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Virginia Rota | Fotógrafa

“La honestidad es fundamental antes de hacer una fotografía”

Virginia Rota.

Virginia Rota. / Javier Albiñana

En el currículum de Virginia Rota (Málaga, 1989) figura su licenciatura en Psicología, lo que tal vez explica la hondura emocional de sus imágenes. Autodidacta, la fotógrafa ha protagonizado exposiciones en medio mundo, de Río de Janeiro a Trieste, pasando por toda la geografía española, y cuenta con reconocimientos como el Premio Iberoamericano Nexofoto. Para su último proyecto, La pena negra, Rota retrató a personas que guardaban luto en la intimidad de sus casas. Tras su estreno en el Centro Andaluz de Fotografía, la muestra puede verse en el Ateneo de Málaga hasta el 31 de octubre.

–¿Qué busca en las personas a las que fotografía? ¿Tal vez su alma?

–En realidad no busco nada concreto cuando fotografío a alguien, porque la mayoría de las veces no conozco a mis modelos. Lo que me interesa es estar muy atenta y muy presente en el momento en que nos encontramos, aunque luego no volvamos a vernos. Si pongo toda mi atención, entre nosotros sucede algo muy fuerte que luego no existe más, aunque siempre queda algo de ese encuentro en el retrato, siempre que sea honesto.

–¿Cuál ha sido su trabajo más difícil, técnica y emocionalmente?

–Cualquier proyecto es difícil en la medida en que tienes dudas, si bien esto también lo hace interesante. Tal vez el más complejo haya sido La pena negra. Mientras lo hacía no era muy consciente, seguramente por la adrenalina; pero al salir de allí y ver las fotos, pensé “cómo hemos sido capaces de meternos así en la casa de la gente”. Lo difícil tenía que ver con la inaccesibilidad de la gente, con lo que significa entrar en su intimidad. A menudo salía llorando después de haber visto cómo quienes habían perdido a sus seres queridos se abrían en canal ante mí.

–¿No hay una paradoja entre esa intimidad preservada en el dolor y la querencia al exhibicionismo en plena era de Instagram?

–Sí, porque al final exhibes lo que quieres exhibir, lo que quieres que la gente piense de tu vida. Y luego, aparte, todos reservamos un hueco para nosotros solos, donde no dejamos entrar a nadie. En La pena negra he entrado hasta donde las personas retratadas me han dejado. Y si alguna vez he querido ir más allá, lo he hecho pidiendo permiso, con muchísimo respeto. En alguna ocasión he repetido el retrato porque al ver la primera toma comprendí que había que ir más allá para contar bien toda su historia, pero únicamente hasta donde querían abrirme las puertas.

–¿Toda fotografía es, inevitablemente, un autorretrato, por no decir un selfie?

–Yo detesto los autorretratos, aunque cuando empiezas a hacer fotografías es inevitable hacerte fotos a ti para ir probando, porque no siempre tienes a alguien a mano. Supongo que mi trabajo habla de mí, aunque no sea premeditado por mi parte. Evidentemente, nada de lo que quiero contar cuando hago una foto me es ajeno; tal vez no haya una relación directa entre lo que fotografío y yo misma, pero sí que hay una conexión con algo que me mueve. Aunque de ahí a hablar de autorretratos... no, no lo creo.

–¿Qué momento del proceso a la hora de hacer una foto somete a mayor control?

–Como te contaba antes, el momento en el que pongo más atención es el encuentro inicial, todo lo que sucede antes de hacer la foto. Ahí es donde procuro ser lo más honesta posible, porque es crucial ser honesta antes de hacer la foto, y estar abierta a conocer a la otra persona; y ahí espero que la otra persona esté abierta a conocer a mí. Esta libre disposición a conocer al otro, sin prejuicios, sin nada preconcebido, es lo que más me interesa de los retratos y también es lo más difícil. Una vez que estableces un vínculo, entonces puedes hacer el retrato. Y a partir de ahí todo es sencillo. La luz, los aspectos técnicos, todo viene dado si entablas una conexión con la persona retratada.

–Usted también ha fotografiado animales, y eso me sugiere esta pregunta: ¿la humanidad que respiran sus retratos procede del modelo, o es algo que crea la fotografía? Se lo pregunto porque sus animales parecen humanos.

–No, la humanidad está en cualquiera. Ni yo ni nadie tenemos el poder de humanizar. La gente está en el mundo y las cosas suceden. Luego, algunos nos dedicamos a mirar todo eso. Y por hacer esto, mirar, tenemos la obligación de prepararnos, de librarnos de nuestro ego y ponernos a total disposición de lo que vemos. Pero no, no creo que corresponda a nadie otorgar una cierta humanidad a cualquier otro. No hay herramientas para eso. Eso sí, a veces, como dices, fotografías a animales y parecen seres humanos. Pero esto tiene más que ver con nuestra percepción, con la tendencia a verlo todo como una naturaleza humana, como si fuésemos lo más importante o la única forma de vida en el universo.

–¿Ha descubierto ya el secreto de la luz?

–Con la luz me llevo muy bien. Me gusta. A menudo me preguntan sobre cómo hago el tratamiento de la luz, pero no lo sé, no tengo una respuesta técnica para eso. Suelo trabajar con la luz de manera muy instintiva. Supongo que detrás de eso hay muchas influencias de pintores, cineastas y fotógrafos que me gustan, pero tampoco pienso en influencias cuando estoy colocando la luz. No hago una mediación intelectual, empleo la luz natural y la luz artificial de una determinada manera y ya está, pero no sé explicar por qué.

–¿Qué fotografía le gustaría hacer?

–Quiero hacer retratos en vídeo. Me gusta mucho el trabajo de Bill Viola, pero él ya existe. No sé cómo hacerlo, pero lo haré.

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