Antonio Pampliega, periodista

"El secuestro nunca queda atrás, es una lección que no quiero olvidar"

Antonio Pampliega.

Antonio Pampliega.

-Diez meses secuestrado por Al Qaeda. ¿Se sobresalta con cualquier movimiento sospechoso?

-Sigo con mi trabajo de reportero y en casa me dicen si no entendí nada de lo que me pasó. El secuestro nunca queda atrás, me gusta decir que es una lección que no quiero olvidar. Es una experiencia traumática que me ha enseñado cómo era la vida antes y cómo la debo vivir. Si te lo tomas bien, te lleva por buen camino.

-¿Le hace pensar mejor todo cuando se encuentra en zonas de conflicto?

-Sí. Yo les cuento a mi equipo actual que si hubiera ido con ellos el otro Antonio verían a un descerebrado que se hubiera metido en la boca del lobo.

-Por su experiencia, ¿el mundo es realmente un lugar peligroso?

-El mundo es muy peligroso y tenemos la fortuna de vivir donde vivimos. En Europa, con estabilidad, con seguridad. Con mi equipo, viajamos a muchos países y venimos a demostrar la suerte que tenemos de vivir aquí. Tendremos nuestros problemas, pero son problemas de gente sin problemas. Acabo de llegar de Medellín, de adentrarnos en la narcocultura de los sicarios. Allí los jóvenes quieren ser el nuevo Pablo Escobar o el nuevo Popeye porque tienen hambre, no tienen oportunidades laborales. ¿Qué hacen las familias? Los convierten en narcotraficantes o en sicarios. Hablamos con un chico con 14 años que su primer asesinato lo cometió con 12, cuando mató a dos personas.

-¿Cómo vive ese joven?

-Es un sicario al mejor postor. Una persona sin remedio. Con 14 años has matado ya a seis personas y además te gusta lo que haces: porque ganas dinero, te compras anillos, es cómodo, ayudas a tu familia. Se llama Diego y tal vez dentro de cinco años estará en la cárcel o habrá muerto.

-¿Deberíamos entender que no vivimos en un país tercermundista, que no vivimos en un sistema tirano?

-Los que critican nuestro país deberían viajar más. Viajar a esos países y comprobar la suerte que tenemos en Occidente. Yo, que he pasado tanto tiempo en Siria, Afganistán, Iraq, sólo puedo dar las gracias por ser de aquí.

-¿La maldad es el resultado de un cúmulo de miserias?

-Nadie nace malo, ni nadie nace odiando a otra persona. Todo depende de las circunstancias de la vida. Yo he conocido a sirios al principio de la guerra y siete años después están con el ISIS, encantados con ser asesinos profesionales. Si a Diego, el de Medellín, lo crías en otro país, con 14 años lo que querría es jugar al fútbol.

-¿La locura es una excusa o realmente el entorno te vuelve loco?

-El entorno te arrastra. La locura se apodera de todo.

-¿Cuál diría que es el peor sitio para vivir del planeta?

-A mí me sorprendió que en lugares en apariencia apacibles como México lata una cultura de la violencia tan grande. Estuvimos en Los Cabos, que es un lugar paradisíaco, donde van turistas millonarios estadounidenses, y el año pasado asesinaron allí a más de 400 personas. Y de la manera más cruel, con los cadáveres desmembrados por las calles. Los sicarios de la droga te lo cuentan todo con una normalidad que te aterroriza, aunque si vas de turista y tal vez ni te enteras.

-¿La muerte se convierte en costumbre?

-Es una costumbre para mucha gente. Y otros que sobreviven mirando a otro lado.

-Con motivo del Mundial, ha emitido un reportaje sobre Rusia en Cuatro...

-Es un país muy complicado. En el fútbol, los ultras se han instalado la cultura de la violencia. Proceden de los años 80, cuando las bandas quedaban para pegarse a las afueras de los estadios. Tras la perestroika se acostumbraron a librar las batallas en los bosques. Algunos son paramilitares, que han combatido en Chechenia o Ucrania, vinculados a los neonazis. Toda su violencia la implementan contra los rivales.

-¿Quienes son sus víctimas?

-Suelen librar batallas entre ellos, pero les encanta perseguir a los homosexuales y a los extranjeros más vulnerables. Entrevistamos a Sergei, un homosexual, que cuando le ven por las calles lo inflan a puñetazos. Ellos cuentan con la protección del sistema policial. Te dicen que cuando salen al extranjero no van borrachos, sino que responden con su violencia porque en Europa les odiamos, que odiamos a Rusia, y se defienden con las agresiones. Te remiten a la lucha comunista contra Hitler.

-¿Qué les dice a los que critican su trabajo por meterse en líos?

-Los periodistas que cubrimos zonas de conflicto somos los ojos de aquellos que no pueden ver y somos la voz de los que no pueden hablar. De no ser por nosotros no se conocerían la dimensión de las tragedias y no sabríamos de qué manera nos pueden afectar esas guerras, cómo nos llegan los atentados yihadistas. Es acercar una realidad y explicar de dónde vienen las consecuencias, como la huida de millones de inmigrantes.

-¿Podríamos vernos arrastrados en España a una situación de caos?

-Lo veo muy difícil. Pero pongo el ejemplo de Ucrania, donde mueren cada año 10.000 personas por los conflictos políticos y fronterizos, como en Donetz. En Cataluña hemos tenido suerte. Con víctimas en la calle no sabríamos en qué situación estaríamos.

-Tenemos buenos vecinos, no como Ucrania con Rusia.

-Francia también tiene sus problemas. Lo que me preocupan son las bolsas de pobreza de inmigrantes donde captan los yihadistas. Ahí está nuestro mayor peligro.

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