Beatriz Cazurro | Psicoterapeuta y formadora

"No trabajamos la educación emocional con la profundidad que deberíamos"

Beatriz Cazurro

Beatriz Cazurro / Manu Sevillano

Beatriz Cazurro tiene un máster en Psicoterapia con Niños y Adolescentes, ha cursado especializaciones en apego y trauma con expertos nacionales e internacionales y creado campañas virales como En sus zapatos y Children Too por los derechos de la infancia. Acaba de publicar Los niños que fuimos, los padres que somos (Planeta), donde explica cómo nuestras experiencias influyen en cómo educamos a nuestros hijos.

-¿Cómo ha cambiado la crianza?

-Ahora hay mucha más información y consciencia sobre ciertas cosas que antes estaban muy normalizadas. Empezamos a plantearnos que la manera de tratar a los niños quizás sea importante, aunque en lo profundo seguimos con muchos mecanismos de control y mucha dificultad para escuchar.

-¿Cómo condiciona la educación que hemos recibido nuestra forma de ejercer la crianza?

-Nuestra infancia y la manera en que nos han tratado nos condicionan de muchísimas maneras, pero incluso a nivel neurobiológico, el tipo de estímulos a los que reacciones, la manera de relacionarnos... Con todo eso generamos una forma de conocernos y desde ahí partimos para cuidar a nuestros hijos. La llegada de un niño despierta sensaciones que a lo mejor ni siquiera sabíamos que estaban ahí y nos vemos con reacciones en las que no nos reconocemos, con interpretaciones incluso malévolas de por qué se comportan así.

-¿Es la salud mental una asignatura pendiente?

-Totalmente. Cada vez hay más conciencia de que la salud mental, igual que la crianza, es importante, pero la seguimos tratando como algo aislado, individual, y la salud mental tiene que ver con las relaciones que teníamos de pequeños. Por ejemplo, el porcentaje de sintomatología ansiosa-depresiva, drogodependencia, trastornos de la conducta alimentaria..., aumentan mucho cuando no hay buenos tratos en la infancia. Pero también en las relaciones en lo social: la salud mental depende de que la sociedad entienda cómo nos construimos, las relaciones que tenemos, y que pueda responder a esas necesidades.

"Darle la responsabilidad de saber dónde está el límite a un chaval de 13 años es un peso que no puede asumir"

-¿Cómo afecta el estrés a los menores?

-Hay un nivel de estrés que está bien. Cuando nos enfrentamos a retos para los que estamos preparados, este estrés de conseguir algo un poco difícil es bueno para el crecimiento. Con cero estrés no creceríamos. El problema es cuando tenemos un estrés que va más allá de lo que podemos tolerar. Eso hace que aparezcan malos comportamientos e incluso sintomatología física.

-¿En qué consiste la teoría del apego?

-Habla sobre todo de que los seres humanos tienen una necesidad de vincularse. Los vínculos son una necesidad para la supervivencia. Así, lo que van a hacer los bebés desde pequeños es adaptarse de la mejor manera que puedan a su entorno. En el primer momento, generalmente es la mamá. Es tan importante el vínculo que se desarrolla con esa primera figura de apego que va a generar una huella cerebral y, a partir de ahí, una manera de procesar la información que les llega del mundo.

-¿Menospreciamos la educación emocional?

-Ahora se habla más de ella, se toma consciencia, empezamos a ver que es importante, pero la intentamos separar de las relaciones. Podemos enseñar a un niño en una actividad que nos diga qué es lo que le pone triste, pero si luego cuando llora le decimos que es una tontería no estamos siendo coherentes. No creo que no se tenga en cuenta, sino que no entendemos la profundidad con la que se debería trabajar.

-Se ha pasado del autoritarismo a la permisividad. ¿Cómo afectan estos modelos a los menores?

-Autoritarismo y permisividad son dos caras de la misma moneda pero siguen sin estar ajustados a las necesidades de los menores, entonces no son una forma de buen trato, aunque surjan de una buena intención real.

-¿Es la maternidad la eterna cuestionada?

-Sigue habiendo muchísimo juicio y se ponen etiquetas. Hay madres malas, madres helicóptero, madres no sé cuanto... Me encuentro con muchísimas madres con ganas de aprender y mejorar y que se topan con sus propias limitaciones. Y no ayuda cuando la mirada del resto, en vez de ser de apoyo, va por el juicio y la exigencia.

-¿Cómo gestionar (bien) las pantallas?

-Depende de la edad. No es lo mismo con 0 años que con 16. Pero es importante tener en cuenta que se necesitan ciertos límites: cuando una persona no es capaz de ponerlos deben ser los padres y las madres quienes tienen que marcarlos. Es especialmente importante no utilizar las pantallas como regulador emocional. Hasta los 22 años, la parte del cerebro que controla la impulsividad no se termina de desarrollar y darle la responsabilidad a un chaval de 13 o 14 años para saber dónde está el límite, cuando además las pantallas están creadas para generar y querer más, es un peso enorme que no pueden asumir.

-Desmontas algunos mitos sobre la infancia. ¿Cuál hace más daño?

-El que está en la base de casi todo es el de que los niños no se enteran, que las cosas que les pasan son tonterías y no dejan huella, y a partir de ahí se van complementando con otras creencias. Es importante empezar a desmontar por ése, ver que son personas que sienten de la misma manera, con el "agravante" de que son dependientes, sin posibilidad de explicar lo que les pasa y sin los recursos para gestionarlo, lo que lo hace aún más angustiante.

-¿Qué debemos buscar al ponernos ante el espejo como padres?

-Sobre todo conocernos. No somos del todo conscientes de que llevamos nuestra infancia a cuestas, y entender que las sensaciones y reacciones que tenemos nos puede ayudar a ponernos en contexto y encontrar maneras de gestionarlo.

-¿Cuál es el mejor consejo para disfrutar de la crianza?

-Ponerlo en uno es demasiado. Para disfrutar de la crianza se necesitan apoyos y lugares donde desahogarse y recibir ayuda. Necesitamos un equipo; por eso hablo de la sociedad en general, de la familia extensa, porque si lo estás pasando mal y encima te tienes que sentir culpable porque no disfrutar me parece doble culpa.

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