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Ramiro Rivera. Cirujano cardiovascular

"El tren sólo paraba en El Puerto si viajaba Carrero"

  • Publica el libro 'Un extraño en la política' (Almuzara). Franco fue su paciente del 9 al 30 de julio de 1974. En su libro repasa esa etapa de su vida y otras muchas paradojas vividas por él.

Fue detenido con la acusación de comunista y durante 21 días (del 9 al 30 de julio de 1974) tuvo como paciente a Francisco Franco Bahamonde. Ramiro Rivera (Santiago de Calatrava, Jaén, 1932) repasa estas y otras muchas paradojas de su vida en el libro Un extraño en la política (Almuzara), con prólogo del ex ministro y editor Manuel Pimentel. Estudió en Inglaterra, Estados Unidos, Holanda y Canadá. Presidió en 1982 el Consejo General de Colegios Médicos. Seis hijos: Isabel (cardióloga, como él), María Eugenia, Beatriz, Coral, Ramiro y Belén. Doce nietos y Beatriz, una bisnieta de cuatro meses.

-¿Por qué no fue ministro de Sanidad?

-Por una razón muy clara. Yo era portavoz de Sanidad en el Congreso y dimití, me fui, algo insólito, porque estaba en contra de las transferencias de Sanidad a Galicia contra los criterios del Plan de Reordenación Sanitaria del Partido Popular. Fraga había ganado las elecciones gallegas y si no aceptaba las transferencias que le ofrecía el ministro García Vargas se quedaba sin presupuesto.

-Aquel 9 de julio de 1974 se le indigestaron los langostinos de Sanlúcar...

-Me los trajo una paciente de El Puerto. Esperaba una llamada de mi mujer desde El Escorial, pero fue para que me hiciera cargo de Francisco Franco. Mis relaciones con el marqués de Villaverde, su yerno, eran muy malas. Me presenté a jefe de servicio de Cirugía Coronaria de Sevilla y convenció al presidente de la Diputación de que no era necesaria para así beneficiar el centro especializado que él dirigía en Madrid, el Piramidón, el actual Ramón y Cajal.

-¿Qué hace el marqués en Filipinas cuando ingresan a Franco en julio de 1974?

-Estaba en la elección de Miss Universo.

-En su informe, dice que algunas patologías de Franco procedían de pescar y de ver la televisión.

-Se pasaba mucho tiempo viendo los partidos del Mundial de Alemania y la vena iliaca se le dobló.

-Si dicen que a Franco no le gustaba el fútbol...

-En aquella época se lo bebía. Me sorprendió la instalación de su dormitorio. Era miserable, impropio de un jefe de Estado.

-¿Cómo fueron sus relaciones con el ministro Ernest Lluch?

-No era médico. Era economista y ganó la cátedra siendo ministro. Era un ignorante y se sentía superior en su ignorancia.

-¿Qué cambió en su vida con Franco de paciente?

-Eran jornadas sin fin. Trabajaba con dos quirófanos, uno reservado para Franco, el otro para el resto. Empezó a sangrar como consecuencia de los anticoagulantes. Yo opiné que había un remedio médico para la tromboflebitis. El marqués de Villaverde reunió a todos los médicos y dijo que a ese señor, como él lo llamaba, no lo operaba nadie. Un mes después intervinieron a Nixon de lo mismo sin ningún riesgo. Cuando le dieron el alta nos citaron a todos los médicos para la despedida. Yo salí por la puerta falsa del hospital, donde me esperaba mi mujer para irnos un mes a Montpellier.

-¿Qué paciente vio?

-Estuve veintitantos días viéndolo tres veces al día, sentí impotencia de que no dijera prácticamente nada. Un hombre que iba a pasar a la Historia. Le preguntabas por las enfermeras y decía: son unos ángeles. El único que le sacó algo fue otro médico, Ricardo Franco. Le dijo que en Portugal, después de lo de abril, iba a correr mucha sangre. No lo creo, dijo Franco, los portugueses son muy cobardes. Y lo cierto es que esa Revolución del 25 de Abril no produjo ninguna muerte.

-¿El doctor Franco era pariente del Caudillo?

-No era familia. Era falangista, había montado guardia en el mitin del teatro de la Comedia de José Antonio. Y era antifranquista.

-Se llamaba igual que el director de cine que en 1975 estrenó la versión de Pascual Duarte...

-Era su padre. Al hijo, que era diabético juvenil, lo operé yo. Era un enamorado del trabajo, de la idea, de las películas. Olvidó el régimen y la medicación y murió muy pronto.

-Trabajó en Sevilla de 1961 a 1973. Desde el año de la riada del Tamarguillo al del atentado contra Carrero Blanco...

-Carrero veraneaba en El Puerto, donde sólo paraba el tren cuando viajaba el almirante. Yo aprovechaba para viajar con la familia. El día del atentado estaba yo firmando el contrato de profesor en la Universidad de Madrid. Nos llamaron y lo trajeron. Llegué a verlo vivo, en el sentido de latirle el corazón. El coche saltó a la iglesia donde íbamos a misa, frente a la embajada de Estados Unidos.

-¿Se sintió un extraño en la política?

-Fui de mítines con Fraga en la campaña del 89 por Barcelona, Zaragoza, Santander y Bilbao, donde las señoras se le acercaban diciendo: "Por Dios, que no me vea mi marido".

-¿Profeta en su tierra?

-En Jaén eran muy de Hernández Mancha y estar con Fraga puso a la gente en contra mía. En casi todos los pueblos había operado a alguien. En Chiclana de Segura, para halagarme, colocaron un retrato mío entre uno de Franco y otro de Blas Piñar.

-Lideró a los médicos españoles en 1982, el año que gana Felipe González.

-Un año después de irme del hospital, intervinieron a su suegro, era militar.

-Aprendió a leer en la guerra. Parece el personaje de una novela de Almudena Grandes...

-Caímos en el bando rojo, me dieron una bandera e iba diciendo UHP (Uníos Hermanos Proletarios).

-Es paisano de Juanito Valderrama...

-Me cita en las Memorias que le escribió Antonio Burgos. Y a mi padre, que le firmó el certificado de artista para excluirlo de ir al frente por artista.

-¿Presume de la calle que le pusieron en su pueblo?

-Santiago de Calatrava, mi pueblo, dio también un alcalde de Madrid, Juan Barranco. Un alcalde del PP de mi pueblo decía que yo en Madrid recibía a todo el mundo y Barranco no. Es que todo el pueblo iba al Ayuntamiento de Madrid a pedirle trabajo y estaba hasta la coronilla.

-¿En la familia alguien cogió el testigo?

-La mayor de los seis. La única que no nació en Sevilla. Yo estaba en Inglaterra, nació en Madrid y se crió con leche de la Seguridad Social inglesa. Por eso es la más bajita de todos. Con la leche daban un jugo de naranja con sabor adulterado para que los padres no lo mezclaran con ginebra.

-¿Conoció al doctor Christiaan Barnard?

-Sí. El mérito de los trasplantes era de Norman Shumway, pero en California la muerte legal estaba definida por la parada cardiaca, no muerte cerebral

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