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José María Pou | Actor y director teatral

"En el teatro he hecho de todo, hasta barrer escenarios"

"En el teatro he hecho de todo, hasta barrer escenarios"

"En el teatro he hecho de todo, hasta barrer escenarios"

José María Pou (Mollet del Vallés, 1944) regresa a los escenarios en la piel de capitán Ahab, el personaje con el que Melville recreó la locura de la venganza en su inmortal Moby Dick. Con un currículum de cinco décadas ininterrumpidas que atesora todos los grandes premios de la escena española, muchos de cine e incluso de televisión y literatura, vuelve a cosechar grandes críticas con la última obra con la que recorre España. Además, a sus 74 años, sigue figurando en el reparto de las últimas películas que disfrutan del éxito de público, como El Reino, de Rodrigo Sorogoyen.

-Cuenta que con este Moby Dick le pasa algo que no le había ocurrido en 50 años de carrera: pierde de vista por completo el mundo en el escenario. ¿Qué tiene el capitán Ahab?

-Después de haber bregado en su día con personajes complicadísimos como Sócrates o el rey Lear, Ahab ha resultado más complejo y absorbente. Noto que pierdo de vista por completo el mundo, la función que está transcurriendo, que es lo que los actores no debemos olvidar nunca. En el momento del aplauso final es como si me despertara de una pesadilla que no he vivido yo mismo.

-¿Cómo definiría a Ahab?

-Esa concentración máxima que requiere, y no me la había exigido ningún personaje, es necesaria porque Ahab es extremo. Es un ser que, movido por un sentimiento de venganza, aparece con un grito brutal que le sale de las entrañas y toda la función cabalga sobre ese grito. Lo motiva la sed de venganza de la ballena que un viaje anterior se comió su pierna y lo dejó tullido.

"Muchos líderes enloquecidos han arrastrado a la desgracia a otros hombres por cumplir sus ambiciones”

-¿Qué lo hace un personaje actual, que aún fascina?

-Él ejemplifica de alguna manera cómo las emociones llevadas al extremo son perjudiciales: se pudren dentro de uno y pueden llevarlo a la locura. Pero hay una segunda lectura: Ahab es por encima de todo un egoísta, un loco desmesurado que por cumplir un deseo puramente personal es capaz de contratar a un montón de hombres y formar una tripulación para llevarla engañada a un viaje suicida. En esa decisión arrastra a un montón de hombres.

-Eso se puede extrapolar a alguna situación actual...

-Ahí puede ver quien quiera el paralelismo con una cantidad de líderes enloquecidos con sus ideas personales que han arrastrado a la desgracia o la guerra a otros muchos hombres simplemente por cumplir sus ambiciones personales. Cada espectador que saque la consecuencia que quiera y lo aplique al hecho que quiera, más o menos actual o no.

-A usted casi le llegó a costar la salud.

-Es un personaje que requiere una preparación física muy superior a cualquier otro, porque la hora y media que pasa en escena es casi como una carrera. Requiere una preparación atlética, de la voz y del cuerpo entero, porque camina con una pata de palo. Estrenamos el espectáculo con una prótesis maravillosa, pero al mes nos dimos cuenta de que me estaba perjudicando y me podía causar lesiones graves. Los médicos la desaconsejaron y la tuvimos que cambiar por otra más ligera y llevadera.

-Después de trabajar con Calixto Bieito, José María Flotats, Mario Gas, Pilar Miró, y ahora con Andrés Lima, ¿cuál le ha marcado más como actor?

-Uy, es muy difícil contestar, y no por quedar bien con todos. He tenido la suerte de trabajar con los grandes directores de España. Antes de ellos, lo hice con Adolfo Marsillach o José Luis Alonso. Cada uno en cada momento resultó decisivo pero Alonso fue fundamental porque, recién salido de la Escuela de Arte Dramático, los catorce primeros espectáculos de mi carrera los hice con él. Yo creo que eso es lo que me formó como actor.

-Ha sido director y responsable artístico de teatros como el Teatro Goya, el de La Latina y ahora Romea. ¿Del teatro hay alguna faceta que no haya tocado?

-Yo diría que en el teatro he hecho de todo, hasta barrer escenarios. Empecé como actor y llegó un momento en el que me convencieron para que debutara como director. Aunque no me había propuesto, no ya dirigir un teatro sino simplemente dirigir obras, he podido escoger programación y darles una personalidad. Además, he hecho también traducciones de teatro inglés y americano. Pero todo forma parte de mi vida de actor.

-Usted hablaba de sus sensaciones en el escenario, ¿cuáles son las sensaciones de esas bodas de oro en los escenarios?

-Me considero un ser privilegiado porque en esos cincuenta años no he estado ni un sólo día parado. Además he podido hacer un trabajo de muchísima calidad, con grandes textos y directores. La fortuna me ha sonreído y sería un mal nacido si no lo reconociera. Y eso te genera un conocimiento del oficio.

-Eso le permitirá también disfrutar más aún de su trabajo.

-Como persona, yo tengo también 50 años más de experiencia y soy un ser más rico y receptivo. Se pierde ímpetu pero se gana la sabiduría de los 74. Eso es fundamental para entender el personaje y contárselo a los demás.

-Usted que ha hecho también tanto cine y televisión. ¿Cómo ve el auge de las series? ¿Cree que es un boom pasajero?

-No, yo creo que es un cambio de esquema, el resultado de la propia evolución del mundo de la imagen y de la televisión. Me gusta mucho y creo que es un gran momento con una cantidad de trabajo enorme. Muchos se quejan porque ya no se lee tanto como antes, sin embargo se consumen muchas series de televisión y algunas muy interesantes por las historias que cuenta. Ahora hay bastantes series que están ayudando a entender el mundo y a entenderse a uno mismo tanto como puede hacerlo un buen libro.

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