El rey | crítica seff

El bálsamo para los convencidos

Willy Toledo en 'El Rey', de Alberto San Juan y Valentín Álvarez.

Willy Toledo en 'El Rey', de Alberto San Juan y Valentín Álvarez.

Mientras parpadeaba en la pantalla este acto de derribo de la Transición a uno le daba por pensar en el cine político de aquella época, en la generosidad, por ejemplo, de cineastas como los hermanos Bartolomé, ellos que ya en caliente supieron de las renuncias y los apaños –qué dos subtítulos aquellos: “No se os puede dejar solos”, “Atado y bien atado”– en la complicada y tumultuosa coyuntura. Allí, eso sí, hablaban los españoles, y vaya españoles, y los vibrantes trazos recogían esa energía de la virtualidad a la que se llega desde el respeto, más allá de que los sostuviera un sesgo ideológico.

Teatro del Barrio no tiene ya que preguntarle nada a nadie, y las metamorfosis son aquí las propias que genera el huis clos teatral, donde los actores interpretan a las personalidades en tanto que fantasmas funestos (Juan Carlos I, Felipe VI, Suárez, González, Franco, Carrero, Cebrián...) que poseen por turnos al trío protagonista. Este ritual, como era de esperar, no recuerda a Oshima o Pintilie, tampoco a nuestro Regueiro, huérfano como está de cualquier pensamiento formal o rítmico. De haber existido, por otro lado, hubiera puesto en peligro la eficacia de la arenga.