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Entrevista | Sergio Ramírez

"Rusia es un tigre de papel en América latina. China sí ostenta un poder real"

Sergio Ramírez, en el decanato de la Facultad de Derecho.

Sergio Ramírez, en el decanato de la Facultad de Derecho. / Juan Carlos Muñoz

Sergio Ramírez -Premio Cervantes en 2017- acaba de llegar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla (US) para impartir una conferencia. Lo hace acompañado de su mujer. Lleva año y medio exiliado de su país, Nicaragua, donde en los años 80 ocupó el cargo de vicepresidente. En aquel entonces era compañero revolucionario de Daniel Ortega, actual presidente nicaragüense que, cuatro décadas después, lo ha acusado de promover el odio y la violencia, motivo por el cual no ha podido volver a su patria. 

El libro Tongolele no sabía bailar, basado en la represión de las revueltas de 2018, fue el desencadenante de este destierro que en septiembre dará sus frutos literarios en España. 

La entrevista se desarrolla en el decanato de la Facultad de Derecho, donde su responsable, Alfonso Castro, ha cedido gentilmente el espacio. Por la ventana entra una tenue luz de primavera. 

-Ha venido a Sevilla a hablar de Dictadura, Derecho y Literatura. ¿Son términos totalmente incompatibles?

-Están relacionados y a la vez son incompatibles. La experiencia de América latina demuestra que los regímenes de derecho han acabado convertidos por dictaduras, y de este desencuentro surge la atracción de la literatura por la política. La conciliación entre estado de derecho y ciudadanía nunca es atractiva para la literatura, pero sí la contradicción entre dictadura y democracia. 

-Hablando de historia. Usted también ha sido columnista en varios periódicos. ¿En el periodismo también hay mucho de imaginación, como en las novelas?

-El periodismo que yo respeto es el no imaginativo. Está la verdad que pretende comunicar una noticia y la imaginación que no tiene límites en una novela. Una noticia que miente es desleal al lector y una novela que no miente también es desleal al lector. 

-En alguna entrevista confesó que no le fascina la política, pero sí cómo se engendra el poder...

-Hay un tipo de novela en América latina sobre el dictador como figura mítica. Desde Tirano Banderas, que creó este género, hasta La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa. Yo diría que ese tema se encuentra ya agotado, aunque en literatura nada está acabado. Todo depende del estilo y la novedad que se aporten. Pero a mí lo que siempre me ha apasionado contar es cómo cambia la vida de la gente corriente en una dictadura: personas que son obligadas al exilio, mujeres viudas porque a sus maridos los mataron o murieron en la cárcel...

"Por el momento no hay posibilidad de que la democracia vuelva a Nicaragua. La dictadura está bien afianzada en las instituciones"

-Pongamos la mirada sobre su país, Nicaragua. ¿Hay visos de que la democracia llegue algún día o sigue siendo una quimera?

-Pues por el momento, yo diría que esa posibilidad no se baraja. La dictadura está bien afianzada en el control absoluto y férreo de las instituciones. También en el silencio que se impone sobre los ciudadanos, el exilio masivo, las cárceles llenas de dirigentes políticos... Pero tengo que decir que en política nunca hay nada escrito. Las situaciones pueden cambiar de la noche a la mañana. 

-¿Y cómo lleva este segundo exilio en plena madurez?

-Yo me cuido mucho del síndrome del exiliado, que siempre tiene un entusiasmo por cambios inminentes, cuando en realidad no los hay y, así, se acaba perdiendo la paciencia. 

-¿Qué queda de aquel revolucionario sandinista que derrotó la dictadura de Somoza?

-Pues me queda el ansia por la libertad y la justicia social, que yo pensé en mi juventud que se podían lograr por medio de una revolución armada, pero a la vuelta de mi vida me he encontrado que todo aquel esfuerzo y la sangre derramada por miles de jóvenes nicaragüenses sólo sirvieron para engendrar otra tiranía. Me queda esa angustia de pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Un proyecto hermoso, de sacrificio, llegó a servir de fundamento para otro tirano. 

-Menciona la palabra tirano. ¿Qué opinión le merece la guerra en Ucrania?

-Es un pueblo que se está defendiendo con uñas y dientes de una invasión tiránica, que se repite en la historia. No es la primera vez que Rusia ocupa territorios más allá de sus fronteras. Es un enfrentamiento crucial para occidente y el mundo. Hay mucho en juego en este conflicto. 

-Ya denunció en su día el poco apoyo que Rusia mostraba hacia lo que estaba pasando en su país...

-Siempre he dicho que el apoyo de Rusia a Ortega nunca ha sido tal, sólo en términos políticos, pero no económicos. Rusia, en verdad, es un tigre de papel en América latina. No es una gran potencia mundial que pueda jugar en varios escenarios. La guerra de Ucrania la va a dejar quebrada. Necesita miles de millones de euros y no tiene recursos suficientes para ello. Su economía es media, al tamaño de Italia. Por tanto, no puede sostener dictaduras como la de Nicaragua. China, por contra, sí ostenta un poder real. Ahora que Ortega ha abierto relaciones con esta potencia, sí queda demostrado que el gigante amarillo atesora ambiciones estratégicas en América latina. 

"Dentro de la infelicidad que un exilio supone, España me ha dado estabilidad y respaldo"

-¿Este segundo exilio ha dado ya sus frutos con una nueva obra?

-Sí. El 15 de septiembre saldrá a la luz, publicado por Alfaguara, un nuevo libro de cuentos, que se va a llamar Ese día cayó en domingo. Logré cerrarlo una vez que me estabilicé en Madrid, donde he retomado mi antigua rutina de escritor. Dentro de la infelicidad que un exilio supone, España me ha dado estabilidad y respaldo. 

-Usted ha hecho mucho por situar a Centroamérica en el mapa de la literatura...

-Se trata de un territorio que no es sencillo de entender en su individualidad. Cuando se habla de América latina se piensa en grandes países como México, Brasil, Argentina o Colombia, pero Centroamérica tiene una literatura muy relevante y cada vez obtiene mayor visibilidad. 

-Vayamos a su infancia. Fue operador de cine en Masatepe, su pueblo, a los 12 años. La idea narrativa siempre le ha venido de la imagen. ¿Alguna película que haya visto recientemente y recomiende?

-Drive my car, película japonesa de tres horas, una duración que ya no es muy común, pero que tiene cortes de gran profundidad. 

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