España

Una oportunidad para el diálogo

Fabian Picardo

Ministro principal de Gibraltar

El radical cambio de la política española sobre Gibraltar protagonizado por el Gobierno de Mariano Rajoy nos ha traído un 2012 repleto de desencuentros entre España y Gibraltar. La decisión de aparcar sine die y de forma inmediata el Foro Tripartito, constituido por España, el Reino Unido y Gibraltar durante la etapa de Miguel Ángel Moratinos en el Palacio de Santa Cruz como instrumento institucional de diálogo y acuerdo para avanzar en las políticas de vecindad, fue la primera muestra de ese drástico giro político.

Apenas recién nombrado, el actual ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel García-Margallo, hizo ya toda una declaración de intenciones cuando le comentó, en un lenguaje poco diplomático, a un eurodiputado británico en Estrasburgo ese replique de los años cincuenta o sesenta de "Gibraltar español " y luego lo de que se iba a acabar la "broma de Gibraltar". Desde entonces, desde ese preciso instante, sabíamos que el PP optaba por una política de enfrentamiento.

Pocos meses después, cuando el Gobierno de Gibraltar quiso regular medioambientalmente  las pesquerías en sus aguas jurisdiccionales, acorde con una legislación propia vulnerada en el acuerdo pesquero de 1999, el Ejecutivo del PP, bajo la excusa de defender a unos pescadores españoles que tenían "derecho a continuar pescando donde lo han hecho siempre", apretó en las hostilidades hacia Gibraltar. Desde entonces, el Gobierno español no ha hecho sino reeditar, con un lenguaje renovado, las políticas de asedio que desembocaron en el cierre unilateral de la frontera durante 13 años, en pleno franquismo.

De esta manera, ha sacrificado cualquier posibilidad de diálogo directo con el Gobierno de Gibraltar, ha activado su maquinaria de propaganda, mentiras e insultos y ha iniciado un intento de asfixiar económicamente a Gibraltar.  Por supuesto, ha castigado no sólo a los gibraltareños con largas colas en la frontera, sino también a los trabajadores españoles del Peñón -más de 7.000 trabajan directa e indirectamente aquí-. ¿Cuándo dejarán los gobiernos de España de castigar a sus propios ciudadanos por las diferencias con Londres y Gibraltar? ¿Podremos algún día los políticos dirimir nuestras diferencias sin martirizar a nuestros ciudadanos?

Sin embargo, estas estrategias, construidas como principios básicos de una política exterior equivocada  en lo que respecta a Gibraltar en la factoría de ideologías de la FAES del ex presidente Aznar, no lograrán mermar el  derecho a la autodeterminación que los gibraltareños tenemos como pueblo, no conseguirán  hacernos desistir de nuestro objetivo de vivir y progresar en paz y no perturbarán nuestra profunda convicción de que el futuro del Peñón pasa también por unas políticas de buena vecindad presididas por el diálogo y el respeto mutuo.

Por todo eso, y a pesar de los desencuentros cosechados en 2012, Gibraltar afronta 2013 con la firme voluntad de intentar recuperar el diálogo tripartito, pilar básico para fortalecer la convivencia y la cooperación a ambos lados de la frontera. Podemos y estamos obligados a entendernos en las políticas que más directamente afectan a nuestros vecinos. Lo que el señor Margallo no puede pretender es aprovecharse del Foro para llevarse 125 millones de libras (153 millones de euros) del contribuyente británico para las pensiones de los trabajadores españoles retirados por el general Franco con el cierre de la frontera y después ignorar los compromisos de España bajo el mismo acuerdo y pisotear a los gibraltareños, miembros de la UE antes del ingreso de España, excluyéndolos de las normas aéreas comunitarias, así como de todas las instituciones europeas a las cuales pertenecen legalmente. Cabe recordar que en España, esa cultura del diálogo y entendimiento, reivindicada en estos días hasta por el Rey Juan Carlos I, fraguó un pacífico y exitoso proceso de transición de una dictadura militar a una democracia que forma parte del ADN de los españoles y que ha sido puesto como ejemplo en medio mundo.

En ese terreno, cimentado por la generosidad y las convicciones, nos podemos encontrar también como europeos. Porque, más allá de las diferencias insalvables sobre la soberanía de la llamada última colonia europea, la grave crisis económica que afecta a la UE nos obliga también a todos los gobiernos, modestos o poderosos, a preocuparnos principalmente por el bienestar de nuestros ciudadanos.

En un contexto más regional, que tiene raíces culturales y afectivas más estrechas si cabe, los problemas que afectan a los campogibraltareños y al resto de andaluces son también, en muchas instancias, los nuestros. ¿O alguien cree, por ejemplo, que los gibraltareños podemos ser ajenos a la delicada situación sociolaboral e institucional que viven nuestros amigos y vecinos de La Línea? Con instrumentos de cooperación consensuados entre el Campo de Gibraltar, Andalucía y Gibraltar, en el marco del diálogo trilateral, que afecten a sectores claves de nuestras economías, podemos construir entre todos una alternativa socioeconómica nueva en un espacio común de futuro y enterrar para siempre unas políticas de asedio que sólo han sembrado desconfianza durante 300 años.

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