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Isaki Lacuesta. Director y guionista

"Se ha impuesto una noción muy estrecha de lo que es el cine"

  • El director de 'La próxima piel' inauguró ayer el ciclo 'Escribir el cine', que continúa este jueves en Santa Clara.

Con La próxima piel estrenada recientemente, Isaki Lacuesta recibe mañana el III Premio Rosario Valpuesta que concede la Universidad Pablo de Olavide. Anoche, además, inauguró junto a Luis Bermejo, Laia Marull y Santiago Fillol la quinta edición del ciclo Escribir el cine, organizado por la Casa de los Poetas en el marco del SEFF, que celebra también mañana, en el Espacio Santa Clara, su segunda y última jornada con Ángel Illarramendi, Aaron Rux, Fernando Infanti y el profesor y crítico de cine de Diario de Sevilla Manuel J. Lombardo en la mesa de invitados.

-Viene para hablar de su proceso de escritura y creación, que usted suele realizar siempre de la mano de su pareja, Isa Campos. ¿Qué dinámica siguen?

-Me cuesta pensar en ello con distancia, porque llevamos tantísimo tiempo trabajando juntos... Trabajamos por consenso, nos complementamos. Tal vez ella sea mejor que yo explicando a los actores los pequeños cambios de emoción, los pequeños cambios psicológicos, ella es más fina en eso, y quizás yo tenga más experiencia en la puesta en escena. Caricaturizando un poco, algo así sería.

-Acaba de estrenar en salas La próxima piel. ¿Es su película, entre comillas, para entendernos, más convencional y accesible?

-Creo que es la más clásica, que no es lo mismo que accesible. Yo creo que La leyenda del tiempo, por ejemplo, es una película muy accesible, muy empática, que habla de cosas normales, y no creo que haya nada en ella que nadie pueda quedarse sin entender. Pero como tiene una forma próxima al documental, hay mucho público que no la vería por ciertos prejuicios. Ahora estamos preparando la continuación, por cierto. Hemos rodado ya alguna secuencia porque había cosas que no se podían retrasar, un parto, sin ir más lejos, pero el grueso del rodaje lo haremos a partir de enero si todo va bien.

-¿Cuál va a ser el planteamiento en esta ocasión?

-Volvemos a San Fernando, claro, y nos centramos en la parte de los dos hermanos, Israel y Cheíto. Se trata de contar dónde están ahora. Los dos han tenido mogollón de hijos, Cheíto es militar, Israel está en paro, buscando curro ahora, maniobrando como puede, y uno de los temas va a ser ése, cómo buscarse la vida hoy en España. A ellos les apetecería hacer algo más en la línea de Murieron por encima de sus posibilidades, con tiroteos, con acción, con "escenas fuertes ahí", como me decía Isra el otro día. Tengo algo especial con La leyenda del tiempo. Me da un poco de miedo rodar ésta, no por si sale un churro, que oye, si sale mal, pues sale mal, ya está, sino por el recuerdo de aquella experiencia, que fue cojonuda, tanto que la siento casi como si hubiera sido mi verdadera primera película.

-La próxima piel recibió seis premios en Málaga y en 2011 ganó la Concha de Oro en San Sebastián por Los pasos dobles...

-Una forma de equilibrar el karma. Ahora que no tengo público me dan los premios [risas].

-A eso más o menos me refería. Ha tenido el reconocimiento de la industria, pero sigue en tierra de nadie, con un pie en el cine industrial y otro en uno muy distinto, que escapa de esos moldes...

-Entre dos aguas, ¿no? Así se va a titular la continuación de La leyenda del tiempo, aunque no tiene nada que ver con el tema de Paco de Lucía. Hace unos años me hicieron una retrospectiva en Florencia y se tituló así, Entre dos aguas. Me gusta trabajar así, creo que cuando las cosas tienen una dimensión un poco imprevista, incluso cuando hay algo que no es del todo adecuado, es cuando te rozan más. Y hay que rozarse, porque de lo contrario las cosas nos traspasan y ni nos damos cuenta. Me siento cómodo donde estoy, aunque tampoco es que lo haya buscado, ha sido todo muy natural.

