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Felipe VI

Leonor y Sofía o el abuelo tiene un plan

  • Ausente en la ceremonia de proclamación y en la recepción, Juan Carlos I sólo se dejó ver en el balcón.

LOS balcones son las plateas de los pueblos, decía Flaubert en Madame Bovary. Madrid no es Yonville, el pueblo normando donde transcurre la madre de todas las novelas modernas. El nuevo Rey de España acababa de darle el premio Cervantes a don Quijote. "No es un hombre más que otro si no hace más que otro". ¿Qué ha hecho su padre por España más que otros?

12 horas 41 minutos. Se abre la puerta del balcón central del Palacio Real que da a la plaza de Oriente. ¿Se asoman para ver o para ser vistos? Una ceremonia interactiva. Es la única aparición pública en toda la jornada de Juan Carlos I en el primer día de reinado de su hijo Felipe. La princesa Leonor (Madrid, 31 de octubre de 2005) tiene ocho años. Su hermana Sofía (29 de abril de 2007), tiene siete. Los que tenía su padre cuando asistió a la proclamación de su padre dos días después de la muerte de Franco. Gallego y Rey, habrá pensado alguna vez Forges al recordar la estampa del antepenúltimo jefe de Estado asomado a este mismo balcón junto a su sucesor.

El padre del Rey, el rey padre, se coloca a la izquierda de la estampa familiar. A la derecha, la reina Sofía. Se casaron en 1962, el año del Mundial de Chile, palabra que ayer era tabú en los mentideros balompédicos. Los cónyuges de antaño nacieron el mismo año de 1938, en plena guerra civil. Juan Carlos, en Roma, hijo y nieto de exiliados. Sofía, en la población griega de Psykhikó. Sus nietas mueven las manitas para saludar al pueblo de Madrid trufado de un importante aluvión de curiosos y turistas. Sofía mueve una mano y con la otra se protege del sol de justicia de la mañana. Leonor está tan concentrada que apenas presta atención a las carantoñas de su abuelo, que le acaricia la mano sin obtener reciprocidad. No es una foto fija: primero la reina Letizia, después la reina Sofía, se mueven de sus respectivos lugares para besar al cabeza de familia. Casi 39 años de reinado -es importante no haber llegado a los cuarenta, que el vulgo asocia con quien lo tuteló- resumidos en tres minutos. Estampa de femenino plural. Dos hombres y cuatro mujeres: dos reinas, una princesa, una infanta. Dos niñas que ayer se dieron en los saludos una vuelta por la España de las autonomías; lo llevan en la sangre, hijas de quien ha sido príncipe de Asturias, Girona y Viana. Dos niñas nacidas en el mandato de Zapatero. Falta un Felipe. Nombre-insignia de la España democrática. Felipe de Borbón accede a la Jefatura del Estado, primer Rey constitucional, a la edad de 46 años, los que tenía su padre cuando llegó a la Moncloa Felipe González Márquez el 28 de octubre de 1982. En aquel histórico triunfo de los socialistas, el primero desde la República, el inquilino del balcón tenía catorce años, en puertas del capitán de quince años de Julio Verne.

El tiempo se detiene en el balcón, que para las familias vulnerables de las que habló el Rey en su discurso es la metáfora de un volcán sin el mezcal de Malcolm Lowry. El Rey quiere estar pendiente de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, la broma que gastaba Antonio Machado, el primer nombre propio de su discurso, con la tiza de Juan de Mairena. Los nuevos Reyes de España repiten el trayecto de hace diez años, la boda agridulce del 22 de mayo de 2004 apenas dos meses después de los atentados del 11 de marzo. Con el tránsito de príncipes a Reyes, parece que Letizia Ortiz, que fue reina de los telediarios, pasa ahora a estar casada con todos, como la película de Kim Basinger.

Los dos, padre e hijo, lucen idéntica indumentaria castrense con esa lista diagonal que recuerda la camiseta del Rayo Vallecano o de la selección de Perú, país al que pertenece el Callao que da nombre a la estación de Metro en la que iniciaron el desfile militar. El Rey saliente es el tercer hombre de esos pactos de Estado que trazó con sus dos confidentes favoritos, Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. Hay varias ternas en las estampas de esta jornada iniciática. Paseíllos de los tres ponentes de la Constitución que han sobrevivido a la más inapelable de las leyes, la del tiempo: Miguel Roca Junyent, Miguel Rodríguez Herrero de Miñón y José Pedro Pérez Llorca; de los tres presidentes que gobernaron entre octubre de 1982 y noviembre de 2011: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero; a Mas y Urkullu, que jugaron a don Cicuta, les faltaba otro para completar la terna de los inconformistas.

¿Qué veían Leonor y Sofía desde el balcón del Palacio Real? Lo suyo es una variante laica de la primera comunión, Dios libre a su padre de pisar ese charco, por eso la palabra fe sólo la mencionó cuando renovó su "fe en esta sociedad". Las niñas verían banderas de España repartidas por la revista ¡Hola!, más monárquica que los Habsburgo; gente arracimada junto a las estatuas de la plaza de Oriente. La mayoría reyes godos, incluida doña Berenguela, la madre de Fernando III a la que unos partisanos levantiscos tomaron por la madre de Berenguer según cuenta Agustín de Foxá en Madrid de corte a checa.

Los Reyes subieron al balcón después de pasar por Neptuno y Cibeles despoblados de aficionados al fútbol. Los leones de las Cortes apoyaban un pie sobre la bola del mundo, nostalgia del gol de Zarra en Maracaná. Y el cortejo, en la Gran Vía, pasaba por el teatro donde llena todas las tardes El rey León, que alguno asociaría con el episodio de Botsuana. El tiempo es clemente y condescendiente con el tercer hombre de Zarzuela, un buen hombre en África, usando el título de la novela de William Boyd.

Madrid y España a sus pies. Desde su cabeza de casi dos metros, el primo de Zumosol de Paul Gasol. Felipe VI, felipeesesto, el padre de Leonor y Sofía. Rey capicúa de aquel Felipe IV de las meninas de Velázquez. Casi dos metros de rey, sexto con ascensor. Su padre, Juan Carlos I, rey entre 1975 y 2014, renunció a la prórroga y a los penaltis. Fue el primero en salir de la escena para no robarle protagonismo al hijo, la nuera y las nietas. Le siguió la reina Sofía. La vida es una variante de la lucha grecorromana.

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