Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Concierto de Manuel Carrasco en Sevilla

Manuel Carrasco dio forma a un sueño

Manuel Carrasco

Manuel Carrasco / Antonio Pizarro

No comenzaré hablando de nuevo sobre que este concierto de Manuel Carrasco ha batido el récord de asistencia de público, más que nada para no dar pie a insistentes réplicas de los seguidores de Los Héroes del Silencio, que mantienen que tal honor corresponde a su venerada banda. Pero lo que está clarísimo es que a las diez de la noche del sábado no cabía un alfiler en las pistas ni en las gradas del Estadio de la Cartuja sevillano, que nunca se ha visto tan repleto de público, a pesar de que han pasado por su interior finales de fútbol nacionales e internacionales, finales de Copa Davis, un Mundial de Atletismo, una beatificación con presencia de la Virgen Macarena y conciertos de artistas del calibre de Bruce Springsteen, Madonna, U2 y AC/DC; hace apenas una semana estuvieron tocando aquí los Red Hot Chili Peppers y solo llegaron a meter las tres cuartas partes de esta cantidad. Así que estuvo acertadísimo el vigilante del estadio al que Manuel se refiere cuando relata la historia de aquella vez que estuvo hace años en uno de los conciertos que se celebraron aquí, asombrado ante la cantidad de gente, y el empleado le dijo que algún día sería él quien llenase este recinto.

Tres años hace que estuvo en nuestra ciudad y dos que tenía que haber estado de nuevo, para cerrar la multitudinaria gira de La cruz del mapa; pero esta segunda cita tuvo que aplazarse hasta ahora, en que al nombre de la gira le han añadido el de Hay que vivir el momento, una de las canciones que compuso durante la pandemia y que es la segunda que adelantó del que será su disco siguiente. Dos minutos faltaban para las diez y media cuando Manuel hizo el recorrido desde el escenario, a través de una pasarela que se internaba entre el público de la pista, hasta una plataforma, a unos treinta metros más allá, donde le esperaban un piano y una banqueta, para allí, solo con las notas que desgranaba, enviar el primer saludo a Sevilla: hay amores que atraviesan la garganta, Sevilla, contigo se me enciende el corazón.

Se encendieron también las pantallas, una a cada lado del escenario, con el nombre de la ciudad; Sevilla. El preámbulo había terminado y ¿qué mejor canción para empezar el concierto de esta noche que la que da el nuevo nombre a la gira, ya que sus dos primeros versos son toda una declaración de intenciones? Ahora es el momento y no mañana, que empiece de nuevo la función. Y la función empezó haciendo que todos nuestros sentidos no existieran ya más que para centrarse en no perderse un detalle de lo que cantase, dijese e hiciese Manuel Carrasco; el centro del mundo durante las siguientes tres horas. Los fuegos artificiales que comenzaron a la vez que la canción hicieron temblar los cimientos del estadio y Manuel la interpretó llenándola de luces y de sombras: ahora que encontré el camino de mi libertad… a mí me enseñó la vida a golpes… siguieron Tambores de guerra, Aprieta, y Manuel, en medio de la pasarela, en la plataforma, cantándole la canción a todos y cada uno de los que apretaban con él, a todos y cada uno de nosotros. Todo se queda corto ante lo que ven mis ojos, nos dice, antes de calmar los ánimos con Los primeros días y dejar que su primo David Carrasco se luzca con el saxo que ha cambiado por los teclados. David es un multinstrumentista genial y además es el director musical y capitán de una banda conjuntada y potente, de la que los dos guitarristas, Roberto Lavella y François Le Gofic, junto al bajista, Pepe Curioni, se juntaron con Manuel, que se había colgado otra guitarra eléctrica, para formar una piña que les hizo parecer un cuarteto de rock, indispensable para una canción de la fuerza de Que nadie calle tu verdad. En la que siguió, Mujer de las mil batallas, fue Cristian Chiloé quien destacó, haciendo resonar el goliat de su batería como si marcase el ritmo de los galeotes. El nombre de su último disco y de la gira cuando fue concebida, La cruz del mapa, es un verso de la siguiente canción, Déjame ser.

