Entre los brazos abiertos de Chavela no cabría ya este mundo de hoy, máscraro aún que aquel que ella cantaba con su voz de cristales rotos, pero de hermosos reflejos (seguramente nunca fue tan bello tocar fondo). Y es que este mundo resulta ya más incomprensible que el encomendado por la mentira piadosa de la Vargas, la mentira que era preciso decir: "que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca he llorado". Que ya es decir, que ya es mentir...

Pero más increíble que todo eso es tragarse ahora los sorbos amargos de cada día, la hiel de un planeta desquiciado. Ni Louis de Funes pudo imaginarse tanto en El mundo está loco, loco, loco.

Desde Corea a Washington se tensa un arco que no dispara precisamente flechas. Un majara amenaza con lanzar misiles como si se tratara de jugar a los barquitos en un papel. Y todo un presidente de Estados Unidos lo insulta cual pelea en el lavadero de un viejo corral de vecinos por el robo de unas bragas del cordel.

En Bruselas hay un tipo al que seguir ya por capítulos como si fuera la serie El fugitivo. Poca gente habrá estado como Puigdemont hasta en la sopa. Tiene caldo para rato.

La geografía de los asombros se extiende hasta España, que vive de mentiras más gordas que las de Chavela. Se cuentan a la vez y rápidas, como bancos de peces. A manojos, como cartuchos de camarones. Mentir en España es una pura agitación diaria, el tráfico más corriente de cada mañana. Se miente en cascada, sin reservas ni prejuicios, sin el decoro siquiera de la bonita cadencia de la ranchera. Rajoy se ha puesto un poncho para seguirle a la Constitución el cuento ese de que todos somos iguales ante la ley. De violencia de género será, donde todos los hombres son igual de desiguales a las mujeres. Rajoy -fallaste, corazón- es un experto estafador electoral bien coreado por sus mariachis: la Cospedal, Montoro, De Guindos, Soraya.

Suena de fondo "yo sé bien que estoy afuera, pero sigo siendo el rey". Y la última de Celia Villalobos, un raro mundo de ancianos trabajando con 80 años. "Allá en el rancho grande" en lo alto del andamio o bajo tierra en una mina.

Suena también, entre lamentos de paro y la última ficción de que la crisis está superada, la sordina en la trompeta aguda de tantos escándalos y corrupciones.

La vida se ha vuelto más irreconocible que nunca, menos esperable de lo queya de por sí se espera. El mundo es mucho más raro, pero mucho más, que en la voz de Chavela.

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