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Jesús Ávila Granados | Periodista e investigador

“Los templarios eran partidarios del ‘carpe diem’, de vivir el momento”

Jesús Ávila Granados.

Jesús Ávila Granados. / DS

Jesús Ávila Granados es un periodista y escritor granadino nacido en el Albaicín en 1950 que ha sentido desde siempre una especial atracción hacia lo insólito, lo mágico y lo esotérico, en un intento de desvelar la historia oculta que los libros de texto no se atreven a analizar o ignoran. Para escribir su último libro, ‘Los castillos templarios de España’ (editorial Nazarí), se ha dedicado a viajar por toda la geografía de nuestro país en busca de fortalezas que pertenecieron a esta Orden, que ha dado origen a tantas leyendas, la mayoría de ellas humillantes y fuera de todo crédito.

–Antes que nada, díganos quiénes eran los templarios.

–Inicialmente era una orden que estaba formada por nueve caballeros. Se trasladaron a Jerusalén en 1118 con la misión de cuidar los caminos para los peregrinos y protegerlos de asaltantes. El rey Balduino II los acogió y les entregó el segundo templo de Salomón. De ahí que se les conociera como Caballeros templarios. Estos nueve caballeros cumplirían los tres votos monacales: obediencia, pobreza y castidad. Después, de regreso a Francia, en el concilio de Troyes, la orden termina siendo reconocida por la Iglesia y su expansión fue enorme.

–¿Cuáles eran sus virtudes y cuáles sus defectos?

–Fueron mucho más que aquellos monjes guerreros que protegieron el camino santo hacia Jerusalén. Eran agudos observadores de los saberes orientales, y de ellos aprendieron el arte de observar las estrellas y guiarse por ellas. Cuando terminó su misión en Tierra Santa, aplicaron sus conocimientos a los primeros templos góticos que promovió san Bernardo de Claraval, su extraordinario mentor. Los templarios apostaban por el carpe diem (vivir el momento, con sensación de plenitud y bienestar); biendistinto al tempus fugit, lanzado por los sacerdotes cristianos con el miedo como moneda de cambio.

–Tengo entendido que esta Orden siempre ha estado cubierta de mucha leyenda y falsas historias.

–La leyenda surge, como es normal, a través del desconocimiento de algo, siendo la tradición popular, y, en el caso que nos ocupa, la dirigida desde los poderes fácticos, la que se preocupó en cargar de falsedades a la Orden. No es una casualidad que la mayoría de las leyendas que se han mantenido sobre los templarios son historias humillantes de descrédito.

–Casi todos tenemos en mente a un templario como a un monje que coge la espada, pero también había pastores o ganaderos.

–Sí. La Orden del Temple estaba formada por cuatro colectivos. Los caballeros eran los únicos que luchaban. Luego estaban los freires o monjes y los servidores, que eran los panaderos, molineros, ganaderos y campesinos. Por último, estaban los magos, que eran los alquimistas, médicos, ingenieros, etc.

–¿Cuántos castillos llegaron a tener los templarios en Europa?

–En todo el continente europeo, los templarios llegaron a tener más de 900 fortalezas, a las que debemos añadir 53 en Tierra Santa. Estos recintos estaban estrechamente relacionados entre sí, gracias al caballo templario, resultado del cruce entre la raza percherona y la árabe. España es el país que más tiene.

–En Andalucía hay cinco, ¿no? Dónde están.

–En efecto, en Andalucía he estudiado cinco fortalezas en las provincias de Huelva y Jaén, que se corresponden con territorios en los límites norte y occidental del antiguo Reino de Granada. Todas ellas de gran belleza espacial, poseedoras del característico triple recinto templario, envueltas en historias conmovedoras, elevadas en lugares estratégicos y sobre puntos de energía telúrica.

–Me imagino que muchos están en muy mal estado.

–Lamentablemente sí. Un elevado porcentaje de castillos están pidiendo a gritos una rápida y coherente restauración, porque sus muros amenazan ruina. Esta cuestión me ha hecho entristecer en más de una ocasión, al contemplar este estado, a pesar de contar, muchos de ellos, con una sobrecogedora historia.

–¿Con qué dificultades de ha encontrado usted a la hora de hacer esta recopilación de fortalezas.

–Ha sido todo un reto. Sería, además, difícil de cuantificar el peso del tiempo empleado en su realización. Pero estoy satisfecho cuando he comprobado gracias a este estudio algunos municipios van a cambiar el escudo del pueblo para añadir la cruz templaria.

–En Granada hay una comarca que se llama El Temple. ¿Tiene algo que ver con esta orden?

–Sí. El Temple es un territorio que debe su origen a la zona geográfica cedida por el monarca nazarí Ismail I, en 1318, a unos caballeros templarios que llegaron al Reino de Granada para colaborar con su defensa contra los cristianos, aportando a cambio sus conocimientos en estrategia militar, como pusieron de manifiesto en la batalla de Sierra Elvira en 1319.

–Dice usted en su libro que los templarios estaban exentos de pagar impuestos. ¿Eran unos privilegiados?

–Fue en 1172 cuando los templarios quedaron libres de cualquier jurisdicción episcopal. En lo terrenal, dependían de dos poderes: del pontífice, que residía primero en Roma, y después, en la ciudad de Aviñón, y del gran maestre templario, casi siempre instalado en Tierra Santa. Por lo tanto, el poder del comendador, como máximo responsable de la encomienda, era enorme.

–También se dice que los templarios no dejaron jamás que saliera a la luz las verdades que sostenían.

–En efecto, los templarios no dejaron jamás que saliera a la luz ninguna de las verdades que sostenían. Sólo difundían ideas de carácter social y político basadas en la solidaridad y el compañerismo entre los hombres.

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