antonio enrique, Escritor

"No concibo la vida si no es para contarla"

"No concibo la vida si no es  para contarla"

"No concibo la vida si no es para contarla" / torcuato fandila

El escritor Antonio Enrique (Guadix 1953) acaba de publicar tres tomos con sus memorias: Los mamíferos extraños, Lectura de nubes en el cielo y Los días que paró el mundo. Ha sido profesor de Literatura en Úbeda, Durango, Ronda, Jerez de la Frontera y Guadix, donde se ha jubilado. Tiene escritos casi medio centenar de títulos y es considerado un escritor de culto. Escribe narrativa, poesía y ensayo. Fue impulsor de la llamada literatura de la Diferencia y dice que, más que vivir, le gusta más ver vivir.

-Acaba de publicar tres libros con sus memorias. ¿Tanto tiene que recordar?

-La memoria, eso sí que es un misterio. Se diría que tiene vida propia, ajena a la voluntad y a la mente. Es el laberinto de espejos del que nunca se sale, tal vez porque no tenga salida. De todas maneras, y atendiendo a su pregunta, sí, tenía mucho que recordar.

La lectura exige un estado anímico, una concentración y un retiro que no es para todos"

-Ha hecho usted un balance de su vida. ¿Le ha salido favorable?

-Es igual, porque ya es inmutable. Pero, si se refiere a eso de pretender ser la persona que deseaba, al menos he hecho lo posible. Deseaba leer y, casi tanto como leer, escribir. No conozco nada más satisfactorio. Lo de vivir, me temo que, al ser inevitable, se sobreentiende. Me gusta más ver vivir.

-¿Son la experiencia y la vejez las únicas que tienen derecho a recordar?

-Recordar proviene de "corazón", revivir pero a través del corazón. Y el corazón no tiene edad. Pero sí, parece que esto es un placer reservado a quienes tienen algo que contar. Y eso sí que es una desdicha, haber vivido y no tener nada que contar. ¿A eso llaman vivir?

-Usted pasa por ser un escritor muy prolífico… ¿Cuántos libros ha escrito hasta ahora?

-No soy grafómano, si a eso se refiere. Soy lento, maduro mucho antes de sentarme al escritorio; de hecho, tengo siempre la lamparilla mental encendida, aunque esté pensando en otra cosa. Y atiendo especialmente a lo que me digan los sueños. Cuarenta y cinco publicados.

-¿Y ha tirado alguno a la papelera?

-Sí. Rompí tres en mis inicios.

-También pasa por ser escritor de culto… de pocos lectores, pero de mucha calidad. ¿Es eso mejor que tener muchos y de mala calidad?

-Yo soy una persona comunicativa. En la calle me entiendo con todo el mundo. No escribo para nadie en concreto, pero soy consciente de que la lectura exige un estado anímico, una concentración y un retiro que no es para todos. Pero si para llegar a un público lector más amplio he de adular y complacer sus gustos más contrarios a mi modo de ser, ese empeño no es para mí.

-¿Escribe porque existe o existe porque escribe?

-No concibo la vida si no es para contarla. La vida exige un esfuerzo tan agotador que no se justifica si no es por este placer. De esto de vivir, que se encarguen otros.

-Muchas de sus obras son novelas en las que ha tenido que ver la historia. ¿Se escribe mejor teniendo un referente histórico?

-Indudablemente, al menos en mi caso. Requiere agotar las fuentes documentales, apurar bibliografía… Pero a partir de ahí se abre un mundo insospechado. Luego, el personaje es como si te fuera guiando. De alguna manera se trata de una conversación con los difuntos.

-Usted fue un creador del llamado Salón de Escritores Independientes… ¿Qué era y qué queda de ello?

-Fue idea de Gregorio Morales y estuve con él desde el primer al último momento. Consistió en una plataforma cívica libre e independiente de escritores de muy distinto signo, más del centenar, que abogábamos por una mayor decencia en los poderes públicos con el fin de que se abstuvieran de utilizar la literatura para hacer política partidista, y a este efecto denunciamos todo tipo de arbitrariedades, favoritismos y chanchullos por parte de escritores y gestores instalados en el poder. El tiempo dio la razón a que el estado de la cultura estaba gravemente corrompido. ¿Y qué queda? Poco más que el deber ético cumplido, con todas las torpezas y brusquedades que también cometimos.

-También organiza la llamada Aula Abentofail en Guadix, por la que han pasado numerosos e importantes escritores. Lo cuenta usted en sus memorias: Antonio Gala, Arturo Pérez Reverte, Juan Eslava Galán…

-Un aula de este tipo debiera haberla en cada pueblo de cierta importancia. Y su presupuesto es muy asumible. Para que funcione, es importante que dependa del Ayuntamiento y no de otra entidad provincial o autonómica, que sólo enredan y burocratizan, y que al coordinador se le garantice independencia absoluta, con o sin consejo asesor. Nosotros llevamos 20 años y 150 intervinientes de todas las ideologías y especialidades. Es muy grato, créame, ver cada viernes de final de mes a gentes de edades diversas y muy distinta condición armonizadas en torno a la poesía y el pensamiento, a veces temas candentes. Empezó siendo una plataforma ciudadana, un espacio de libertad entre vecinos, y vamos siendo un círculo de amistad, donde nadie sobra y todos son bienvenidos.

-Dedica un buen espacio en su último tomo a la pandemia… ¿Cómo piensa que saldremos de esta?

-No hay más que focalizar la atención y extremar los cuidados preventivos hacia las personas con riesgo. Y lo demás es echarle cojones, sin bajar la guardia de la prudencia. El miedo sí que es letal, pero para la economía. Salir vamos a salir. Mejores los que ya lo eran y peores quienes se dejan arrastrar por el conformismo gregario.

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