Pasarela

Un deseo para cumplir en Sevilla

  • Cayetana y Alfonso Díez se casan a la una de la tarde con la ausencia, por enfermedad, de Eugenia Martínez de Irujo.

De los comentarios de broma se pasaron a las apreciaciones exclamativas, como si no conocieran a esta noble que, en la más pura acepción de este término, siempre ha ido con la sinceridad por delante y con un pie en otro tiempo. Algún confundido la mete en la bolsa de ese famoseo de usar, tirar y pisotear que se ha impuesto en proporción a la multiplicación de informaciones y horas televisivas. No era un más, aunque los reporteros le pusieran la alcachofa sin miramientos y tomatearan colocando sus gestos en cámara lenta. Ella ya estaba ahí, por encima de las páginas, desde tiempo atrás. Enamorada del arte, de Sevilla, de la vida a borbotones, como sus largos veranos entre la Costa del Sol, San Sebastián e Ibiza. Doña Cayetana no es el típico personaje de revista, que se luce de forma impostada y busca la portada a toda costa. Ella es su pasado, que tutela en los libros y en tantas estancias que son museos; y sobre todo su presente, que es lo que siempre ha rebañado en cada momento. Por eso ahora afirma que se ha empeñado durante los últimos años en hacer realidad el sueño que cumple hoy: una boda con su amor, Alfonso Díez, cuando ella ha soplado 85 velas y es un cuarto de siglo mayor que el hasta hace poco anónimo funcionario palentino. Las revistas, precisamente, retrasan un día su salida para captar lo que suceda en esta radiante mañana en Sevilla.  

Tantos impedimentos que observaron los demás sobre esta boda nunca le hicieron torcer el brazo, uno de esos delicados miembros de anciana venerable que aún sostienen los músculos de las ideas claras y la firme ambición propia de ser la dueña de su destino. Para Dueñas, sólo las de su palacio sevillano. Los recelos todavía aparecerán en las ausencias de hoy, pero la duquesa quería formalizar de una vez esa relación de charlas y viajes, de veladas al atardecer y miradas cómplices. Tras un par de años de contratiempos con sus hijos por este deseo nupcial, en el que se temían las intenciones materiales de Díez, avivadas por los corrillos fuera y dentro de los medios, en este pasado mes de julio María del Rosario Cayetana firmaba su testamento en vida en que acordaba el reparto de su multimillonario patrimonio. Su hijo Jacobo y su actual esposa, Inka Martí, alzaron algo la voz sobre las propiedades en Baleares, pero se ha originado un silencio de respeto a la patriarca de los Fitz-James Martínez de Irujo, apellidos que guardan ecos ingleses, conquistas por Europa y atávica raigambre castellana.

A la duquesa de Alba, le preparaban obituarios y loas plañideras, en un declive que parecía imparable hace poco más de cuatro años. Una operación, a cargo del doctor Trujillo, uno de los invitados de hoy, y una recuperación digna de esas personas que nunca se dieron por vencidas le hicieron abandonar la silla de ruedas. Mientras se incorporaba del asiento en que estaba postrada ascendía su amor por Alfonso, al que no quería ocultar más allá de lo preciso. Primero quiso contar con las impresiones de sus mejores amigos, Carmen Tello (madrina de esta mañana tan especial) y Curro Romero o el mencionado doctor. Y hace tres años exactamente los fotógrafos contaron con la foto que querían: la de la pareja. Ademas, ante la venerada imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud, el titular de la hermandad de Los Gitanos. La duquesa decía "sentirse muy sola" y encontró en Alfonso a ese amigo, a ese más que amigo que necesitaba para tener razones para seguir adelante.

Hoy rubrican ante Dios su compromiso en las estancias de palacio, rodeados de casi toda la familia y con la imprevista ausencia de Eugenia, por enfermedad. Sevilla se alegra con esta boda. Por lo que significa y por lo que representa.

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