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Landelino Lavilla

"España está necesitada de un Gobierno firme y con ideas claras"

  • El ex ministro de Justicia de UCD afirma que "la estabilidad de nuestra Constitución es positiva, pero no se puede tomar como un texto petrificado y sacralizado".

LANDELINO Lavilla nos recibe en su despacho del Consejo de Estado, en la calle Mayor madrileña. Se retiró de la política en 1983, pero sigue activo en las cuestiones de Estado, como consejero permanente que es. Nos recuerda que él siempre fue un hombre de reflexión y moderación, sin estridencias.

-¿Cómo ve la España de hoy?

-Estamos en un periodo de dificultades que se han acumulado por la crisis. Es un momento muy complicado en la economía y la política. España está necesitada de un Gobierno firme, con ideas claras, con voluntad de salir adelante de un modo serio, responsable y con visión de futuro.

-¿El Gobierno que tenemos está a la altura de las circunstancias?

-La impresión que da es que hemos pasado por distintas fases. La orientación no se ha visto claramente definida. El tema de la crisis desborda los límites españoles y hay que abordarlo a otro nivel. Las medidas parece que se han tomado a compás de los acuerdos en los foros en que estamos. ¿Pero cuál es nuestra posición? No se sabe muy bien. Parece que consiste en acomodarnos a los países más afines. Si lo hacemos con rigor o con insuficiencia, eso ya está en el bregar de cada día.

-¿Qué le parece la polémica del Estatuto de Cataluña?

-La polémica surge por un enfoque inicial que no era el más deseable. Yo he defendido la estabilidad constitucional, pero también dije que la Constitución estaba necesitada de reformas. Si se quiere más autonomía, intentar resolverlo por la vía de un Estatuto es darle la vuelta a las cosas. Primero habría que reformar la Constitución y luego los estatutos. Ahora hay una sentencia, y si hay que reformar algo de lo que ha establecido, no se puede hacer sin reformar la Constitución.

-El TC tardó demasiado tiempo en hacer pública esa sentencia…

-Fue muy laborioso… Han convergido muchos factores, y se ha creado una situación poco deseable por la duración y las tensiones políticas. Al estar el Estatuto vigente y pendiente de ese pronunciamiento, se ha producido un cierto deterioro institucional. Todo eso habría que recomponerlo, para restablecer el respeto al orden institucional.

-Usted decía también que la Constitución necesita reformas. ¿Cómo serían?

-Hay informes del Consejo de Estado sobre este asunto. Nuestro sistema actual, aunque es válido, tiene rigidez. Si los dos partidos mayoritarios, cuyos votos son necesarios para el quórum, no sintonizan y no se ponen de acuerdo en la reforma, pues no se puede hacer. Pero alguna vez habrá que hacerlo. La estabilidad es un valor positivo, sin embargo no significa que tomemos la Constitución como un texto petrificado y sacralizado. También es bueno verificar algunas adaptaciones. Hay cosas que cambian, surgen problemas nuevos, y otros no tienen la misma tensión y extensión de antes.

-Habla de reformar la Constitución, pero sin cambiarla por otra.

-Eso ya es otra historia... Nadie debe pensar que es inmutable, por muy ilusionados que estuviéramos cuando se aprobó, pero la actual Constitución tiene mecanismos de adaptación y posibilidad de correcciones.

-¿Hay espacio para un partido de centro en la España de hoy?

-Hombre, depende… En realidad, me está diciendo si habría sitio para una especie de partido bisagra entre un partido más a la derecha y otro más a la izquierda. En UCD lo que importaba era un sentido político centrista, y nos definimos así para pilotar el cambio. Nos diferenciamos de la derecha y de la izquierda. Yo creo que ahora lo importante es introducir un espíritu centrista de concurrencia y moderación en la política, no de extremos radicalizados. Hay que llegar a un sistema con un centro compartido.

