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España

Un presidente demacrado bajo el palio de la oposición

  • Casado y Espinosa de los Monteros cierran filas, con reticencias, con el Ejecutivo

  • PP y Vox no se privan de lanzar dardos al socio de coalición de los socialistas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles por la mañana en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles por la mañana en el Congreso. / Europa Press

Un hemiciclo del Congreso semivacío, como las calles de toda España, de medio mundo... un presidente del Gobierno demacrado, que no da abasto en un frenético toma y daca contra un enemigo invisible que tiene al más pintado acongojado y que sin embargo a todos nos hará más fuertes aunque nunca -al menos a medio plazo- volveremos a ser los mismos, ni nosotros ni nuestros planteamientos vitales ni políticos si me apuran.

Lo que no mata engorda y la preocupación ya es muy obesa: España ha sumado este miércoles 2.500 nuevos casos en comparación con el martes, los contagios en el país (el segundo del mundo tras China) suman ya 13.716 -entre ellos la propia esposa del jefe del Ejecutivo,-, con 774 personas en la UCI, y las víctimas mortales, 598, mientras que a escala mundial los muertos son 8.419 y los positivos superan los 198.000.

Son cifras tan desoladoras como el aspecto que presentaba este miércoles por la mañana la Camara Baja, ante la que ha comparecido Sánchez en presencia de apenas una treintena de diputados, ante los que un cariacontecido presidente del Gobierno no ha rendido cuentas como es habitual en las sesiones de control, ni tampoco hemos asistido a esos bochornosos pataleos y maleducados estiletazos dialécticos; ahora virtualmente somos todos uno y la lucha por el poder ha sido desbancada por la pelea por la vida, un frente común ante el que se dibuja un horizonte negro, un enorme túnel en el que sobran los codazos y las zancadillas entre los representantes de la soberanía popular, que están tomando lecciones a marchas forzadas de un pueblo que se está comportando de manera mucho más modélica de la que suelen hacerlo sus representantes políticos, que han sustituido la erótica del poder por la pornografía sentimental del instinto de supervivencia en todas sus gamas pero sin colores.

Lo ha dicho el jefe del Gobierno ante un páramo de escaños semidesierto: "Lo peor  está por llegar". No es que lo diga él, avezado político pero profano en la materia: un plan de actuación de los médicos y enfermeras de cuidados intensivos alerta de los peores escenarios de la pandemia en España si no se hubiesen tomado medidas de contención y eleva el total de los fallecimientos que se avecinan posibles a una horquilla de entre 36.000 y 87.000.

Sánchez ha hecho una comparación con Alemania, ese país que se levantó entre las ruinas que le deparó la derrota de la barbarie nazi -"la guerra ha sido mala y la paz será un infierno", dicen que decían- y que ha levantado uno de los más grandes estados del bienestar del mundo. Y es que, como también dicen que decía alguien que no recuerdo, nadie puede destruir una nación a menos que todos seamos sus cómplices... que los hay, que algún tontaina y sobrado siempre está a mano, léase runners enfermizos, paseantes impenitentes, indisciplinados con las distancias, mentecatos que animan con su aborrecible música a todo el barrio (me han tocado unos bacaladeros), o pobre gente sin rumbo, como una mujer con una maleta que me preguntaba esta mañana en una calle de Triana dónde estaba el comedor social de Pagés del Corro. "Señora, lo siento, debe estar cerrado". "¿Y ahora dónde voy yo"?, me preguntó. Y yo seguí mi camino a mi confinamiento casero sin saber qué decirle y sintiéndome hasta afortunado en mi guarida, donde las horas se hacen días y los días semanas... Bendita rutina, ¡se te echa de menos!

Estamos en plena alerta sanitaria, económica y social, y es en momentos como éste, en las malas, donde se ve la pasta del personal sin maquillar, como recién salidos del útero materno, sin caretas ni postureos. Por eso resulta tranquilizador que nuestros líderes políticos empiecen a pensar más en la que se nos ha venido encima que en las próximas elecciones.

El cambio en el discurso de Pablo Casado  es notable. El jefe de la oposición acusaba este mismo sábado pasado al Gobierno de negligente y de facilitar la expansión del coronavirus con su demora en tomar decisiones. Tras unas cuantas comparecencias de esa ralea y unas cuantas decisiones de peso demoledor por parte del Ejecutivo, el líder del PP se ha transmutado en un dirigente conciliador (que dure) y ha cerrado filas con sus demonizados socialistas y "comunistas". 

"Señor Sánchez, le digo que no está solo en esta batalla, contra esta pandemia puede contar con el PP". Casado ha dejado claro que es manifiestamente  mejorable la reacción del Gobierno ante el avance del coronavirus, pero ha plegado velas y asume que es momento de arrimar el hombro y no de azotar al Ejecutivo. "Tiempo habrá de dirimir aquí retrasos y negligencias", ha dicho.

Así sea, aunque los dardos envenenados no han dejado de volar por el hemiciclo, con recado de Casado para Pablo Iglesias. "Si ellos le fallan (en alusión a Unidas Podemos, el socio de coalición de Sánchez), aquí nos tiene con nuestros votos", ha señalado.

Sánchez también ha disfrutado de baño y masaje esta mañana con Vox. Iván Espinosa de los Monteros ha discurseado sobre la "rehumanización de la política" y el "frente común", mostrando también su disposición a colaborar en la medida de lo posible con el Gobierno de mayoría socialista. El lugarteniente de Santiago Abascal, convaleciente de coronavirus, también ha dejado patente su miedo, que más que al virus es al banquillo en Moncloa. "Si a usted le pasara algo, Carrmen Calvo o Pablo Iglesias al frente del Gobierno nos pondrían muy nerviosos".    

Sánchez ha cogido el pico y la pala: "Tenemos que reconstruir la naturaleza de nuestro debate político. Necesitamos que las enseñanzas de la crisis se queden. Pasar a un debate de la construcción".  Casado ha cogido el guante: "No es hora de rifirrafes, lo importante son los fallecidos". Y los otros, los españoles más españoles entre los españoles, también cierras filas pese al "sesgo ideológico" (sic) de las medidas del Gobierno. Podría ser mucho peor.

El gran mandatario del país está demacrado, que no enfermo, y la oposición nos está dando (a él y a todos) una tregua. Valentina, una limpiadora del Congreso, se ha llevado la ovación de la mañana desinfectando la tribuna de oradores del hemiciclo tras la intervención de cada una de los que han tomado la palabra en el Pleno monográfico sobre el coronavirus. El micrófono estaba mucho menos sucio, con menos bilis y ácaros de baja estofa politiquera de lo habitual... 

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