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La batalla de las naciones

  • El Femás refleja en su programa los distintos estilos que competían entre sí en busca de influencia y prestigio, antes del triunfo de la síntesis que representó el Clacisismo

La hegemonía política de las naciones se dirimió durante los siglos que abarca la Edad Moderna principalmente en los campos de batalla de Europa y en los lejanos territorios coloniales, pero una lucha más sorda y menos cruenta, no por ello menos intensa ni fascinante, se libraba a la vez en el terreno musical: los estilos nacionales competían por imponerse en un espacio que reportaba también considerables ventajas en forma de influencia y prestigio internacionales. Hasta la exitosa síntesis que ya en la segunda mitad del siglo XVIII iba a producir el Clasicismo, la Europa musical se ejercitó durante siglos en un continuo juego de tensiones y distensiones entre tradiciones y formas diferentes, a menudo enfrentadas, como muestran las disputas entre los estilos italiano y francés, que vivirían algunos episodios de luchas encarnizadas, aunque también se conocieron esfuerzos muy apreciables en busca de la armonía y el equilibrio entre contrarios.

La insularidad había determinado siempre que la música británica tuviera un carácter muy especial. El característico gusto por las consonancias que los ingleses demostraron desde la Edad Media iba a derivar en un entendimiento muy peculiar del arte polifónico, que se singularizó aún más durante el siglo XVI con la necesidad de música para los nuevos ritos anglicanos. El Nova Lux Ensemble, conjunto coral navarro que dirige para la ocasión el bajo británico David van Asch, quien hace muchos años fue un habitual del festival sevillano con el conjunto The Scholars, ofrecerá (martes 16, 20:30, Convento de Santa Ana) un interesante paseo por el Siglo de Oro de la música inglesa, al que se añadirán algunos precedentes medievales.

Fue en cualquier caso en Italia donde se fraguaron en el siglo XVII los géneros que con el tiempo habrían de demostrar una mayor vitalidad en todo el mundo occidental: la ópera, los conciertos y las sonatas en sus distintas modalidades son un producto del genio italiano. El recital de Enrico Onofri con su conjunto Imaginarium (domingo 14, 19:00, Sala Joaquín Turina) se dedicará a repasar justamente las fuentes del Barroco instrumental italiano. La primera escuela violinística culta, surgida a principios del siglo XVII y que se apoya en el desarrollo de una técnica de fabricación de instrumentos más depurada, daría como resultado una música inspirada en los modelos vocales, de formas aún indefinidas, pero muy apoyada en la improvisación y en los procedimientos de disminución. La evolución de ese arte hecho de sorpresa y lirismo derivaría en formas mucho más definidas y cerradas que pueden apreciarse ya en las sonatas de Vivaldi que ocuparán la segunda parte del concierto de Imaginarium.

Es justo en Vivaldi donde hace énfasis el recital del Venice Baroque Consort (viernes 12, 21:00, Parroquia del Sagrario), una versión reducida de la Orquesta Barroca de Venecia. Romina Basso, una de las voces barrocas más distinguidas de nuestros días, afrontará arias de dos de las óperas más divulgadas hoy del compositor veneciano (Orlando furioso y Farnace) y la muy famosa Quell'usignolo de la Merope de Giacomelli, ejemplo depurado de la música descriptiva de la época. El complemento instrumental se acerca a dos de los tipos de concierto desarrollados desde finales del XVII: el concierto ripieno o para cuerdas y el concierto con solista.

Mientras eso pasaba en Italia, en Francia dominaba la música de baile: los ballets y un género híbrido, el de la opéra-ballet, triunfaban en la corte versallesca, con el mismísimo Rey Sol participando como bailarín en las funciones. Como Superintendente y compositor de la cámara del Rey sería Jean-Baptiste Lully el encargado de desarrollar un estilo que pretendía distinguirse claramente del que imponían los italianos. The Harp Consort (sábado 20, 21:00, Real Alcázar), el conjunto del gran arpista Andrew Lawrence-King, ofrecerá un acercamiento a todo este universo subyugante de la danza en la época de Luis XIV, a través de las obras creadas por los maestros de baile y los compositores más célebres del tiempo. El grupo presenta además la peculiaridad de contar con un bailarín entre sus filas.

La fragmentación política que en Italia no impidió el desarrollo de un estilo definido actuó en cambio contra la consolidación de formas peculiares de la música alemana. Acaso por ello las tierras del Imperio sirvieron como perfecto crisol de las diversas tradiciones europeas, peculiarmente de los estilos francés e italiano. El gran Bach cultivó sin empacho los dos. Es lo que muestra a la perfección la jornada de cierre del festival (domingo 21, 21:00, Real Alcázar), que presentará por segunda vez a la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS) dirigida por Onofri: un concierto con solista, de naturaleza italiana, y una suite, de procedencia francesa, es la aportación de la OBS al catálogo de Bach. Previamente unas piececitas (de aire italiano) de Scheidt y la célebre Batalla de Biber, donde se funden tradiciones del sur y del norte, de la sonata y de la suite, ejemplifican a la perfección el ambiente de una Europa que en el siglo de hierro conoció luchas que iban más allá de las protagonizadas por el fuego de los cañones y de los mosquetes.

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