Pasarela

Jaime de Mora, el hermano más díscolo de Fabiola

  • Sus excentricidades lo mantuvieron alejado de la reina de Bélgica, si bien también lo consagraron como uno de los referentes de la 'jet set' marbellí durante décadas.

Siempre dijo que el día que su hermana falleciese permanecería sentado fumando en el sofá y no movería un músculo. Así de distante era la relación que mantenía la desaparecida reina Fabiola de Bélgica (cuyos restos mortales fueron trasladados ayer al Palacio Real de Bruselas antes del funeral que se celebrará el próximo viernes) con su hermano Jaime, con el que nunca llegó a entenderse.

Jaime de Mora y Aragón hizo de la excentricidad su forma de vida. No necesitaba ni monóculo ni bastón pero estos dos elementos le acompañaron durante décadas como parte del personaje bohemio que comenzó a forjar cuando era sólo un adolescente.

A pesar de haber estudiado en los colegios más distinguidos de Europa y de haber tenido como compañeros de pupitre a personajes tan ilustres como Rainiero de Mónaco o el Shah de Persia, presumía de ser un golfo y de vivir la vida como le daba la gana. Jaime de Mora y Aragón nunca llegó a congeniar con su familia, que lo desheredó, y mucho menos con Fabiola, a la que consideraba una "rancia". "No me extraña que no tengan niños, si no los saben encargar, sólo rezan", decía públicamente sobre los reyes belgas.

El distanciamiento que mantuvo Jaime con su hermana Fabiola fue tal que hasta se le prohibió acudir a la boda de ésta. Aunque no le vetaron la entrada a Bélgica, sí le aconsejaron que no acudiera al palacio de Laeken ni a la finca de Motril donde solían pasar los veranos su hermana y su cuñado Balduino. "Nunca fui correspondido por ella, pero sé que me tenía cariño", llegó a decir en una ocasión. Y lo cierto es que algo de verdad tendrían aquellas declaraciones, porque la reina de Bélgica, que nunca congenió con el carácter fiestero y vividor de su hermano, llegó a perdonar sus locuras para recibirlo en palacio y salvar diferencias. Aún así, la monarca prefirió no acudir a darle el último adiós el día de su muerte.

Pero si por algo fue realmente conocido el hermano díscolo de la reina Fabiola fue por su vinculación con la 'jet set' de Marbella, de la que fue imagen durante varias décadas.

Fue su carácter lo que llamó la atención del magnate Khassogi, que confió en él y lo contrató como asesor de inversiones en la Costa del Sol, lo que no hizo más que afianzar su relación con los personajes de la 'jet set', a pesar de que gran parte de la aristocracia lo había repudiado con antelación. Junto al príncipe de Hohenlohe, a quien Jaime cariñosamente llamaba 'Ole Ole', y Gunilla Von Bismarck, fue una de las figuras omnipresentes en las fiestas marbellíes. Tanto es así que su cumpleaños, a mediados de julio, era una de las fiestas más esperadas cada verano.

Su carácter fiestero lo había ido forjando desde su juventud. Puso en marcha varios locales de copas en las zonas más exclusivas de Madrid, Barcelona, Sitges y Marbella y no le importó tener que hacer de camarero en más de una ocasión. "Tenía que ganarme la vida porque teníamos blasones pero no efectivo", dijo una vez. Y es que al hermano de la reina Fabiola nunca se le cayeron los anillos a la hora de buscarse la vida, aunque eso sí, siempre con un traje inmaculado y hecho a medida por los mejores sastres.

De joven vivió en un camión con el que recorrió gran parte de Estados Unidos; en París tocó el piano en un café en el que congenió con Sartre y en Buenos Aires compitió en lucha libre y salía al ring con una capa española y sombrero de ala ancha. Tuvo también sus devaneos con el mundo del espectáculo y no le importó actuar con bata y rulos de mujer a cambio de algunas pesetas en una película de Vittorio de Sica. Pero ésta no fue la única vez que se dejó ver en la gran pantalla. En su etapa de actor, Jaime participó en varias películas españolas como Un adulterio casi decente, Las personas decentes me asustan o Una señora llamada Andrés, siempre con la condición de que pusieran 'Don' antes de su nombre en los créditos iniciales. Se retiró del cine con Pepito Piscina, en 1976.

Hasta sus últimos años fue un enamorado de Marbella, a la que siguió ligado en la etapa de Jesús Gil como jefe de la oficina de Turismo de la ciudad.

'Fabiolo', como lo llamaban algunos, presumió toda su vida de golfo y, durante una etapa, también de no pagar las facturas de los grandes hoteles en los que se alojaba ni de los sastres que le cosían. Su cara dura fue tal que hasta llegó a empapelar una de las habitaciones de su casa madrileña con las letras de todas las deudas que tenía pendiente. Aún así, el hermano de Fabiola fue hasta su muerte una de esas personas que disfrutó de los buenos momentos de vida sin importarle en absoluto lo que pudieran pensar los demás.

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