España

Balón de oxígeno para Rajoy

R. P.

El que competía aquel 21 de octubre de 2012 en las urnas no era sólo el aspirante a la reelección al frente de la Xunta de Galicia, también miraba de reojo desde Madrid porque también se la jugaba el presidente del Gobierno. Las elecciones autonómicas gallegas eran un plebiscito en toda regla para Mariano Rajoy, con los tambores de sus ajustes y del temido rescate redoblando sobre un candidato, Alberto Núñez-Feijóo, que no sólo le salvó los muebles sino que le puso casa ampliando la mayoría absoluta que había logrado tres años antes para dar carpetazo al bipartito de los socialistas con el BNG, un balón de oxígeno para el inquilino de La Moncloa que echaba sal a la herida de los socialistas, que perdían su antepenúltimo estandarte autonómico en Euskadi y certificaban su incapacidad para erigirse como alternativa cubiertos todavía con las cenizas del zapaterismo. 

El PP afianzaba su poder territorial y daba un serio revés al planteamiento de Ferraz de que el relevo en Galicia iba a escenificar el rechazo de la sociedad española a las políticas de Rajoy, abrumado para colmo por el vendaval soberanista catalán. Pero el tiro salió por la culata y el presidente del Gobierno se reveló como hábil administrador de los tiempos al aceptar la recomendación del Feijóo de adelantar unos comicios que le han encumbrado más allá de su tierra. Asfaltar con más kilómetros una mayoría absoluta (con tres diputados más) en plena borrasca de la crisis ratifica la condición de valor emergente de la política nacional de ese galleguista y reformista hecho a sí mismo. La infancia de Feijóo se desarrolló en una aldea de Orense y bien sabe lo que vale un peine. O un café, por recordar como el ex presidente Zapatero quedó en evidencia ante las cámaras hace unos años, cuando la bestia de la crisis empezaba a echar los colmillos.

Los medios gallegos tienen muy claro que, tarde o temprano, Núñez-Feijóo está llamado a la sucesión de Rajoy. Ambos comparten su amor al arte de la relativización, de tomarse las cosas con una calma que sus adversarios tachan de pacatería o indecisión, aunque el jefe de la Xunta ha ido adquiriendo con los años un poderío que le da cierto ascendente entre el resto de barones del PP. Con personalidad, se ha desmarcado de algunos de los recortes del Gobierno central y se ha negado a llevarlos a cabo en Galicia, como se visualizó con el recurso de inconstitucionalidad que presentó la Xunta contra la decisión del Gobierno de suprimir las primas a las energías renovables. O en sus diferencias con ministros como Ruiz-Gallardón, Montoro o Pastor a propósito, respectivamente, de las tasas judiciales, la financiación autonómica y la llegada del AVE.

En todo caso, son unas "discrepancias cordiales" que no nublan la imagen de Núñez-Feijóo de hombre fiel al líder y siempre dispuesto a echarle una mano. Quién sabe si un buen día al cuello.

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