Aunque hay muchas cantantes que triunfan en estos días, la primera década del siglo XXI ha estado marcada, indiscutiblemente, por dos nombres: Lady Gaga y Miley Cyrus. Cada una de ellas atrae a un segmento de público de una determinada edad y, no cabe duda, ambas han creado, a su modo, estilos muy personales que trascienden la música alcanzando incluso a la moda y a la forma de vida.

Todos nos sorprendimos cuando vimos aparecer en nuestras pantallas a una desconocida rubia, hortera hasta la saciedad, que se saltaba a la torera eso de 'provocar, no enseñar'. Todo hubiera quedado ahí si no fuese por el inmenso talento que acompañaba al exceso andante que representa Lady Gaga.

Su mayor éxito es que ha conseguido lo que pretendía: provocar reacciones, que se materializaron en ventas millonarias de su primer disco, The Fame, nominaciones a pares para los Grammy de 2010 y el más difícil todavía... que la gente hable de su música casi tanto como de su imagen. La denominada 'gagamanía' acababa de convertirse en un verdadero fenómeno de masas.

Y lo mejor de todo es que Stefani Joanne Angelina Germanotta -que éste es el auténtico nombre de esta compositora y cantante estadounidense- no sólo ha logrado suscitar polémica debido a su homosexualidad y su supuesto hermafroditismo, sino excelentes críticas a su prodigiosa voz y su nuevo estilo musical, una mezcla entre el glam de David Bowie o Queen y la vena pop de Michael Jackson o Madonna.

2009 ha sido el año, también, en el que la protagonista de Hannah Montana se ha hecho mayor. Miley Cyrus o, lo que es lo mismo, la 'gallina de los huevos de oro' de Disney ha volado del nido y ha dado sus primeros pasos con Breakout. Considerada la artista juvenil mejor pagada del mundo, Miley ha visto este pasado año cómo su disco se catapultaba a los primeros puestos de las listas de ventas de medio mundo con temas como Party in the U.S.A, uno de los sencillos más tatareados por los adolescentes en 2009.