Academia Andaluza de Gastronomía

El juego de los 'palos'

  • Un recorrido por los vinos del Marco de Jerez y sus seductoras evocaciones

Copas jerezanas dispuestas para la cata

Copas jerezanas dispuestas para la cata / Raúl Pérez Pellicer

Una semana más de ‘secuestro’ para los que estamos en Madrid. Menos mal que disponemos del lúdico y reconfortante tablero del Juego de Palos.

Ahora nos toca entrar en más honduras, con los duendes de las crianzas oxidativas que armonizan a la perfección con cantes de palos grandes, sobrios y solemnes.

Es difícil determinar el número de ‘palos’ flamencos que existen pero todos los entendidos coinciden en que se pueden distinguir más de media centena de estilos de cante. Unos 50 palos. Aunque los vinos de Jerez estén oficialmente definidos como 10 (fino, manzanilla, amontillado, oloroso, palo cortado, moscatel, pedro ximénez, cream, pale cream y médium), hay muchos más. Y recientemente, y dado el giro hacia la viña y el pago que se está produciendo en la zona, las personalidades de los mismos se van matizando más. Los estilos bodegueros van marcando diferencias entre ellos, aunque sean del mismo ‘palo’ oficial.Un oloroso jerezano con más de 30 años de crianza media, por ejemplo, marca una seriedad, contundencia y robustez que casa a la perfección con un cante por soleá, relajado y solemne, de Don Antonio Chacón. Una experiencia casi religiosa.

Si procede de El Puerto de Santa María, un poco menos vigoroso y más aromático, le regalamos un cante por soleá de Cádiz, compás muy vivo, equilibrado y armonioso. ¿De La Perla de Cádiz? ¿de Fosforito?

La mágica ambigüedad del verdadero palo cortado, su misteriosa imprecisión, son la sublime constatación de la obra del duende. De lo que es capaz de hacer con una bota y una tiza. Lo mismo que Manuel Morao a la guitarra y Manuel Agujetas al cante por seguiriyas, ese palo repleto de matices y cambios de tono, sin duda, uno de los más difíciles de interpretar. Un cante por seguiriya y una copa de palo cortado convierten la tristeza de mi encierro en un quejío de arte.

Para momentos dulces, cantes de ida y vuelta. Una guajira de Arcángel y la viola de gamba de Fahmi Alqhai (La Accademia del Piaccere) con una copa de uno de esos creams jerezanos y cosmopolitas. ¿Volveremos a viajar? Y para un moscatel chipionero, de arena y sol, Rocío Jurado cantando por fandangos de Huelva.

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