El Traidor | Festival de cine de Sevilla

Los fantasmas de la conciencia

Pierfrancesco Favino es Tommaso Buscetta entre las sombras en 'El traidor'.

Pierfrancesco Favino es Tommaso Buscetta entre las sombras en 'El traidor'.

Al Tommaso Buscetta de Bellocchio lo asaltan los fantasmas y las pesadillas, imágenes siniestras de sus hijos y hermanos muertos, la de su propio entierro estando aún vivo, pero sobre todo la de aquel primer crimen cobarde que marcó para siempre su destino como miembro de la mafia siciliana. Buscetta no se ve a sí mismo como un pentito ni como un traidor, es un hombre cansado y expulsado que se entrega a la confesión (en complicidad íntima con el juez Falcone), determinante históricamente para conocer la estructura, la jerarquía, la nomenclatura y las dinámicas internas de la Cosa Nostra, como un acto de justicia y dignidad después de ver cómo los suyos han ido cayendo uno a uno en un macabro contador de plomo a manos del capo corleonés Totò Riina, el pobre campesino frío y desalmado que dinamitó las reglas y códigos de honor de las familias con una escalada de asesinatos sin precedentes.

Con El traidor, Bellocchio completa una personal trilogía sobre la Historia (que es también una historia criminal) italiana del siglo XX tras Buenos días, noche, sobre el terrorismo de las Brigadas Rojas y el secuestro de Moro, y Vincere, sobre el ascenso de Mussolini y el fascismo. En el tránsito al digital, a pesar de algunas rugosidades, prótesis y descuidos, el director de Las manos en los bolsillos ha encontrado una nueva densidad operística de perfiles surreales para su relato en forma de puzzle temporal que pasa por la expresión y la palabra de un extraordinario Pierfrancesco Favino, cuerpo coqueto y sufriente que atraviesa el relato desde el prólogo siciliano, la partida a Brasil, el regreso confesional a Italia, en las largas secuencias procesales (en tres tiempos) que reproducen fielmente la bufonada esperpéntica original de los confronti, y el posterior exilio anónimo en Estados Unidos junto a la familia con la pesada carga de la memoria, la conciencia y la inacción.

Retratado como un héroe trágico de las vergüenzas de todo un país, de las que tampoco escapa el mismísimo Andreotti a la cabeza de un Estado corrupto y cómplice hasta las entrañas, entre fogonazos zoológicos de ratas, hienas y tigres enjaulados, el Buscetta de Bellocchio es ya uno de esos personajes memorables para la historia del cine italiano.