boda en mónaco

Charlene ¿y fueron felices?

  • Con fiesta hasta el amanecer y colofón nupcial de fuegos artificiales, la princesa monegasca inicia su nueva vida con un duro contrato matrimonial y sin disiparse los nubarrones sobre Alberto de Mónaco

Charlene Wittstock ya es la princesa Charlene de Mónaco, privilegio para la ex nadadora sudafricana que deberá compatibilizar con filosofía para la prueba de paternidad que ella misma habría exigido sobre una demanda contra su marido, el príncipe Alberto. La tensión contenida en la pareja fue perceptible durante las ceremonias nupciales, pero el soberano Grimaldi se desvivió en gestos hacia su mujer que cumplió de sobra su papel de deslumbrar al mundo y convertirse en una nueva seña de identidad del principado. Se ciernen nubarrones sobre el recién estrenado matrimonio y proliferan detalles en la prensa francesa de las duras condiciones del contrato matrimonial que estipula que Charlene no podrá exigir el divorcio en el plazo de cinco años y que debería de concebir un heredero durante este tiempo.

Pese a los disgustos de los hijos ilegítimos y las demandas de paternidad, la pareja disfrutó de su noche, la de la cena del sábado, coronada por una tarta adornada con mil flores de azúcar. Un pastel de siete pisos, de metro y medio de diámetro y dos y medio de alto, relleno de compota de grosellas y mousse de vainilla, que degustaron los 500 invitados, además de una selecta comida y baile a discreción. Un dulce colofón a una boda que parecía que no iba a celebrarse. Las instalaciones de la Ópera de Mónaco fueron el entorno del ágape que constó de barbagiuan, una clase de raviolis vegetales; hortalizas y mújol marinado; trigo cocinado con verduras criadas en tierras monegascas; y un revuelto de langostinos, pescado y pulpo como homenaje a la tradición marinera del principado, todo regado con vinos sudafricanos y franceses.

En la mesa principal se encontraban las familias y de forma perpendicular las representaciones reales, con la ausencia española, mientras que el resto de invitados se dispuso en mesas redondas de diez plazas. Una fiesta que calmó los ánimos en palacio.

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