Cristina Morató | Escritora

"Quien diga que no es necesario el feminismo o está ciego o viaja poco"

"Quien diga que no es necesario el feminismo o está ciego o viaja poco"

"Quien diga que no es necesario el feminismo o está ciego o viaja poco" / juan carlos vázquez

Cristina Morató (Barcelona, 1961) dejó el periodismo de guerra porque, antes de hacer la foto, intentaba ayuda a las víctimas. Lo que no ha dejado es el viaje y su afán por descubrir lo desconocido. Por eso ha revisado las vidas de cuatro mujeres archiconocidas -Rita Hayworth, Ava Gardner, Grace Kelly y Elizabeth Taylor- para sacar a la luz la realidad de cuatro mujeres con una biografía oculta. En Diosas de Hollywood (Plaza&Janes), Morató bucea en las vidas de estas cuatro mujeres, como antes hizo en las vidas de viajeras decimonónicas y de reinas ilustres.

-¿Quedan divas como las de Hollywood?

-Ya no quedan. No tienen el glamour de la época dorada de Hollywood. Pero hay divas. Madonna, por ejemplo, es una diva de la canción.

El público no podía saber cómo eran las actrices de Hollywood. Ahora sabemos qué opina Beyoncé"

-Igual es que tenemos a Liz Taylor muy idealizada.

-Sin duda. He intentado descubrir no tanto a la diosa, que ya sabemos cómo era, sino a la mujer de carne y hueso. Las cuatro eran mujeres, muy tímidas, muy vulnerables, muy inseguras y que detestaban ser tratadas como estrellas. La maquinaria del star system de Hollywood intentaba que fueran diosas dentro y fuera de la pantalla. Los departamentos de publicidad, que hacían muy bien su trabajo, ocultaban las debilidades y la vulnerabilidad de sus actrices.

-Por eso Rita Hayworth decía que los hombres se acostaban con Gilda y se despertaban con ella.

-Su imagen siempre fue un arma de doble filo. Hollywood las encasilló, sobre todo a Rita y a Ava, como sex symbols y cómo vampiresas en un tipo de papeles que detestaban. Eran deslumbrantes y se potenciaban sobre todo su fotogenia y su sexualidad. Ava Gardner también odiaba que la llamasen "el animal más hermoso del mundo". Grace Kelly detestaba que la encasillasen en papeles de rubia tonta y se negó a hacer algunos porque consideraba que eran humillantes. Y ya no hablemos de Elizabeth Taylor.

-¿Por qué?

-Fue una niña estrella. A los 13 años ya la coronaron como el rostro más hermoso de Hollywood. Tuvo que engordar ocho kilos, aparecer desaliñada y en un papel muy duro, como el que hizo en ¿Quién teme a Virginia Woolf?, para plantarle cara a los estudios y demostrar que, a pesar de ser hermosa, podía ser una gran actriz.

-Es, quizás, la única que salió ilesa del sistema.

-Fue una auténtica superviviente. Su vida privada estuvo marcada por las tragedias. Se casó en ocho ocasiones, repitió marido en dos, se quedó viuda muy joven de uno de sus grandes amores, el productor Mike Todd. Perdió muchos amigos víctimas del sida y su vida estuvo muy marcada por la mala salud. Fue la única famosa que llegó a reconocer, en su momento, que era adicta a las pastillas y al alcohol. Fue la única que no acabó arruinada. Ganó muchísimo dinero como empresaria, gracias a los perfumes que llevaban su nombre, que todavía hoy se siguen vendiendo.

-¿Las herederas de las diosas tienen estos mismos problemas?

-La diferencia es que no existían las redes sociales. El público no podía conocer cómo eran realmente. Ahora sabemos lo que opinan Beyoncé o Madonna. Las vemos en las redes sociales opinan y dan entrevistas.

-Aunque se ha centrado en el descubrimiento de estas mujeres, sus inicios son distintos. Comenzó como reportera de guerra.

-El bautismo de fuego me pilló muy joven. Tenía 20 años. Fue en Nicaragua, Honduras y El Salvador. Hice reportajes en los campamentos de refugiados salvadoreños y sobre la llegada de los sandinistas al poder. Fui muy osada y fui sola con mi cámara al hombro. Había visto muchas películas sobre reporteros de guerra y me encontré con una realidad muy distinta. Tiene muy poco de romántico. Es una profesión muy dura y, desde luego, yo no tenía estómago. Hacía una fotografía a un niño refugiado, y, si podía ayudar a la gente, dejaba la cámara y me ponía a ayudar. Un compañero me dijo que no servía. "Primero haz la foto y ayuda después", fue su frase. Descubrí que me encantaba viajar, que tenía capacidad de adaptación y que tenía una gran curiosidad por conocer mundo y otras culturas. Después volví a América Latina, pero haciendo reportajes de las mujeres en los países en vías de desarrollo, que ha sido mi temática.

-Hay una clasificación que coloca a España como el mejor país para que una mujer viaje sola.

-Los que hemos viajado mucho nos damos cuenta de lo que es vivir en España. Cuando empecé a viajar, no había países donde las mujeres tuviéramos un peligro específico por ir solas. Ahora la situación se ha vuelto más complicada. Yo he viajado mucho sola por México. Hay zonas donde ahora a lo mejor me jugaría la vida. Y ya no te cuento cómo está África. Aun así, yo sigo animando a las mujeres a viajar solas.

-¿Qué viaje le ha cambiado su visión del mundo?

-Quizás el descubrimiento de los países del África subsahariana. Viajé como cooperante, lo que me permitió vivir una larga temporada en el Zaire y Guinea Ecuatorial. El descubrimiento fue poder conocer a la mujer africana. La mujer en África es el motor del continente. De ellas recibí una gran lección.

-Habla de la importancia de la mujer en África en pleno debate sobre el feminismo en Occidente.

-Quien diga que no es necesario el feminismo y que existe igualdad entre el hombre y la mujer o está ciego o que ha viajado poco. Cómo no ser feminista cuando en el mundo se sigue traficando con mujeres, cuando ellas cobran menos por igual trabajo que ellos. Quien diga que no es necesario no tiene mucha idea de la realidad.

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