Artaud ya empiezo a sentir vértigo. Dadá, pues genial; el Expresionismo, pues también; Warhol... pues casi. Pero cuando veo (y escucho) cosas como Sonic Boom pues tiendo a encolerizarme. No, a ver, que yo respeto a los que ven algo en un sintetizador que repite mecánicamente tres notas hasta que se te planta el abismo ante los ojos. Y también al señor que se pone en trance cuando ha añadido una cuarta nota a las tres primeras. Pero no le veo la gracia. No se la pillo. Me da la impresión de que se están quedando conmigo o de que mi tiempo ya ha pasado. Me imagino que entre los asistentes habría disparidad de opiniones, pero había un amplio sector del público que vivió aquello con genuino entusiasmo.

Luego me comentaron que el responsable de aquello fue componente de los Spacemen 3 y que se llama Pete Kember. Había desarrollado una teoría del drone y trabajaba la hipnosis y el trance a través de los sintetizadores. Y pensé que genial, que en este mundo, por fortuna, hay sitio para todos, tanto como para no volver a acercarse a los gurús del droneo.

Última hora: me informan que Tanhäuser, cuyo concierto tuvo que ser suspendido ayer, pasarán a tocar hoy lunes a las 19.25 horas en la Plaza Alfonso X El Sabio. Además, Guinea Pig sustituye a TNT en Quantic Puerto a las 18.30 y Dani Llamas hace lo propio con G.A.S. Drummers a las 16.00 horas en la Plaza Alfonso X El Sabio.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios