Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Los colores de Venecia

Sergio Azzolini, fagot barroco y dirección, con la OBS.

Sergio Azzolini, fagot barroco y dirección, con la OBS. / Juan Carlos Muñoz

Con frecuencia el visitante de un museo debe atravesar galerías llenas de cuadros menores cubiertos de pátina antes de contemplar la deseada obra maestra recién restaurada. Así sucedió al público del concierto de este jueves en el Espacio Turina (que se ofrece también el viernes). Y es que en su primera parte la nutrida OBS -sin desmerecer sus altos estándares técnicos ya bien conocidos- estuvo apenas por encima de un repertorio de segundo nivel, con tempos poco ambiciosos y un academicismo un tanto anodino, del que apenas nos sacaron los piques improvisatorios del violín de Andoni Mercero con el director del concierto (de los que, dicho sea de paso, salió claro vencedor el primero), o alguna extravagancia antihistoricista que ahí resultó forzada.

Una nutrida OBS en su participación en este Femás'21. Una nutrida OBS en su participación en este Femás'21.

Una nutrida OBS en su participación en este Femás'21. / Juan Carlos Muñoz

Todo cambió a partir del Concierto en re menor: liderados por Azzolini y espoleados por la ya excelente música de Vivaldi los músicos de la Barroca abrieron su muestrario expresivo a una agógica variada (aceleraciones y frenazos, para entendernos), tempos vertiginosos y fraseos de dinámicas valientes en las que ya sí tomaba vida el Vivaldi provocador y exuberante que conocieron sus contemporáneos. También un liberado Azzolini mostró entonces sus mejores armas, incluido un rango dinámico y tímbrico admirable en su instrumento: pudimos, por fin, contemplar todo el colorido de la Venecia del XVIII. Arrastrada ya por su propia inercia la orquesta se lanzó a una notte arrolladora, fauve como un cuadro de Matisse, en la que las excentricidades resultaban (ya sí) plenamente integradas en el discurso. Su brutal final fue abrochado por el largo silencio de un público fascinado.

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