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Kerem | Crítica

Síntomas de normalización

  • Kerem presenta su disco 'Cuatro naranjas', en el que colaboran, entre otros, Diego el Cigala y El Paquete

El guitarrista en un concierto reciente.

El guitarrista en un concierto reciente.

En la taranta, Kerem se ofrece en solitario, sin la compañía de los enormes intérpretes que aparecen en el resto del álbum, para mostrarnos su manera de entender el toque de levante, con sus disonancias y trémolos característicos. Kerem es un virtuoso íntimo, oriental, al que no le preocupa tanto mostrar sus virtudes, evidentes por otro lado, como trasmitir un mensaje, una forma de entender el flamenco y la música en general. Kerem es un músico social, y este disco es una buena muestra de ello, pero da lo mejor de él mismo en solitario, solo frente a los trastes y las seis cuerdas, escanciando unas variaciones francamente notables, que lo muestran como un artista singular.

Portada del disco Portada del disco

Portada del disco

Este disco es un síntoma de normalización del flamenco, una muestra de su rotunda universalidad, de que se puede ser un excelso representante de este arte habiendo nacido en Tokio o en Estambul, como es el caso. Kerem dialoga en esta pieza con la tradición, con las contribuciones clásicas al toque por levante, desde Montoya a Paco de Lucía. Pero inventa también una nueva forma de entender la taranta. En la hipnótica rueda armónica de la soleá, Kerem presenta un toque aparentemente tradicional pero preñado del espíritu abierto, del lirismo impresionista de la música tradicional de su país, una superpotencia en lo que a solistas de instrumentos de cuerda se refiere. Esta influencia no es obvia, pero subyace en toda su música. Kerem es flamenco al 100% y es también, no deja de ser, porque no quiere ni lo desea, un músico turco. Ese es el prodigio de esta obra: el flamenco se abre a otros sones, mejor dicho, a otros espíritus musicales, sin dejar de ser él mismo. En la soleá encontramos la voz poderosa de El Galli. En la seguiriya las modulaciones nos asoman a otras posibilidades, a otros mundos seguiriyeros posibles. Con la voz de David de la Jacoba. El impulso rítmico no está ausente en esta obra, como no podía ser de otra manera al tratarse de un músico turco y flamenco, pero este no está reñido con el lirismo, la intimidad, la deliciosa miniatura melódica que a veces estalla en un arcoíris, como en el final de esta pieza.

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