Mitin de Vox en Sevilla

No se podía, hasta que llegó Abascal

  • Abascal agradece a los andaluces que fueran el "chispazo" para convertir a Vox en el fenómeno político de estas elecciones

  • 3.500 personas abarrotaron Fibes en el mitin más masivo de los celebrados en Sevilla

Santiago Abascal, durante el mitin de Vox en Fibes.

Santiago Abascal, durante el mitin de Vox en Fibes. / Juan Carlos Muñoz

En un mitin de Vox suenan canciones como las que ponen en las discotecas cuando están a punto de encender las luces. Sólo hay que obviar a El novio de la muerte y que cierran los actos con una versión corta del himno de España. También se oyen gritos de las fans –mucho más que de los fans–. Como si fuera un concierto de Taburete, el grupo del hijo de Bárcenas cuyo hit sonaba fuerte ayer mientras se iba desalojando el teatro. El resto es clásico, pero ya casi no se ve con tanta intensidad. Gritos de “presidente, presidente” y banderitas (de tela, no de plástico) que repartían en la puerta chavales llamativamente jóvenes.

Lo que se ve en un mitin de Vox no es nuevo, pero es ya no es habitual. Nadie ha llenado en esta campaña los 3.500 asientos del auditorio de Fibes, el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla. Obama lo llenó un poco antes para dar una conferencia sobre turismo. Queda lejísimos la época de los velódromos. En el reluciente teatro diseñado por el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra, Susana Díaz mostró su poderío antes de la debacle de las primarias de 2017. Incluso lo usó de cuartel electoral en su última victoria. Poco después, Pablo Iglesias repitió jugada para hacer visible su “remontada” en 2015.

No hace tanto, en los mítines del PSOE y de Podemos se quedaba gente fuera. En 2019 sólo ocurre en los de Vox. Ayer, los desafortunados se perdieron la lista de cosas que, según Abascal, no se podían hacer en España hasta que él llegó. ¿Los culpables? “La dictadura progre” y todos sus aliados. Ahí están “la derechita cobarde, la veleta naranja”, por el PP y Ciudadanos. También el “fatalismo” de Mariano Rajoy, contra quien Abascal se mostró muy duro. Pero, sobre todo, el “traidor presidente ilegítimo, el okupa de La Moncloa”, que es, evidentemente, Pedro Sánchez. Pese a todo, Abascal casi no lo llamó por su nombre en la media hora larga que duró su alocución.

A todos ellos responsabilizó de una larguísima ristra de problemas a los que se enfrenta todo aquel que cree en “la España viva”, que es como Abascal y los suyos llaman al fenómeno político que ayer reunió en Sevilla a un nutrido contingente de periodistas extranjeros. En la lista de Abascal estaban la inmigración ilegal, la burocracia de Bruselas, la “islamización” y los lobbies LGTB y de género, entre otros asuntos. “No se podía sacar la bandera de España en los mítines sin que fueras sospechoso de ser un facha peligroso”, espetó Abascal, que era interrumpido una y otra vez por consignas tan variadas como “Puigdemont a prisión”, vivas a la Guardia Civil e incluso “muerte al comunismo”.

“Vaya panda de fachas que nos hemos juntado en Sevilla”, ironizó Reyes Romero, candidata al Congreso por Sevilla. Los 3.500 rieron al unísono. A todos ellos, Santiago Abascal quiso agradecerles que dieran “el chispazo”. El chispazo no es otra cosa que los 12 parlamentarios de Vox que se sientan en el Parlamento de Andalucía. “Gracias por ser los adelantados de la reconquista”, ha espetado, en referencia al resultado del 2 de diciembre que, unos meses después, Abascal aspira a repetir en todo el país.

El político vasco que no se cree las encuestas, que es la calle quien le da el pulso. Hay que darles la razón cuando afirman una y otra vez que son los únicos capaces de llenar auditorios sin autobuses y bocadillos. La duda está en saber cómo se traducirá en las urnas del domingo la marea verde. Los encuestadores dan amplísimas horquillas en sus pronósticos, porque no hay datos previos para hacer cocina.

El número uno por Cádiz, el general de brigada Agustín Rosety, telonero de su jefe de filas, dice haber constatado esta teoría en sus viajes por la provincia para hacer campaña. “Los pescadores de Barbate no están preocupados por el heteropatriarcado capitalista”, espetó el militar.

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