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El desafío independentista sale airoso bajo mínimos

  • Junts pel Sí y la CUP suman una mayoría absoluta pero no alcanzan el 48% de los votos Ciudadanos se convierte en la segunda fuerza y los socialistas salvan los muebles. Gran descalabro del PP y decepción de Catalunya Sí que es Pot, la marca de Podemos.

El día D del 27-S se salda con el desafío independentista victorioso pero menos ante el discurso del miedo de los constitucionalistas, con una participación récord de casi el 77%, nueve puntos por encima de la registrada en las autonómicas de 2012, reforzando el carácter plebiscitario que había imprimido el bloque secesionista a la cita ante las urnas, aunque lo cierto es que más de la mitad de los electores, el 52%, dieron la espalda a la ensoñación contumaz de Artur Mas.

El vértigo lo define la mayoría absoluta de las candidaturas independentistas de Junts pel Sí y la CUP, con 62 y 10 escaños respectivamente. Ciudadanos se erige como segunda fuerza, con 25, en detrimento del PSC y del PP, que obtienen 16 y 11 asientos en una Cámara de la que se queda fuera Unió, la escisión de Convergència, y en la que entra con menos fuerza de la presumida Catalunya Sí que es Pot, la abanderada de Podemos, con diez.

El secesionismo obtiene una mayoría absoluta en el Parlamento catalán, aunque no llega al 48% de los votos, un 36,9% del censo. En todo caso, un gran aval para esa heterodoxa plataforma que integra fuerzas tan dispares como la Convergència del candidato de facto a la reelección, Artur Mas, aunque figure como número cuatro en su lista; la Esquerra Republicana de Oriol Junqueras y las asociaciones ciudadanas que han agitado sin descanso la estelada (Ómnium Cultural, la Asamblea de Municipios por la Independencia y la Asamblea Nacional Catalana).

El cabeza de lista de Junts pel Sí, Raül Romeva, proclamó tras conocer los resultados que el independentismo ha obtenido "el mandato democrático" y que "no hay alternativa, el dique se ha roto".

Las amenazas a la escocesa de salida automática de la Unión Europea, de corralito, de impago de las pensiones, de pérdida de la nacionalidad española, de salida de los bancos, el toque a rebato de líderes mundiales -Obama incluido- y el ulular incesante de sirenas del mundo empresarial alertando del desbocamiento del paro y las penurias no han hecho demasiada mella en el ánimo de los electores, aunque quizás han privado a Mas de un triunfo más rotundo.

Ciudadanos se convierte en la segunda fuerza política. La candidatura que lidera Inés Arrimadas ha mas que doblado su representación , pasando de nueve a 25 diputados. Tal y como anticipaban los sondeos, se erige como principal fuerza del frente constitucionalista. El voto naranja, bajo la égida de Albert Rivera, con mucho mayor protagonismo en los titulares que la propia aspirante, ha dado un paso firme en su intento de consolidarse como referente de los descontentos con la vieja política de Convergència, PSC o PP. Las sonrisas de Rivera pasadas las nueve de la noche, cuando el escrutinio apenas había echado a andar, certificaban que es el candidato más reforzado de cara a las elecciones generales del 20 de diciembre.

Los bailes de Miquel Iceta mantienen la tercera vía del PSC en la pista. La apuesta federalista ha salvado los muebles y ha perdido cuatro escaños, aunque con la euforia que exhibía anoche Iceta pareciera otra de esas viejas noches victoriosas de Pascual Maragall o José Montilla. Las advertencias apocalípticas de Felipe González sobre "las revoluciones de un día de fuego por 70 años de miseria" en una campaña en la que el secretario general del PSOE ha echado el resto al menos han servido para que los socialistas catalanes no pierdan el paso y se mantengan como tercera fuerza del Parlament.

El pasodoble de Xavier García Albiol, pura testiculina al frente del PP, sí que ha perdido el compás con los electores, al quedarse con ocho diputados menos de los que obtuvo bajo la batuta de Alicia Sánchez-Camacho en 2012. El ex alcalde que se jacta de limpiar Badalona no ha podido conectar con una ciudadanía mayormente hastiada de los portazos en las narices de Mariano Rajoy ante las reivindicaciones del nacionalismo y es bastante lógico pensar que buena parte de sus antiguos votantes han optado por Ciudadanos, el depositario natural de los descontentos con el PP, haciendo oídos sordos del yo o el caos que ha vendido el presidente del Gobierno

Otra decepción, no menos por aventurada en las encuestas, es la de Catalunya Sí que es Pot, liderada por Lluís Rabell aunque visualizada mayormente en la figura de Coleta Morada, Pablo Iglesias. Con su talón de aquiles de la ambigüedad a cuestas, con esa defensa enconada del derecho a decidir a la que vez que defiende la permanencia del pájaro en la jaula, se ha hecho con 11 escaños. Muy lejos de Ciudadanos, todo un fiasco de cara al 20 de diciembre. Sus votos los ha concentrado en Barcelona y apenas ha rascado en territorios propiamente independentistas como Gerona y Lérida, esos a los que Iglesias ha hecho en vano guiños sin descanso durante la campaña. La decepción se visualiza con nitidez a la vista de que ha obtenido dos escaños menos de los que obtuvo IC-El s Verds (englobada ahora en su candidatura con Equo) hace tres años, lo que también puede marcar la confluencia de Podemos con Izquierda Unida de cara a las generales y hacer a Iglesias renegar definitivamente de la sopa de siglas de Podemos con otras fuerzas.

La CUP del periodista Antonio Baños, una formación radical anticapitalista que hasta se burla de las amenazas de los bancos de salir de Cataluña si prospera el desafío independentista, ha obtenido unos resultados similares, pero se convierte en fuerza determinante en su calidad de pilar fundamental de ese castillo en el aire que Artur Mas seguirá levantando.

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