Vistalegre no suena como Suresnes pero sí ha adquirido ya un carácter decisivo para Podemos como lo fue la localidad francesa para los socialistas en el 74. El palacio situado en el barrio madrileño de Carabanchel fue donde la formación morada tomó impulso antes de convertirse en uno de los cuatro principales fuerzas de España. Lo escenificaron con un abrazo multitudinario y que representaba a todas las voces de un partido que entonces era una piña.

Han pasado un par de años y un puñado de elecciones. Podemos -y sus aliados- gobiernan grandes ciudades, apoyan Ejecutivos socialistas en varias regiones y son la tercera fuerza en el Congreso. Por el camino han caído fundadores, como Carolina Bescansa y Juan Carlos Monedero, convertido ahora en un outsider. Y se ha resquebrajado la aliaza que dio forma -o al menos puso cara- a Podemos durante sus primeros pasos.

Pablo Iglesias opta a revalidar el liderazgo y su número dos, Íñigo Errejón, no se opone. De hecho pide el voto para su jefe, pero lidera un equipo -Recuperar la Ilusión- que aboga por reducir las competencias del secretario general, federalizar el partido y defiende la transversalidad para convertirse en una alternativa real de gobierno. Iglesias, que manda en Podemos para Todas, quiere profundizar en las confluencias -sobre todo con IU- y mantener a su partido como mascarón de proa de la movilización, huyendo de la comodidad de las instituciones.

La tercera opción la ponen Podemos en Movimiento, equipo que comandan los Anticapitalistas de Miguel Urban y Teresa Rodríguez, alejados de las trincheras y abogando por un Podemos que no sea solo urbanita, joven y universitario. Y no hay que olvidar al único oponente que cuenta Iglesias en la carrera por la Secretaría General, el andaluz Juan Ignacio Moreno Yagüe, que desembarca mañana en Vistalegre para hablar de ideas. Comienza la partida.