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Cultura

Plagiar (o reelaborar) la vida

  • El director Enrique Urbizu, el guionista Michel Gaztambide y la artista María Cañas reflexionan sobre la inspiración en el ciclo 'Escribir el cine'.

Julio Medem embarcó al guionista Michel Gaztambide en el proyecto de Vacas con apenas dos elementos, ese título que tenía claro para el filme y una imagen evocadora, la de un hombre que lanzaba un hacha que se adentraba en el bosque y se clavaba en un árbol. "Y aquella no era ni siquiera la primera escena", relata uno de los profesionales más sólidos de la cinematografía española, ganador del Goya por No habrá paz para los malvados. Gaztambide participó ayer junto a Enrique Urbizu, el director con el que ha desarrollado gran parte de su filmografía (La vida mancha, La caja 507, No habrá paz...), y la sevillana María Cañas en el ciclo Escribir el cine, promovido por la Casa de los Poetas en colaboración con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, una charla que buscaba delimitar los puntos de partida y las premisas que los creadores dan por válidos a la hora de iniciar una historia.

Gaztambide señaló como clave para su oficio la pasión. "Si no estás apasionado por un proyecto", sostiene, "no lograrás una película que pueda palpitar o respirar y que al público le emocione y le interese". Pero para arrancar el proceso de escritura están, precisa, "el sentido común y la intuición", cualidades que prefiere a la inventiva. "La imaginación tiene cosas buenas, pero también espantosas", entre ellas esa capacidad para encallarse en algunos motivos a los que han recurrido anteriormente. "Enrique y yo nos repetimos más que el ajo", confiesa el guionista, y por ello "intentamos liberarnos de nosotros mismos y dejamos que el exterior nos inspire. Plagiamos la vida de alguna manera".

Así, la realidad acaba siendo el motor que impulsa a Gaztambide y a Urbizu. "Jorge Guerricaechevarría [colaborador habitual de Álex de la Iglesia] dice que Álex y él no necesitan un tema, pero nosotros sí", manifiesta Urbizu, para quien "la primera obligación de un creador es el retrato de lo contemporáneo, de lo que nos rodea". Es una lección que el director ha aprendido e intenta inculcar a los jóvenes a los que enseña. "A los 20 años la cinefilia lo cubre todo, pero yo les insisto en que eso no es suficiente", dice un realizador que de su "cabreo con la política, con la corrupción" levantó La caja 507 y que de su interés por el 11-M hizo No habrá paz para los malvados.

Urbizu es "uno de los pocos directores españoles en cuya obra lo dialogado está muy depurado, y la potencia narrativa, la sugerencia de sus películas, reside en la imagen", como valora el crítico de Diario de Sevilla Manuel J. Lombardo, que moderó la mesa redonda. El realizador encuentra en el guión elaborado junto a Gaztambide las pistas para desplegar ese talento. "Si escribimos que la mano de un personaje se mete en un bolso, ya sabes que lo que vas a filmar es esa mano, no un plano general", comenta.

Tanto Urbizu como Gaztambide reconocen que pese a estar en la parte más visible de la industria nunca han trabajado bajo encargo. Quizás por ello los dos hallaron semejanzas con la libertad de María Cañas, que se inspiró para Sé villana (La Sevilla del diablo) en Orson Welles, Cernuda ("El sur es un desierto que llora mientras canta"), Gonzalo García Pelayo o Juan Sebastián Bollaín. "Duchamp decía que el arte es un juego del hombre con todas las épocas, y eso es lo que yo hago", explica una autora que en su "cinefagia militante" disfruta "juntando lo que en teoría no se puede juntar, crear cortocircuitos con ello". Las jornadas de Escribir el cine continuarán hoy, a las 20:00, en el Espacio Santa Clara.

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