Pasarela

A mí plin, yo soy Miguel Bosé Dominguín

  • Miguel Bosé nos dejó con la palabra en la boca y una entrevista inconclusa

  • Quería hablar de su libro y creo que con la mayoría disertó sobre la obra; yo, en cambio, me quedé con las ganas

Miguel Bosé.

Miguel Bosé. / Chema Moya / Efe

Cuando uno entrevista a un divo, corre el riesgo de que le manden a hacer gárgaras por cualquier excusa peregrina e incluso por un argumento fundado: "No me gusta esa pregunta, hemos terminado". Tocaba cita telefónica con Miguel Bosé Dominguín, y a él plin, como decía su divina prima Carmina Ordóñez Dominguín, o sea. Y la cosa no fluyó. No fue un coitus interruptus, ciertamente, porque no llegamos ni a hacer manitas. Lástima.

Está de promoción el buen señor de unas memorias tituladas El hijo del Capitán Trueno (Espasa) y, supongo que sería cosa suya, no cabía un alfiler en su agenda con los medios. Quería hablar de su libro y creo que con la mayoría disertó sobre la obra; yo, en cambio, me quedé con las ganas. Y perdón por meterme en la historia.

Le arrea fuerte y flojo a su padre, Luis Miguel Dominguín, por la cera que le dio de niño y adolescente por "ser maricón". Su madre, Lucía Bosé, sale mejor parada, aunque también echó en falta sus abrazos. Reme, la Tata, es la única que salva de la pira. Aquellos recuerdos de una familia bien, siendo el patriarca el torero del régimen franquista y la matriarca la mujer más bella del mundo, son desmenuzados por el autor, que se autorretrata como un crío tímido, lector, amante de la naturaleza... Un buen chaval, como tantos otros.

También asoman por sus páginas su estrecha relación con Pablo Picasso, el safari casi letal a África, la bella figura de Helmut Berger, su padrino Visconti, los amantes de sus padres... y cierra el libro con el concierto en el Florida Park del Retiro en 1977, primer hito de su aplaudida carrera musical y un "ahí lo llevas" a su machista padre, que nunca creyó en él.

Total, pretendía mantener una charla distendida y zumbona con el artista para hablar del libro de marras, sin entrar en honduras de Covid o de drogas o de asuntos espinosos, salvo los que él mismo relata en sus páginas, pero andaría fatigado con tanto estrés mediático o acaso las preguntas le parecieron infantiles o impertinentes, impresión que descarto por las entrevistas que sí publicaron mis colegas en sus medios, y no pudo ser.

La (no) entrevista con Miguel Bosé

Siento haber fallado a mi periódico y a mi legión de lectores, no tantos, Dios me libre, como fans tiene el cantante, pero la (no) entrevista es impublicable en papel por falta de material. El señor Bosé Dominguín, y a mí plin, me dejó con la palabra en la boca. Lástima. Reproduzco ahora la brevísima charla:

- Me han dicho que sólo le pregunte por su libro. Si toco otros asuntos, ¿me hará como Paco Umbral le hizo a Mercedes Milá?

- Exacto.

-¿Se levanta y se va?

- Apago.

- Hago la entrevista con algo de jindama, como la que usted le tenía a su padre de niño, porque cuentan que es un poco borde...

- Si no hablamos del libro, apago. Llevo dos avisos, ya sabe que soy familia de torero.

- De un torero genial, por cierto. Su madre murió al principio de la pandemia. ¿Estaba al tanto de que usted escribiría sobre la famiglia?

- Mi madre lo leyó, sí. Le pareció fantástico. Dijo que eran unas memorias bellas.

- Creció rodeado de cultura: tauromaquia, cine, literatura, pintura... Una niñez muy alejada de los personajes dickensianos.

- Muy alejada totalmente. Era una existencia del Olimpo, el lugar de los dioses.

- ¿Cambiaría su excepcional vida, como pone en la faja del libro, por la anodina y sencilla existencia de Juan de la Huerga, por ejemplo?

No sé si tu vida es tibia, pero si lo es, no la cambio por la mía.

- Escribe su biografía en el momento en el que más se le ha criticado. ¿Tenía necesidad de dar explicaciones?

...

- ¿Hola? ¿Sigue ahí?

...

Sólo quiero comentarle que si viene por Sevilla me quedaron pendientes 18 preguntas y lo mismo cara a cara le apetece terminar la entrevista. Ya sé que a usted plin, pero yo dispuesto a fumar la pipa de la paz. O a que me eche el humo en la cara. Sin mascarilla, of course.

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