Infraestructuras

El milagro de San Silvestre

  • Prácticamente el 90% de la provincia depende del funcionamiento de un estrecho y largo túnel construido hace 50 años cuyo colapso podría desencadenar un desastre económico sin precedentes

Entrada del agua en el túnel de San Silvestre.

Entrada del agua en el túnel de San Silvestre.

La vida es un milagro diario. Hay milagros grandes y milagros pequeños. Los hay extraordinarios, pero también cotidianos. Hablar con un familiar que se encuentra a mil kilómetros, por ejemplo. Parece cosa de magia, si uno se abstrae un poco de todo lo que sabe sobre móviles y anchos de banda. O encender la luz: pulsas un botoncito, clic, y ya vemos como si fuera de día. Eso si no la enciende un altavoz capaz de responder a cualquier pregunta que se le haga. Un coche que arranca, un avión que despega, la cirugía que salva una vida (bueno, ese no es pequeño precisamente), un robot que aspira él solito la casa, la flecha del ratón en la pantalla, la música en un auricular sin cables… Cada día transcurre con esos milagros mínimos que lo hacen más habitable. Abres un grifo, por decir alguno más, y aparece agua. Potable, limpia y cristalina.

Más de 350.000 personas en la provincia de Huelva viven sin saberlo, en ese gesto casi mecánico, un milagro por partida doble. El primero es fácil de entender porque solo hay que seguir el camino inverso al que hizo el agua justo antes de caer al lavabo. Si uno pudiera hacerse milimétrico, ascendería por ese mismo cilindro de acero inoxidable y volvería a bajar de nuevo hasta llegar a una tubería de cobre. Puede que se topara por algún codo mal sellado, pero el descenso terminaría siendo inevitable y vertiginoso (para un ser milimétrico, claro) hasta acabar discurriendo bajo las aceras por tubos mucho más gruesos. Luego pasaría por complejas centrales de bombeo y de tratamiento, grandes conductos bajo tierra, bajo el agua, bajo puentes y después llegaría a grandes canales donde desplazarse, corriente arriba, decenas de kilómetros hasta pasar bajo las compuertas de una presa, luego nadar en un embalse, después otra presa y otro embalse y puede que algún otro más hasta llegar al origen mismo de este viaje: al manantial, el arroyo o el río de los que mana el agua que abastece a casi el 90 por ciento de la población de la provincia. Durante el recorrido, casi sin darse cuenta, el ente milimétrico ha pasado por el segundo milagro: el largo y estrecho túnel de San Silvestre. Pero para explicarlo hace falta algo más que imaginarse a alguien diminuto cruzando cañerías.

El sistema Andévalo-Chanza-Piedras es un conjunto de embalses, presas y conducciones que suministra el agua a la mayor parte de Huelva. Prácticamente la Sierra es la única comarca que no depende de esta infraestructura. Cruza la provincia de norte a sur comenzando en la presa del Andévalo, que cierra un embalse con una capacidad de 634 hectómetros cúbicos (634.000 millones de litros, que se dice pronto). Prácticamente a un kilómetro al sur se encuentran la presa y el embalse del Chanza, que con una capacidad de 341 hm3 se comunica con otro embalse, el del Piedras, a través de un canal de 38 kilómetros de largo por el que el agua va bajando por gravedad aprovechando la diferencia de altitud. En medio de este viaje, sin embargo, se topa con un ascenso del terreno, un monte cuya altura se logra evitar de la única manera posible: atravesándolo mediante la construcción de un corredor de dos metros de ancho y casi ocho kilómetros de largo. Es el túnel de San Silvestre. Una vez que lo cruza, el agua sigue su camino en descenso hasta el Piedras y desde allí se distribuye, mediante una red de diferentes canalizaciones, al litoral occidental, la capital y su periferia, el litoral oriental y el Condado. Esa es la forma en que se abastece de agua la provincia, tanto para el consumo humano como para el turismo, los regadíos agrícolas y la industria de Huelva y Palos.