Todavía no había pasado mucho tiempo desde el inicio, pero ya resultaba evidente lo que separa a Manuel Carrasco de los demás artistas de pop melódico; él no solo canta, salta, toca la guitarra, el piano, esboza pasos de baile, sino que quiere que te vayas con algo, un sentimiento o un mensaje. Tienes la sensación de que no está haciendo esto por el dinero; se trata de impactar en la vida de las personas, y para lograrlo parece que no le basta con una canción tras otra, tiene que cantar varias a la vez: Sabrás, Y ahora, Bailar el Viento, Siendo uno mismo en cualquier parte, todas unidas en una sola. El quejío jondo que Manuel les metió tuvo continuación en los acordes de la guitarra flamenca que cogió después para usarla como único acompañamiento en Entiendo y Soy afortunado, esta última con aromas de Cádiz por los cuatro costados. Manuel se calló y dejó que la cantase la gente; el resultado fue impresionante. Y de Cádiz a Jerez, porque se arrancó por Los Delinqüentes con El aire de la calle.

Y se volvió a nuestra ciudad, buscando la compañía de alguien, nos dijo, que tiene el ADN sevillano, como Raimundo Amador, que empezó solo con su guitarra los reconocibles acordes de Yo me quedo en Sevilla y se le unieron Manuel, con otra guitarra de palo, y David al cajón flamenco. De nuevo a solas con su guitarra nos evocó la risa del ángel, el caballo desbocado, imágenes de la fantástica canción Dispara lentamente, en la que unas estrofas después entró toda la banda y Roberto nos dejó el primer gran solo de guitarra de la noche, convertida en día por las luces blancas que salían de miles de teléfonos móviles, iluminando el estadio en un espectáculo increíble. En Te busco en las estrellas fue David quien de nuevo se lució mientras Manuel bailaba enloquecido con su increíble solo de saxo y hacía que la gente enloqueciera con él. Estábamos asistiendo a los mejores momentos del concierto. Con Ya no resaltaban los juegos de luces en las pantallas y Manuel, con esa voz que es capaz de sorprendernos y desgarrarnos, cantaba ya no tengo fuerzas para resistir; pero había que sacarlas, que todavía quedaba mucho espectáculo que ofrecer. Y Manuel recobró las fuerzas con el aliento de 74.000 personas dándole impulso vital.

Manuel Carrasco Manuel Carrasco

Manuel Carrasco / Antonio Pizarro

Todo empezó hace diez años en un local de ensayo de carnaval, nos contó; estuve en el Lope de Vega, el Auditorio, este estadio, me quedan muy poquitos sitios en los que tocar en Sevilla. Los sueños, por muy difíciles que parezcan, a veces se hacen realidad; no dejes de soñar, Sevilla. Y de nuevo volvió el mar de luces, pero esta vez lleno de suaves olas porque todos los brazos ondeaban acompañándolo… te quiero, te quiero, no dejes de soñar… Manuel tiene una cualidad indiscutible, que le hace único; cuando se sube al escenario él sabe que no está completo, que solo es la mitad de un todo. Y la otra mitad que le falta está ahí abajo, esperando la unión. Y esta noche la unión de artista y público era perfecta. Manuel se paró en mitad de la plataforma, inmóvil, sin cantar, solo escuchando como lo hacía todo el estadio; solo le quedó hacernos una reverencia agradecida y volver al escenario.

Al inicio de nuevos golpes de batería se sumaron muchos más tambores, bombos, cajas, bongos, los catorce percusionistas de una batucada habían tomado la plataforma para ponerle su ritmo a Yo quiero vivir. Manuel estaba locuaz, quizás así descansaba un poco su voz; ahora nos contaba, sentado solo ante el piano que volvió a aparecer en el sitio que ocupaba al principio, lo bonito que era volver a la vida una vez más de esta manera. Desgranó varias notas y la emoción le hizo desafinar en un par de ellas, pero siguió hablando: en los primeros momentos, cuando no sabíamos muy bien lo que estaba pasando, escribí esta canción que le dedico a toda la gente que nos ayudó en los peores momentos y a todos los que se marcharon y nos dejaron para siempre. Comenzó Prisión esperanza con un curioso efecto de eco, propiciado por la música suave y cómo el sonido se escuchaba antes en uno de los fondos que en el otro, pero para nada desagradable. Cuando en sus versos se refirió a los aplausos de las ocho de la tarde en el estadio se levantó otro aplauso espontáneo, pero él continuó cantando hasta el tierno final, cuando por la pasarela llegó hasta él su hija Chloe con un ramillete de globos blancos, que soltaron para que volasen libres. Las lágrimas de Manuel eran patentes cuando volvía al escenario por esa pasarela; tiene el punto ingenuo muy despierto y es pasional.

