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pilar larrondo

Sentimiento universal

Las películas románticas no van con nosotros. Mucho menos las de Disney, esas en las que el personaje femenino tiene como un única misión acabar casándose con el apuesto príncipe. El amor, en general, ha quedado desterrado de nuestras vidas porque ya no vende. La inmediatez, la falta de paciencia, la pereza y el individualismo han matado al que creíamos sentimiento universal. No queremos una pareja porque huimos del compromiso, porque la convivencia mejor si sólo es con el gato y porque, en definitiva, nos gusta querernos más a nosotros mismos. De ahí que cataloguemos al amor como ese sentimiento pueril y fantasioso más propio de soñadores que de realistas. Hasta que llega la magia y lo cambia todo.

No superan los 20 años y ambos han conseguido ablandar los corazones más duros de este país. Alfred y Amaia, Amaia y Alfred son el foco de nuestra atención desde la primera mirada furtiva que ambos se dedicaron. Su historia de amor -quizás la primera de ambos- tan natural, auténtica, sana e inocente nos ha encandilado a todos. Verlos en pantalla y musitar un "qué se besen" se ha vuelto costumbre. Por eso, cada vez que actúan juntos las redes sociales arden y cada tuitero se convierte en un Cupido de andar por casa. El pasado lunes, sin ir más lejos, después de su dueto y tras el casi beso que luego fue beso entero los internautas pusieron bocabajo las redes sociales entre palmas, vítores y alegría. Almaia, como llaman cariñosamente a la pareja, ha demostrado que en el fondo de nuestro ser el amor nos gusta, nos encanta, nos apasiona y hasta lo anhelamos.

Que Julia Roberts acabe con Richard Gere en Pretty Woman nos parece una gran falacia y una forma edulcorada de tratar la prostitución, la historia de Noah y Allie en El diario de Noah nos resulta la mayor pastelada del universo y que Desayuno con diamantes acabe en beso nos parece una forma de enjaular al espíritu libre de la señorita Holly. Pero luego aparecen un par de chavales en televisión, se gustan, se buscan, se enamoran y se besan y todas las mariposas de Vietnam revolotean en nuestras tripas. Entonces el amor deja de ser ñoño, enamorarse vuelve a estar de moda y todos queremos que alguien nos mire como Alfred a Amaia cuando ella está cantando.

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