La zona roja del mapa es la que depende del sistema Andévalo-Chanza-Piedras. La zona roja del mapa es la que depende del sistema Andévalo-Chanza-Piedras.

La zona roja del mapa es la que depende del sistema Andévalo-Chanza-Piedras.

El túnel de San Silvestre se construyó en 1971 de acuerdo a unas características que cubrían las necesidades de la época, esto es, un embalse menos (la presa del Andévalo se inauguró en 2004), un tercio menos de población y un sector agrícola con una capacidad de producción mínima si se compara con la actual, por no hablar de un turismo que apenas comenzaba a despuntar. Quizás se entienda mejor con los números en la mano: cuando se construyó, hace cincuenta años, circulaban por la infraestructura 8 m3 por segundo de agua, durante ocho horas al día. Hoy lo hacen 20 durante las 24 horas. La cantidad transportada y el consumo se han multiplicado por cinco y sin embargo el túnel sigue siendo exactamente el mismo: un gigantesco cuello de botella del que, además, no se conoce su estado. Desde que empezó a operar las 24 horas del día, en el año 2012, es imposible saber cómo está porque no hay opción a realizar ninguna tarea de mantenimiento. Antes tampoco se había realizado ninguna inspección de las instalaciones. No se sabe si hay grietas, si existe algún peligro de derrumbe u obstáculos que puedan impedir el curso del agua. Ese es el milagro: que aún no haya ocurrido nada.

El canal a su llegada al túnel de San Silvestre. El canal a su llegada al túnel de San Silvestre.

El canal a su llegada al túnel de San Silvestre.

La vida en la mayor parte de la provincia discurre cada día bajo una espada de Damocles perdida en medio del campo en una finca de San Silvestre de Guzmán, porque si el túnel falla se acaba el agua. No hay alternativa ni caminos paralelos. El túnel de San Silvestre es el único punto crítico por el que pasa el agua que abastece a la agricultura, el turismo y la industria, que pararía de forma inmediata su producción porque tan solo se podría contar con las reservas que almacenara en ese momento el embalse del Piedras. A día 8 de octubre, estas están al 62% de su capacidad, lo justo para aguantar unos dos meses de abastecimiento a los hogares, que es un uso obviamente prioritario. Un corte en el túnel de San Silvestre afectaría de forma inmediata al 85 % del PIB de Huelva, y al 90 % del empleo y de la riqueza provincial. “Sería una verdadera catástrofe”, explica Ángel Gorostidi, miembro de la Plataforma del Túnel de San Silvestre, una asociación creada en 2019 e integrada por numerosos colectivos sociales y económicos de la provincia con la idea de llamar la atención de políticos, sociedad e instituciones acerca de la gravedad de la situación y para exigir que se ponga en marcha una alternativa que en realidad se proyectó hace ahora nueve años pero que sigue siendo solo eso, un dibujo en un mapa y un proyecto en papel: el desdoble.

“No existe la menor posibilidad de hacer una inspección” a la infraestructura, dice Gorostidi, simplemente porque no se puede detener el flujo del agua. Y aunque se pudiera conocer el estado del túnel sería inviable una reparación que, por mínima que fuera, supondría estar varios meses sin agua. Para nadie. Restricciones en el agua del grifo, cultivos secos, la actividad industrial completamente parada... Huelva vive como quien anda sin ahorros en la cuenta corriente: al más mínimo imprevisto se desataría un caos que nadie se atreve a calcular en términos económicos pero que sería “una ruina para la economía de toda la provincia y un desastre de proporciones inmaginables. Un crack económico de un día para otro”. Todo por un túnel.