-Entonces no hay espacio ahora para un partido de centro…

-Es difícil poner en marcha hoy algún partido de centro, aunque hay algún intento. Inicialmente, en UCD no pensamos en tanto, pensamos que habría dos grandes partidos centrales y que el espectro, en su conjunto, se ampliaría a la derecha y la izquierda. El espectro inicial era de cuatro partidos, con UCD, PSOE, AP y PCE. Después, al desmoronarse UCD, ya no sirvió, y evolucionó a otras vías.

-¿Por qué se hundió la UCD?

-UCD terminó cuando terminó. Yo no creí que fuera indefectible que desapareciera, e intenté seguir. Sin embargo, algunos creían que su papel era transitorio, sólo para un momento histórico. El ejemplo sería que una vez que terminamos el edificio se quitaban los andamios, pero yo también creía que se podía ocupar una de las plantas de ese edificio. La verdad es que no había un ambiente favorable. Se convirtió en una organización coyuntural, útil para el cambio, y se quedó en eso.

-¿Es cierto que el referéndum del 28-F en Andalucía dejó herida de muerte a UCD?

-Yo no voy a explicar ahora las circunstancias de aquel referéndum, lo que motivó la posición de UCD. Podemos pensar que el error fue convocar el referéndum. UCD lo convocó porque había un compromiso y porque pensaban que era muy difícil que saliera el sí. Yo era diputado por Jaén y advertí de que podía salir, lo dije en su momento. Hubo problemas internos... Al final se hizo el referéndum, pese a que estaba contraindicado.

-¿El PP de hoy es equiparable a un partido demócrata-cristiano?

-Yo creo que no. Esto ya se dijo de UCD. Pero constituimos UCD rechazando la identificación como Democracia Cristiana. Lo que sí se dijo es que podía tener un papel similar al de la DC en Alemania e Italia, donde eran partidos con ideología de síntesis, de amplio espectro. Ese papel, entre la derecha y la izquierda, lo cumplieron Adenauer y otros estadistas. En el PP puede haber personas que sintonicen con la Democracia Cristiana y encuentren ahí acomodo.

-¿Adolfo Suárez fue el gran artífice de la Transición?

-Fue el que presidió el equipo de Gobierno que la hizo posible.

-Usted era entonces ministro de Justicia. ¿Cómo desmontaron el régimen de Franco?

-Yo fui ministro de Justicia y tomé las decisiones que debía tomar. Yo me entendía con Suárez. Por simplificar, lo que se intentaba era ver cómo se convocaban elecciones generales y se abría un periodo constituyente semejante al contexto político de la Europa democrática. No íbamos a hacer ningún movimiento rupturista, ni menos aún revolucionario, tampoco un Gobierno provisional, sino un empalme por la vía del Derecho, jurídicamente. Siempre he actuado con fe en el Derecho.

-¿La Ley para la Reforma Política fue la clave?

-El Gobierno había asumido compromisos, como la amnistía, y convocar elecciones. La Ley para la Reforma Política era la octava ley fundamental. Se incrustaba en el núcleo de leyes fundamentales del Estado, pero con un efecto dislocador, para llegar a las elecciones con una situación de libertades. Fue muy importante el fervor con el que se votó en el referéndum. Aquel Gobierno, al que llamaban de jovencitos o penenes, sabía a dónde iba, a convocar elecciones, con el "habla, pueblo, habla".

-En la Transición funcionó el consenso. ¿Sigue siendo necesario?

-Cada momento es diferente. A partir de la Constitución, cambia el concepto histórico. Los países estables están instalados en el consenso sobre algunos temas básicos, como la política exterior, determinadas políticas, y en las situaciones de dificultad. No siempre hay que estar de acuerdo en todo, ni siempre en el enfrentamiento. Pero el interés general del país demanda no sólo que haya acuerdos, sino la percepción de que remamos en el mismo sentido en los grandes objetivos.

-¿Ha tenido la tentación de volver a la política?

-No he tenido ninguna tentación personal. Otra cosa es que haya sido sondeado, ya que peticiones para que volviera sí he tenido. Pertenezco a una generación que se preparó para el cambio, conscientes de que nuestra misión era llevar a España hasta las vías democráticas. Los tiempos históricos son relativos. Estuve en la política seis o siete años, pero fue como una carrera política de 25 años.

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