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Crisis sanitaria

El virus del desencuentro se descontrola en Madrid entre tambores de intervención

  • El portavoz del órgano de enlace entre Sol y Moncloa dimite hastiado a los dos días de su nombramiento

  • Illa insiste a Ayuso en que tome medidas más drásticas y cobra fuerza la posibilidad de que el Gobierno central tome el mando

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, en rueda de prensa en Moncloa este sábado.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, en rueda de prensa en Moncloa este sábado. / Enric Fontcuberta (EFE)

El rebrote del desencuentro político se sigue expandiendo en Madrid en una siniestra sinergia con el irrefrenable Covid-19 y los tambores de guerra (y de intervención) redoblan entre los gobiernos de la Puerta del Sol y Moncloa al compás del desmoronamiento de su unidad de acción, que este sábado se ha llevado por delante a una de las figuras estelares del organigrama que dibujaron Isabel Ayuso y Pedro Sánchez el lunes pasado, ese llamado Grupo Covid-19, el único acuerdo algo potable que presentaron tras una reunión de bandera, un órgano de coordinación entre las dos administraciones a la greña por su desacuerdo total sobre las medidas que deben tomarse para poner coto a la pandemia,  cuyo portavoz se presentó el jueves y que dos días después se marcha dando un sonoro portazo.

Emilio Bouza iba a ser una suerte de Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. pero a nivel regional, según acordaron el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y el consejero de Sanidad madrileño, Enrique Ruiz Escudero.

Se marcha desencantado y desengañado, entre reproches a las dos partes, la socialista y la popular, de que exhibieran una voluntad de concordia política y de trabajar unidos que devino rápidamente en embeleco, en nada, como se pudo ver en la escenificación del desencuentro que protagonizó el propio Illa al contraprogramar una rueda de prensa desde Moncloa mientras la consejería de Sanidad madrileña anunciaba unas medidas que ignoraban por completo sus recomendaciones.

Madrid es el epicentro (no solo a nivel nacional sino europeo) de la pandemia. Este viernes se notificaban 12.272 nuevos contagios, un 23 % de ellos en Madrid. Desde julio los casos positivos se han incrementado en esta comunidad de forma acelerada por semanas: 8.323 notificados en julio, 52.753 en agosto y 68.313 en septiembre, hasta alcanzar los 219.592 contagios desde el inicio de la pandemia, según el informe epidemiológico de la Consejería de Sanidad.

Tira y afloja

Ante este panorama, el ministro ha vuelto a emplazar este sábado a Ayuso a que "revise sus decisiones" y siga el criterio de los expertos. "Quiero emplazar a Madrid a seguir los consejos de la comunidad científica, que es lo que hace el Gobierno de España", ha apuntado, aunque no ha explicado los criterios científicos que están detrás de sus propias recomendaciones. 

El Gobierno madrileño decidió el lunes limitar la movilidad en 37 áreas sanitarias, con una incidencia de mil contagios por cada 100.000 habitantes y el viernes sumó otras ocho a un semiconfinamiento que afecta directamente a un total de un millón de madrileños.

Unos encierros selectivos que levantan ampollas en las zonas perimetradas, donde solo se puede salir a la calle para  necesidades básicas y en las que todos los aforos se han reducido a la mitad, una medida que ha sentado particularmente mal en el vapuleado sector hostelero y que es tachada de clasista.

El que el 86% de los trabajadores de estos barrios perimetrados se muevan por todo Madrid para acudir a sus puestos no hace sino alimentar el escepticismo sobre la efectividad y la idoneidad de las medidas que está tomando Ayuso, que no quiere ni oír hablar de las recomendaciones de Illa, unas sugerencias que con el paso de los días van cobrando la innoble apariencia de la imposición.

El ministro, siempre suave en las formas, no descarta ningún escenario y el de la intervención, el de coger el toro por los cuernos y ponerse al mando y mandar a Ayuso al burladero, es una posibilidad que gana enteros por momentos. "Madrid nos preocupa mucho. Está en una situación de serio riesgo sanitario para sus ciudadanos y los ciudadanos de las comunidades limítrofes. Lo digo desde la máxima lealtad", ha dicho enfático Illa este sábado desde Barcelona en una especie de ultimátum a la presidenta madrileña para que tome medidas más drásticas.

Tres opciones

La sartén arde, pero Illa la tiene cogida por el mango entre tres fogones.

Una opción es la de la aplicación de la ley general de salud pública, una dulce posibilidad porque no implicaría quitar competencias autonómicas, sino que el Ejecutivo asumiría las que ya son suyas. 

Otra, más amarga a la par que contundente, que también se maneja en Moncloa, es volver a pedir la declaración del estado de alarma para aplicarlo en la autonomía madrileña, algo que podría hacer sin necesidad de la autorización del Congreso de los Diputados, aunque debería pasar después por la Cámara baja si quiere prorrogar el régimen excepcional, transcurridos 15 días.

La tercera posibilidad pasa por la aplicación del decreto de nueva normalidad que se aprobó el pasado 9 de junio, que faculta al Ministerio de Sanidad a adoptar actuaciones coordinadas en salud pública.

Un tercero también está metiendo la cabeza en el pulso entre Moncloa y Sol. El alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida ha vuelto a avalar este sábado la decisión de la Comunidad de Madrid de no confinar toda la capital porque "la situación no es la misma en toda la ciudad", y ha terciado que "invocar el artículo 155" de la Constitución para que se aplique en la región para atajar la pandemia es "avivar el fuego".

Martínez-Almeida ha criticado a los alcaldes de municipios madrileños que "están pidiendo que se aplique un 155 en la Comunidad de Madrid": "Entre llegar a un acuerdo o aplicar el 155 hay un mundo" por lo que invocar su aplicación es "una forma de avivar el fuego, el enfrentamiento, y una forma muy poco sutil de tratar de desgastar al Gobierno de la Comunidad de Madrid".

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