Pero no se crean que es una nueva noticia. Nadie acaba de descubrir la pólvora. La Administración es consciente del problema desde hace tiempo. De hecho, en 2012 la Junta de Andalucía diseñó un proyecto para resolverlo definitivamente mediante la construcción de un túnel paralelo al actual, con el doble de capacidad (por ser el doble ancho, o sea 4 metros) que salvaría, por un lado, cualquier eventualidad con el viejo túnel y, por otro, permitiría la realización de las necesarias labores de mantenimiento de estas infraestructuras. Por último, se eliminaría el cuello de botella que impide actualmente que se realicen nuevas inversiones en sectores como la industria, la agricultura o el turismo, las locomotoras del empleo de la provincia. “El fin es adaptar la capacidad del tramo del túnel de San Silvestre a la del resto de la infraestructura del Chanza-Piedras, establecida en 20 m3/seg., para poder hacer frente al incremento de demanda en los puntos de consumo”, se aseguraba en el BOJA de 11 de octubre de 2012. “Esto es muy importante porque con la situación actual no se puede crecer, y nadie va a arriesgar su dinero en Huelva con el problema que tenemos con el agua”, advierte Ángel Gorostidi. El estado de la infraestructura “es un tapón del crecimiento en todos los aspectos”. Aunque todo eso, se decía arriba, ya se sabe, el proyecto diseñado en 2012 se mantuvo durmiendo el sueño de los justos, como otros tantos, hasta que la Plataforma lo sacó a luz y empezó a pedir explicaciones. ¿Por qué no se ha hecho aún? Nadie lo sabe. Por su coste no es, desde luego: la inversión necesaria es de 64 millones de euros, que para el lector puede parecer mucho pero para un Gobierno es pecata minuta.

La actuación en el túnel San Silvestre viene recogida en la ley del trasvase del Condado (aprobada en diciembre de 2018), donde está declarada de interés general del Estado, por lo que el trámite ambiental de la obra corresponde al Gobierno de España. Como la Junta ya tenía diseñado el proyecto -no se sabe qué fue de él entre 2012 y 2018, por cierto-, la idea del ejecutivo central era aprovecharlo para acelerar el proceso de licitación. El secretario de estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, trasladó en diciembre de 2020 a los miembros de la Plataforma su propio calendario: el compromiso fue que en marzo de 2021 el antiguo proyecto estaría actualizado y que en junio saldría a licitación. Entre abril y mayo, por tanto, debería estar tramitada de Declaración de Impacto Ambiental. Llegado el mes de julio la realidad ya había hecho de las suyas: la DIA aún se estaba redactando. “Morán nos dijo que había problemas que la estaban retrasando, aunque no sabemos cuáles eran”. En cualquier caso, el secretario de estado aseguró que él mismo vendría a Huelva para presentar el proyecto a la sociedad onubense en torno al mes de septiembre. Tampoco ha sido así. De hecho, hasta el día 8 del mes pasado (el día de La Cinta, para más señas) no se iniciaron los plazos de la Declaración mediante la recepción del expediente. “Y no sabemos nada más. Solo hay silencio”, sentencia el portavoz de la Plataforma, que ha planteado que se ponga en marcha una mesa de interlocución “para que haya mejor comunicación y todos sepamos en qué situación nos encontramos”, aunque subyace otra idea detrás de esta mesa: “cuando las cosas no se hablan, se olvidan, y este problema ya ha estado olvidado demasiado tiempo”.

La incertidumbre gira en torno a hasta cuándo se podrán demorar los plazos. De momento el retraso es ya de tres meses. La idea era tener lista la DIA antes de julio, para que en octubre se pudiera adjudicar la licitación y a comienzos de 2022 iniciar el proyecto, cuya ejecución se puede prolongar hasta casi tres años. 2025 como poco, pero con el trámite ambiental aún en el aire es difícil saber hasta qué punto del calendario se trasladará la puesta en marcha del desdoble. Mientras tanto no existirá “ninguna garantía de abastecimiento, porque no hay alternativa”. O quizás queda una: rezar para que el pequeño milagro del túnel de San Silvestre siga obrándose, cada día, hasta entonces.

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