-¿Y dónde está? ¿Cómo percibe su evolución como cineasta?

-Diría que siempre he querido hacer películas muy distintas entre sí. El cine es tan amplio y admite tantos registros que siempre he tenido ganas de probar distintas formas de hacerlo. Igual que como espectadores a todos nos gustan cosas muy diferentes, ¿no? Sigo en eso, intentando aprender nuevas formas de hacer películas.

-Antes ha mencionado Murieron por encima de sus posibilidades. ¿Es una espinita clavada?

-Sí, lo es. Unos pocos amigos nos sentamos en un bar y dijimos: no tenemos financiación para hacer la película, hagámosla entonces como queremos nosotros, autofinanciada, en cooperativa. La idea, por supuesto, era que el equipo cobrara, es decir, demostrar que la película respondía a un modelo viable. Y se demostró que no [risas]. Fue un fracaso, sobre todo porque el equipo no cobró.

-Habla del aprendizaje como el gran motor para hacer cine. ¿Qué ha aprendido en estos años?

-Uf... ¿Mucho? ¿Nada? Aparte de cosas técnicas, llegué a una conclusión en el rodaje de La leyenda del tiempo: para mí, lo más importante de hacer cine es el poder convivir con personas y tener acceso a cosas que de otra forma no conocería. También como espectador. Al final, lo que conozco de Irán es a través de Kiarostami, igual que lo que conozco de Baltimore es a través de The Wire. El cine ha perdido ese papel, pero me interesa mucho más ese tipo de experiencias vitales que lo me atraía al principio, que era contar cuentos.

-Con Cravan vs. Cravan o La leyenda del tiempo fue uno de los pioneros de esas formas híbridas, a caballo entre el documental y la ficción, que hace años eran muy desacostumbradas en el cine español. ¿Cómo llegó a esa concepción?

-Es curioso porque en realidad son formas muy antiguas, en los años 20 ya lo hacían, y mejor que nosotros, Vigo y Vertov, o Vardá en los 50... Vienen de muy lejos y parece que se olvidan. Para mí fue clave ver en la facultad El encargo del cazador de Jordá, y José Luis Guerin también. Nos enseñaron que eso se podía hacer aquí.

-De forma extremadamente lenta y tímida, el cine español va abriéndose a autores con otra sensibilidad, con otro canon, usted mismo o Carlos Vermut, por citar sólo dos. ¿Qué opina de esa etiqueta del otro cine español?

-Me cuesta mucho pensar en esos términos, nunca he visto así el cine. Creo además que es una separación reciente, mis padres o los padres de cualquiera en los años 70 veían Dersu Uzala o las cosas de Truffaut y no les parecía algo raro. Ahora se percibe de una forma muy estrecha lo que se supone que es el cine y sólo puedo ver con estupor que se haya impuesto esa noción. Seguramente hay un deseo de quedarse todo el pastel por parte de las majors americanas, que apuestan por un cine muy determinado, muy predefinido, cuando en Estados Unidos se hace cine de todo tipo y además son acojonantemente buenos haciéndolo, pero se apuesta por el monocultivo, por el consumo rápido.

-En ese contexto, ¿para qué sirve un festival de cine?

-Es como un invernadero. Las flores que no son sólo ficus sobreviven, por decirlo así. Es maravilloso poder ver estas películas en una buena sala, recordar que es una experiencia distinta a la del ordenador; ni mejor ni peor, o mejor en unas cosas y peor en otras. Yo veo muchísimas películas en y de internet, pero es como los libros de cuadros: fabulosos, mientras sepamos que son ilustraciones y que la experiencia del cuadro es otra.

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