España

El enredo de las candidaturas de los populares en Madrid

  • Mujeres al poder. Rajoy se ha decidido finalmente por Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes para que conserven los gobiernos del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid

SE podría escribir un guión de cine, y quizá lo haga un día alguien especializado en tramas en las que se mezcla política, investigaciones policiales y biografías polémicas, chantajes y falsificación de pruebas, desafíos a la autoridad y lucha por el poder. Hasta el momento en que Mariano Rajoy desveló sus intenciones sobre los candidatos del PP a la Alcaldía y a la Presidencia del Gobierno de Madrid -Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes-, todo ha sido confusión, especulaciones … y tramas que exigen explicaciones.

Hasta hace apenas un mes, se daba por hecho que Rajoy iba a inclinarse por ofrecer a Esperanza Aguirre la candidatura a la Alcaldía y a Ignacio González la de la Presidencia del Gobierno regional. Pero durante la convención nacional del partido aparecieron indicios de que Rajoy no tenía clara esa combinación: sería otorgar excesivo poder a Aguirre, con su principal colaborador en el Ejecutivo autonómico, lo que podría resultar incómodo para el presidente del Gobierno.

Entonces pasaron a ser noticia otros nombres -Cristina Cifuentes, Lucía Figar, Pablo Casado- e incluso volvió a primer plano otro que parecía descartado porque Rajoy la necesita donde está: Soraya Sáenz de Santamaría. Además, González empezó a pensar que determinada gente de la dirección del PP jugaba en su contra, víctima de "fuego amigo", posición en la que se reafirmó cuando empezaron a aparecer noticias sobre su ático de Marbella, cuando hasta entonces en las investigaciones realizadas sobre esa polémica compra no se habían encontrado indicios de delito.

Esa operación tenía un protagonista, Rudi Valder, a quien González había alquilado un lujoso ático en Guadalmina a través de una sociedad off shore radicada en Delaware. Algunas noticias apuntaban que Valder era empleado de Enrique Cerezo, empresario y presidente del Atlético de Madrid y amigo personal de González, que le habría regalado la vivienda al presidente regional a cambio de favores. González dio en su momento toda clase de explicaciones sobre cómo se había producido el alquiler, afirmó que no sabía que la propiedad era una sociedad off shore estadounidense y que además compró del ático que había ocupado previamente en régimen de alquiler.

Y entonces, cuando todas las miradas estaban puestas en Rajoy para descubrir algún indicio sobre cuáles son sus intenciones sobre los candidatos del PP para Madrid, el diario El Mundo publicó que González mantuvo una reunión en una cafetería cercana a su despacho -La Mallorquina-, hace casi tres años, con dos comisarios de policía, a los que pidió ayuda para que el asunto del ático no perturbara su carrera política. A González le faltó tiempo para convocar a los medios de comunicación y explicar que fueron los policías los que le llamaron para ofrecerle una información que le afectaba directamente. El encuentro, dijo, no duró ni media hora, lo que tardaron los dos comisarios en pedirle unos recibos del alquiler del piso de Guadalmina con los que según ellos paralizarían cualquier operación que pudiera perjudicarle. González se sintió abiertamente chantajeado, se levantó de la mesa y regresó a su despacho. En la rueda de prensa desveló el nombre de los dos comisarios, José Villarejo y Enrique García Castaño.

Ninguno de los dos tiene buena fama entre sus compañeros, por no decir que desde hace años circulan historias que les colocan en el mundo más sórdido de las investigaciones policiales. Mundo en el que deben moverse policías para conseguir información, explican compañeros suyos de larga experiencia … pero al que se deben dedicar "las manos más limpias", como me cuenta un comisario ya retirado que conoce bien a Villarejo y Blasillo, como se conoce en los ambientes policiales a García Castaño, por sus vinculaciones anteriores con la Fuerza Nueva de Blas Piñar. Villarejo sigue vinculado externamente al Ministerio de Interior.

Villarejo presentó una denuncia contra González por difamación, y la respuesta de González fue presentar otra contra Villarejo por chantaje. Se inició así una guerra que tiene un momento álgido en las investigaciones sobre el alquiler-compra del ático de González, aunque no hay más indicios de presunto delito que los testimonios de personal de servicio de la urbanización de Guadalmina respecto a comentarios de los vecinos. Uno de ellos, de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional, de 2012, más comprometido para González al detectar indicios de blanqueo de dinero en una supuesta compra ficticia del ático, fue archivado en 2013 por falta de pruebas.

Policías de larga trayectoria no han dudado en ponerse en contacto con periodistas para alertarles sobre Villarejo y Castaño, aunque sin definirse respecto a González porque no conocen los hechos por los que ha sido investigado; denuncian también las tensiones internas en el cuerpo por rivalidades sindicales y también por las discrepancias que se producen con frecuencia por la forma con la que la UDEF realiza algunos de sus trabajos. Y lo que cuentan sobre Villarejo y Castaño, además de inquietante, obliga a preguntarse por qué continúan aún vinculados a un ministerio que cuenta con profesionales capaces y sin un historial tan turbio como el de estos dos comisarios.

Está, por otra parte, la cuestión política. Toda esta polémica ha producido una gran incomodidad en el PP madrileño, que se sentía maltratado por un Rajoy que, al no tomar decisiones sobre los candidatos, en cierto sentido desautorizaba a los dirigentes regionales. Madrid además es la comunidad más fuerte del PP, con 100 mil afiliados que han colaborado en campañas de apoyo a candidatos de toda España, que ha logrado los mejores resultados para su partido y que ahora se sentían "ninguneados" por el presidente nacional.

Veremos ahora cómo funciona el tándem Aguirre-Cifuentes, dos mujeres de carácter, con estilo propio, obligadas a entenderse y que, conociéndolas, harán lo imposible por una relación fluida y hacer una campaña en la que transmitan imagen de unidad y de trabajar codo con codo por los madrileños.

Mientras tanto, el presidente no se inmutaba ante la desazón que vivía su partido en la comunidad madrileña, y ha tardado lo suyo en pronunciarse. Había tiempo, decían en su entorno. Y, para defenderle, recordaban que Pedro Sánchez se ha visto obligado a eliminar al candidato elegido en primarias, e Izquierda Unida ha tenido que elegir un recambio.

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