Sin levantar la voz, Javier Fernández cumple cien días al frente de la gestora del PSOE y ha dado la vuelta al partido como un calcetín. El congreso se celebrará cuando él crea que conviene, ha recuperado caras potentes y que Pedro Sánchez había enviado a las tinieblas, y ha dejado muy debilitados a los grupos de apoyo al ex secretario general sin tomar una decisión drástica. Todo lo más, la gestora ha relevado de los puestos de poder a los diputados que se negaron a aceptar la decisión del Comité Federal de abstenerse en la investidura de Rajoy.

Ha conseguido que Susana Díaz aparezca como la candidata más firme a la Secretaría General aunque todavía no ha anunciado oficialmente que vaya a serlo, e incluso ha logrado que se vea como misión suicida o imposible impulsar una tercera vía que neutralice a la presidenta andaluza y al mismo tiempo impida que Sánchez recupere su despacho en Ferraz.

Lo más importante que ha hecho es apaciguar al PSOE, sosegarlo. Para ello ha conformado un pequeño núcleo en el que tiene un papel relevante un hombre de la confianza de Susana Díaz, Mario Jiménez, pero también algunos ex dirigentes de larga trayectoria como Elena Valenciano, Valeriano Gómez o Pepe Blanco. Han recuperado la voz que habían perdido, negocian con el Gobierno los proyectos que se pueden apoyar con las modificaciones necesarias y preparan las ponencias que se van a llevar al congreso del partido. La negociación con el Gobierno ha sido una de las tareas más relevantes del equipo que comanda Fernández, pues ha hecho recuperar al PSOE su imagen de partido de Estado.

En cien días se ha pasado página al capítulo más negro del socialismo, y aunque Sánchez no tira la toalla, el propio ex secretario general ha tenido que darse cuenta de que sus posibilidades son casi nulas. Fernández ha dedicado mucho tiempo a reunirse y hablar con los barones regionales y el PSOE, bajo su batuta, se asemeja poco al de hace cien días. Hay esperanza donde antes había desolación.