Opinión

Lo injusto

  • El Jefe del Servicio de Clínica Médico Forense reflexiona sobre la Justicia y el hecho social de la maldad

Fernando Heredia, forense

Fernando Heredia, forense

Se puede hacer justicia con uno mismo, pero también se puede hacer justicia con el Otro. El ser humano puede ser justo consigo mismo, cuando por ejemplo cuida su salud (hace una dieta adecuada, practica algo de ejercicio, abandona hábitos poco sanos), y en resumen hace una vida saludable, y ese comportamiento de justicia con uno mismo, procede de una estima de si. Tal como afirmó el Dr. Freud, en su ensayo El Yo y el Ello, el Yo es ante todo un yo corporal”, queriendo expresar que la representación que tenemos de nosotros mismos, procede de nuestra propia imagen corporal. Se trata de querernos a nosotros mismos, de cuidarnos, del sentimiento de auto estima, o si se prefiere del narcisismo, de la auto conservación del ser. Tenemos pues una primera acepción de la palabra Justicia, la justicia como sentimiento para si.Pero en el lenguaje corriente, el vocablo justicia tiene otra acepción que es la más comúnmente admitida, la de justicia con relación al Otro. La justicia como función social, y que corresponde a un legado, que como tantos otros conceptos proceden de la antigua Grecia. Será Aristóteles, en su Política cuando describe a Alcibiades, como un hombre bueno, honesto, valeroso, prudente. Pero esas virtudes no serán sólo de él y para si, sino que de ellas se aprovechara toda la ciudad, la polis griega. Se establecerá una relación dinámica entre las cualidades y virtudes de un gobernante y los ciudadanos: un trato justo entre unos y otros, es esa pues la función social de la justicia. La que trasciende del propio sujeto y se proyecta en el prójimo. Será la Justicia como hecho social.En esta segunda acepción la justicia no solo seria una virtud, seria también una obligación, en el sentido etimológico del término, puesto que se trata de un vínculo entre los individuos, un vínculo social. El ser justo puede ser para muchos una obligación intuitiva, también se puede hacer justicia –administrar la equidad-, para evitar los remordimientos, la culpa de no haberlo sido; se puede hacer justicia como valoración narcisista ante si mismo y los demás. Pero esto no siempre es así, y habrá sujetos – a los que la ciencia médica califica de psicópatas; sádicos; perversos y en definitiva con grave patología narcisista- a los que al contrario de lo anterior, el placer reside en hacer el mal: Lograr la humillación y la degradación del Otro. El ser injustos.Pero también, el ser justo o injusto, puede derivar de la simple racionalidad práctica; el hacer justicia como mero ejercicio de cálculo. Pero en este último caso, el razonamiento puede ser pernicioso, puesto que tal vez, en bastantes ocasiones, lo más práctico, lo “políticamente correcto” es ser injusto. En este caso, el practicar por simple cálculo la injusticia, puede provocar una desvalorización del Yo, tanto consigo mismo como por la imagen social que trasmite esa conducta. Por ello, habrá quien por un prurito intelectual o sentimental, pueda decir o pensar aquello que dice el personaje de Sade en su dialogo con Marat, en la conocida pieza teatral de Persecución y Asesinato de Jean Paul Marat”: “Para distinguir lo falso de lo justo necesitamos conocernos y yo no me conozco”.Freud en su ensayo Los instintos y sus destinos, descubrió que el nacimiento del  odio,- ese sentimiento triste del que escribía Spinoza -, es más arcaico, que el del amor, y en esa misma línea Paul Ricoeur, nos dice que el sentimiento de lo injusto es anterior al de lo justo. Sólo cuando se ha sufrido una injusticia, se entiende la justicia. Todo ser humano sabe de su pasado, y de las situaciones injustas que vivió en su infancia, y esos recuerdos a veces vivos, a veces escondidos en el turbulento mundo del inconsciente, pero que se reflejan, en el realizar una acción sin reflexión, convirtiendo el recuerdo en acto, lo colocan en una mala posición. De alguna manera, la persona que sin una patología psiquiátrica antes mencionada, mantiene un comportamiento injusto con los otros, seria un “olvidadizo”, alguien que no quiere recordar su pasado; de las injusticias sufridas en su persona, repetir en otros lo que realizaron en él. Una forma de masoquismo, de identificación inconsciente al agresor. Su comportamiento en la vida, seria como el de una noria, repetir para no recordar. En resumen estaríamos ante el doble binomio: moralidad o conocimiento de uno mismo; inmoralidad u olvido, ignorancia de si mismo.Llegados a este punto, podríamos decir que la justicia se convierte no sólo en una obligación en relación con los otros, como en la polis griega, sino también por la vía de los sentimientos y del conocimiento del Yo, en una obligación para consigo mismo.Pero lo justo y lo injusto son categorías opuestas,  que se corresponde en la teoría psicoanalítica de las pulsiones en: instintos de conservación, el Eros e instintos de destrucción, el Thanatos y aprendimos con la dialéctica que existe una  lucha  entre fuerzas antagónicas en la que una de las partes será derrotada. Desde los albores de la civilización el ideal de justicia ha primado sobre lo injusto: Aristóteles y la polis griega; Campanella y su Ciudad del Sol; la Utopía de Tomás Moro; El Mundo Feliz de Huxley y todo ello será  plasmado en la realidad social, en el paraíso bolchevique de Lenin y Stalin, donde la justicia y la igualdad reinarían en la nueva sociedad. El Dr. Freud, conocedor profundo de las pulsiones autodestructivas del ser humano, se preguntara en El malestar en la cultura”si el desarrollo cultural lograra hacer frente a las perturbaciones del instinto de agresión y de autodestrucción.

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