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España

Rajoy reacciona

  • El presidente del Gobierno está decidido a romper su silencio y ser más accesible a los periodistas para explicar sus ajustes ante el desconcierto que están generando unas medidas que derrumban sus banderas electorales

HOY concederá su primera entrevista desde que a principios de enero respondió a las preguntas del entonces presidente de la agencia Efe, en un momento en el que Mariano Rajoy todavía no había provocado las iras de la oposición y el desconcierto -y decepción- de gran parte de sus votantes por la dureza de sus medidas de austeridad, que además echaban abajo algunas de sus banderas electorales como la subida del IRPF y la posibilidad de incrementar el IVA el año que viene.

El Gobierno justifica el incumplimiento de las promesas electorales con el argumento de que el déficit dejado por el Gobierno Zapatero (8,3%) era muy superior al que decía e incluso al que se temía el PP, que lo calculaba en el 7%. Pero Rajoy no había dado explicaciones, no había dado la cara, como decían sin complejos muchos de sus seguidores. Finalmente ha reaccionado y hoy inicia una nueva etapa en la que los contactos con los medios de comunicación van a ser más fluidos.

Rajoy está absolutamente convencido de que hace lo que debe hacer y asume las consecuencias. Sabe que pueden ser negativas para su partido y para él mismo, pero se ha tomado como una cruzada personal y política colocar a España en disposición de crecer a medio plazo y crear empleo. Esa seguridad la transmite a sus ministros, pero faltaba que la transmitiera también a unos ciudadanos desconcertados por sus silencios y por la dureza de unas medidas que Rajoy nunca planteó. Cuenta con el respaldo de las autoridades europeas y también ha recibido el aliento de diferentes dirigentes de instituciones monetarias y económicas internacionales, pero no puede dejar de lado a la opinión pública de su país y Rajoy llevaba cuatro meses gobernando sin que aparentemente fuera sensible a la situación -a menudo de penuria- que provocan las decisiones que todos los viernes toma el Gobierno.

El problema ha sido la comunicación, se ha repetido hasta la saciedad en estos meses. No era exacto: el problema estaba en que Rajoy no ha querido explicar sus políticas. Y al no explicarlo lo hacían los ministros, que no siempre utilizaban la misma terminología, ni hacían la misma valoración, ni conocían exactamente los proyectos que tenían en cartera sus compañeros y en qué fecha pensaban anunciarlos. Todo ello ha provocado desconcierto, deterioro de la imagen del Gobierno, y falta de credibilidad.

Si a ello se sumaba que Rajoy ha sonreído poco en estas semanas, la preocupación ciudadana ha alcanzado índices que pueden calificarse de extrema gravedad, porque nada hay peor para un Gobierno que tomar medidas que siembren el desánimo y la falta de esperanza en el futuro. Sobre la falta de sonrisa de Rajoy el motivo tenía que ver con la salud de su padre, que mientras pasaba unos días en Moncloa tuvo que ser internado e intervenido quirúrgicamente precisamente cuando Rajoy se encontraba en Cádiz presidiendo, junto a los Reyes, los actos conmemorativos de la Constitución de 1812. Se encuentra ya bien, pero es también una de las razones por las que la mujer de Rajoy haya aparecido poco en público y no le ha acompañado a los viajes a Iberoamérica.

La decisión de Rajoy de salir finalmente a la palestra la tomó hace apenas dos semanas. No sólo va a conceder algunas entrevistas sino que se ha mostrado más accesible a los periodistas en los pasillos del Congreso -quizá para quitarse la espina de lo sucedido en el Senado, cuando sus colaboradores no supieron abrirle paso ante un muro de cámaras y redactores que le bloqueaban la salida- y además pidió a su jefe de Gabinete, en el acto de toma de posesión de Romay Beccaria como presidente del Consejo de Estado, que reuniera a los informadores para responder a las preguntas que quisieran formularle.

Capítulo aparte es RTVE. Un asunto que preocupa al Gobierno porque considera que el equipo directivo nombrado por el PSOE está realizando un intenso trabajo de oposición al Gobierno. El estatuto aprobado por el Gobierno de Zapatero impedía nombrar un nuevo presidente sin la mayoría cualificada. El PSOE tuvo el apoyo del PP cuando decidió nombrar a Luis Fernández primero y a Alberto Oliart después, pero Rubalcaba no respondió ante el nombre que le adelantó Rajoy -sólo él sabe de quien se trata- y además aseguró que el presidente no le había ofreció ninguno. Eso provocó que Soraya Sáenz de Santamaría, siguiendo instrucciones de Rajoy, redactara un nuevo decreto para llevarlo a las Cortes para su aprobación y, además, que la vicepresidenta contara a un grupo de periodistas que tenían pruebas que demostraban que Rajoy sí le había propuesto un candidato a Rubalcaba -si hay pruebas se supone que lo hizo por escrito-, anuncio ante el que Rubalcaba ha dado la callada por respuesta. Han circulado varios nombres pero lo único que se puede decir es que se tratará de un presidente con experiencias de gestión, pues el ente debe acometer fuertes recortes.

Los colaboradores de Rajoy, a los que se supone hablan por boca del presidente ante sus silencios, cuentan que está decidido a "quemarse" con tal de que España recupere la credibilidad. Y cuentan también que cuando el PSOE decidía entre Rubalcaba y Chacón, el presidente aspiraba a que saliera Rubalcaba porque tenía más sentido del Estado; pero hoy, echa en falta la política de Estado que le suponía al líder de la oposición. Y las relaciones entre ellos son más tensas de lo que había previsto.

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