Había que parar un ratito para recuperarse de la emoción. Mientras, en la plataforma central montaron un backline y en las gradas cantaba la gente, al compás de palmas por rumbas, el estribillo de Uno x uno. Pero no era esa la canción que seguiría. Manuel se había ido vestido de negro y volvió de blanco, para cantarnos, solo con su guitarra de nuevo, Me dijeron de pequeño, su historia, la que habla de su niñez, de lo que cuesta en la vida hacer las cosas y el valor que requiere; la canción en la que ajusta cuentas con los que regalan los oídos en la industria musical, los guays de pacotilla, los reyes del postureo; los que le dijeron: ¿dónde vas tú? que no puedes… mirad si he podido, parecía decir mientras extendía sus brazos a un público rendido a él, que cantaba con él. Nunca tanta gente junta le cantó a la luz de la luna.

Los gritos de Manuel, Manuel, fueron interrumpidos por la guitarra acústica de Françóis, en la plataforma de la pista con los demás músicos. Llegaba el momento de Fue y ondearon al unísono los miles de globos rojos que le habían dado al entrar a los espectadores; sueltos al final de la canción, flotantes, formando una cascada roja que caía desde las gradas, mientras Manuel, ahora sí, cantaba Uno x uno. Con ella el público se dejó llevar de forma definitiva y a todos nos fue imposible mantener controlada tanta pasión desbocada.

De nuevo todos en el escenario interpretaron Amor planetario, y si pensábamos que David no podría superarse en un solo de saxo como el de antes, nos equivocamos; este otro, comenzado en el escenario y terminado en la plataforma junto a Manuel, fue todavía mejor. Javier Lozano comenzó suaves acordes de piano y Manuel le preguntó a Sevilla si tenía ganas de seguir. No tengo que decir qué le contestó Sevilla. Y Manuel le correspondió cantándole Tan solo tú. Y Sevilla se lo recompensó de forma recíproca: tan solo tú, Manuel, puedes provocar esta explosión colectiva; tan solo tú puedes llenar tantos miles de corazones a la vez.

Este era el último concierto de la gira y Manuel decía sentir un pellizquito en el corazón. Ningún final mejor que este en Sevilla, siguió; hace seis años estuvisteis aquí haciendo que cumpliese uno de mis grandes sueños; entonces canté una letrita que no he vuelto a repetir. Y llegó el momento de hacerlo. Por bulerías. Sevilla, voy a quererte esta noche y hasta que tú me lo pidas. Voy a cantarte esta noche como nadie te cantó; la Plaza de España, el Callejón del Agua, La Giralda, la Catedral y el Alcázar… la Esperanza de Triana, la Macarena, el Cachorro, el Gran Poder; las quiero a las dos, a Sevilla y a Triana, que es lo mismo, pero no. Con homenaje a los artistas locales: Machado, Murillo, Velázquez, Cernuda y Manuel Molina; Vicente Aleixandre, Jesús de la Rosa, Pareja Obregón con León y Quiroga, Matilde Coral, Niña de los Peines… Sevilla, yo nunca te quiero igual; yo te quiero diferente y siempre te quiero más.

La recta final se inició En el bar de los pesares, a todo ritmo; en el centro las dos guitarras y el saxo. Y Manuel terminando con Qué bonito es querer, casi tapado por los balones gigantes que aparecieron de algún sitio y ganaban espacio en sus botes, por los cañones de serpentinas, el confeti, que subrayaban sus palabras: qué bonito es saber que siempre estás ahí. Las dos se nos fueron colando entre los sentidos. Es mucho más de lo que había soñado, reiteró, y todo se convirtió en fiesta: unas notas de saxo tenor daban el pie y todo el estadio cantaba como si hubiesen ganado el partido de futbol de su vida, alcohol alcohol, oe oe oeeeé, el lo lo ló adoptado del Seven Nation Army de los White Stripes. Los saltos de miles de personas se acompasaron a la nueva tanda de fuegos artificiales, enormes fuera del estadio y estruendosos dentro con su estallido final. La multitud respondiendo al unísono al Viva Andalucía que pidió Manuel, y al Viva Sevilla. El escenario se inundó de todas las personas que habían contribuido al espectáculo, en una despedida alargada, y la resonante voz de Bruce Springsteen cantando Born to run sirvió de fondo al paseo de todos nosotros hacia las puertas de salida. Es cierto que cada uno traía al llegar su propio bagaje sentimental y anímico, lo que Manuel significa para cada uno, es inevitable; pero todos estábamos ahora de acuerdo en que con dos ingredientes, música y carisma, Manuel había confeccionado un sueño. Estuvo casi tres horas trabajando en un sueño del que ninguno de los presentes allí queríamos despertar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios