Falta un mes para el congreso y el PP deja de ser una balsa de aceite. No se cuestiona a Rajoy, ni siquiera lo hace Cristina Cifuentes cuando insiste en que la elección del presidente debe hacerse a través de primarias. La presidenta madrileña es mujer que insiste en sus planteamientos,pero nunca ha protagonizado un solo gesto de deslealtad a Rajoy y a su partido. Su recordatorio de que habría que dar una vuelta a la cuestión de las primarias demuestra que se calientan motores de cara al congreso de febrero. Pero si ese asunto no tiene ninguna pinta de prosperar porque la nueva fórmula de elección otorga mucha más relevancia al militante del que tenía hasta ahora, hay otro que, sin embargo , sí levanta pasiones y debate interno: el de las incompatibilidades.

Cifuentes está muy condicionada por su pacto de gobierno con Ciudadanos, sobre todo por su propio criterio, que es lo que importa, y lo defiende aún sabiendo que no va a salir adelante, aunque no sea más que por lo que se está viviendo en partidos que eligieron a sus dirigentes a través de primarias presumiendo de máxima democracia interna. Hoy se encuentran en una situación de inestabilidad manifiesta, bien por la escasa entidad de esos dirigentes, bien por la debilidad de un equipo directivo falto de cohesión.

Caso distinto es el de las incompatibilidades, y ahí el ruido de los motores se escucha más allá de las puertas de los despachos, porque afectan a docenas de altos cargos, pero sobre todo a la secretaria general del partido.

Una secretaria general que ha demostrado, como Cifuentes, que defiende sus ideas por encima de las conveniencias de su partido. Lo último ha sido respaldar ante los familiares de las víctimas del Yak el dictamen del Consejo de Estado que deja en precario al anterior ministro Federico Trillo. Lo que demuestra que en el PP hay mujeres con voz potente que no tiene por qué ser coincidente con la línea que marca el partido, ni siquiera aunque se trate de la mismísima secretaria general.