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Entrevistas

"Los nazis siguen alerta, tienen gente y están organizados"

-¿Todavía quedan nazis vivos en España?

-La mayoría murieron en los años 80 y 90. Hay algunos, como el Doctor Muerte, Aribert Heim, de los que no sabemos si aún viven y dónde. Me consta que en la costa de Levante aún queda algún nazi muy mayor de baja graduación.

-¿Y en la costa andaluza?

-También debe quedar alguno. Los nazis protagonistas de mi novela están inspirados en una pareja que vive, o vivía hace tres años, en la Costa del Sol.

-¿Cómo los descubrió?

-Por una foto publicada en un periódico de la colonia noruega en la costa. Hablaba de ellos como unas personas relevantes de su comunidad. Pero posteriormente fueron identificados por alguien que sabía quiénes eran.

-¿Y quiénes eran?

-No voy a decir sus nombres porque no quiero recibir más cartas de advertencia. Pero simbolizaban a todos aquellos nazis que se establecieron en España al terminar la Guerra Mundial y que se han hecho viejos sin que nadie les haya molestado.

-¿No se ocultaban?

-Digamos que tomaban ciertas precauciones, como la de no usar el teléfono de su casa, situada en una urbanización de lujo. Su apariencia era la de un par de personas mayores muy apacibles, como si no hubieran roto un plato en la vida.

-Pese a sus crímenes de guerra...

-Su impunidad fue explicable durante el franquismo, que los acogió. Lo chocante es que hayan seguido viviendo con total normalidad tras la llegada de la democracia.

-¿Qué la llevó a fijarse en los refugiados nazis?

-La raíz de todo este asunto está en un tiempo que pasé en la costa de Levante, en Denia, donde mi marido era catedrático de instituto. Allí te cruzabas con ellos por las calles.

-¿Formaban una gran colonia?

-Por allí pasó Martin Borgman, el brazo derecho de Hitler. También estuvo Johannes Bernhardt, al que Franco regaló una villa para agradecerle que favoreció su encuentro con Hitler. Y Anton Galler, responsable de una matanza en Italia, vivió allí con su mujer y están enterrados allí.

-¿Llegó a conocer a alguno de ellos?

-Recuerdo haber visto a un constructor, Gerald Bremen, que fue oficial de las SS. Otros llevaban una vida más discreta.

-¿Y dice que ha recibido amenazas?

-Yo hablo más bien de advertencias, en forma de cartas escritas en tono conminatorio. Lo curioso es que las cartas llegaron antes de que se publicara la novela. Esa reacción tan inmediata indica que siguen alerta, tienen gente y están organizados.

-¿Y qué dicen las cartas?

-Las menos comprometidas dicen cosas como "deja en paz a esos abuelitos". Hubo quien me exigió que le enviara el manuscrito de la novela para poder leerlo antes de que fuera "demasiado tarde". ¡Qué prepotencia!

-¿Qué ha aprendido escribiendo esta novela?

-Que los que cometieron horribles crímenes en los campos de concentración durante la II Guerra Mundial lo hicieron sin ningún sentimiento de culpa. Vivían bajo un sistema que les exoneraba.

-¿Con qué coartada?

-Calificaban a los prisioneros como "material humano". En esas dos palabras se resume su ideología, bajo la que se escondían el expolio, el saqueo y la aniquilación del ser humano.

-¿Su supuesta superioridad justificaba el expolio?

-Justificaban el expolio en el hecho de que no eran como ellos. Empezaban robándoles sus bienes: cuadros, casas, joyas. Después continuaban con la persona: los dientes, la piel… Experimentaban con ellos de una forma macabra.

-¡Y algunos prosiguieron sus vidas tan campantes!

-Lo que me llama la atención es la facilidad que han tenido para adaptarse a un mundo que no es el suyo y para considerar que lo que hicieron en los campos de concentración era un deber.

-¿Y las víctimas? ¿Qué fue de los supervivientes?

-Me conmueve el pudor con que hablan de aquello, casi un sentimiento de culpa porque ellos sobrevivieron y otros no, y de vergüenza por haber sido humillados. Quería reflejar, de una manera suave, que las víctimas se avergüenzan y los verdugos no.

-¿Sobre qué campos de concentración se ha documentado?

-Me basé en las declaraciones de víctimas de Mauthaussen, donde hubo entre siete y ocho mil prisioneros españoles, y de otros campos de concentración. En un sitio así la heroicidad es muy difícil.

-¿El nazismo sigue siendo una amenaza?

-La cuestión es que hay mucho nazi suelto, gente que asume la moral nazi. Suena fuerte decirlo, pero hay personas que aniquilarían al que les cae mal si tuvieran la cobertura social necesaria para hacerlo.

-¿Qué ha querido simbolizar con su novela?

-Estos nazis de los que hablo, que han muerto tranquilamente en sus camas y están enterrados en España, simbolizan a todos aquellos que, en los sectores que sean, logran escaparse sin pagar. En el mundo hay gente que abusa, que explota y se escabulle.

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