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Vuelo poético intermitente

Concepción y dirección: Marie France Delieuvin. Sobre las músicas de: Pink Floyd, Cris Tadell, Jean Schwartz, J. Sebastian Bach, Arvo Pärt... Textos: Fragmentos de 'El Evangelio según Jesucristo', de J. Saramago, y 'Fuegos', de M. Yourcenar. Compañía: El Colegio del Cuerpo (Álvaro Restrepo, director). Lugar: Teatro Isidoro Máiquez. Fecha: lunes, 5 de julio de 2010.

El otro Apóstol no termina de sostener en escena una narrativa elocuente, se debate entre el sentido que aporta la palabra -el texto- yuxtapuesta a otra porción de sentido menos concreta, la abstracción del movimiento -la danza contemporánea-. Entendemos falla la dramaturgia al no engranar ambas en un solo discurso que se sirve en su partitura de lenguajes diversos. En sentido amplio, la pieza empieza por Saramago y su Evangelio, para terminar apostando por un apostolado en pro de la Mujer y concluir con un homenaje a la víctimas de la Historia. Un sentido amplio, cogido con alfiler.

Los intérpretes, los jóvenes bailarines de Cartagena de Indias que integran la compañía El Colegio del Cuerpo, sirven con pulcritud y entusiasmo las series coreográficas ideadas por Marie France Delieuvin (cofundadora de la compañía junto a Álvaro Restrepo), bajo la atenta dirección de Restrepo, que -creo- oficia en escena de personaje narrador; caracterizado solemnemente cual sacerdote y en boca de quien escuchamos meras pinceladas extraídas del texto de Saramago. Intérpretes, espacio escénico e iluminación -las patas fuertes del espectáculo- consiguen aflorar en ocasiones cierta poética visual que se rompe fácilmente como un hilo, porque no andan a la una con el resto de lenguajes en juego. Ocurre por ejemplo, con un diseño de vestuario, que no termina de ser ni poético ni ilustrativo. La elegancia del pantalón negro y la camisa blanca elegida para el grueso de las coreografías iniciales, no se articula bien a la textualidad, tampoco llega a dar un registro neutro. La capelina roja sobre corpiño rojinegro para el coro de Mª Magdalenas apunta hacia el universo de "la puta", cuando tal vez debiera nombrar más allá, "el bienaventurado reino de la carnalidad".

Un placer del que se disfruta durante toda la pieza es el diseño del espacio escénico como un todo continuo, sinacotar con telar ninguno: el fondo de la amplia caja escénica a la vista desde la abertura inicial de telón. Redunda en un trabajo -literal y metafórico- con los límites o lindes de la escena; subraya la conciencia del espacio, ofrece bellísimas sombras magnificadas e inquietantes. Enlaza bien con ese fragmento del Evangelio, comienzo de novela y espectáculo: "Pues ninguna de estas cosas es real, lo que tenemos ante nosotros es papel y tinta, nada más". Espectáculo de vuelo poético intermitente, dentro de un proyecto artístico prometedor.

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