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Entrevistas

"Terminarán cantando a este paso los gladiadores del circo"

Mañana presenta en la localidad malagueña y "muy cabrerista" (según Elena Bermúdez, su mujer y representante) de Guaro su décimo octavo disco, Por los caminos del viento. Con la novedad de dos tangos. José Domínguez El Cabrero (Aznalcóllar, 1944) cantó en la Sorbona y sigue sacando sus cabras al campo.

-¿Le cogió en su pueblo el vertido tóxico de 1998 que envenenó el Guadiamar?

-Llegué a Valencina el verano anterior, en julio de 1997. Lo único que sé es que ese año estuvo lloviendo desde octubre a febrero.

-La cabra se ha salvado de todas las plagas: fiebre aftosa, peste equina, lengua azul, gripe aviar...

-El enemigo de la cabra es que la leche es muy baja, me la están pagando a 55, 56 céntimos, y los granos muy caros. Y el poco espacio. Yo tenía cuatrocientas y quedan menos de cien. La cabra no es la oveja, no tiene subvención, hay que estar encima de ella.

-¿Por eso tiene que seguir cantando?

-Yo canto porque me gusta cantar. Cuando acabo de cantar, en vez de estar en el bar, me voy al campo.

-¿Son tiempos duros?

-A este paso terminarán cantando los que sean gladiadores del circo. Yo soy de izquierdas, pero no soy hombre de partido ni llevo el carnet en la boca.

-¿Se siente marginado?

-Ellos sabrán. Llevo más de veinte años apartado de la Bienal de Flamenco de Sevilla. No estoy en un libro que editó la Junta en el que sale hasta el último que sólo ha grabado un disco. Es mi lucha. Cuando empecé a actuar en los festivales de flamenco, me esperaban el último. Estaban en su apogeo Fosforito, Lebrijano y todo Jerez. A mí me daban tres o cuatro años de vida artística. Me consideraban un cantaor de la transición. Me hicieron la caja y se les ha quedado chica.

-¿Qué canta en este disco?

-Historias de los gauchos. Incluyo el tango Mi Buenos Aires querido. Me invitaron al festival internacional, pero no he ido por respeto. Sólo iría si fuera para cantar flamenco. Es una ambición muy falsa que yo vaya a la nación que es el tango.

-Es lo que tiene ser de Aznalcóllar e internacional...

-Una vez vino a mi casa Ornette Coleman, con Paco del Gastor, y quiso que fuera en su gira mundial, pero yo no le meto un saxo a una seguiriya. En París me entrevistó Frèderic Mitterrand, el hermano del que fue presidente. Me vio Claude Lelouch y quiso que trabajara en una película suya. Yo no soy actor.

-¿No le han dicho que se parece a Clint Eastwood?

-¡No me digas que Rubalcaba no se parece a Astarloa! En la cara, en las orejas. ¿Te acuerdas cuando decían que Clint Eastwood no valía? Es lo que dicen siempre los mediocres. Como le gustes a las mujeres, seas lo que seas, te acribillan por todos lados. No es un actor del corte de John Wayne, que era el empleado del cortijo con veinte hombres a su disposición.

-¿Qué aficiones tiene?

-Las cabras, el campo, la música. Yo no juego al golf, no juego a las bolas, no tiro piedras al río.

-No va a Argentina, pero sí conoce la otra América...

-Fue de gira con Peter Gabriel de Nueva York a San Francisco.

-¿Obama o McCain?

-Me cae más simpático el de la capa oscura. Las ovejas se están preguntando: ¿quién será nuestro pastor? El pastor es lo de menos. Detrás del pastor hay un dueño y un carnicero.

-¿Qué opina de la crisis?

-Que no entiendo cómo pueden estar pisoteando toneladas de tomates y de uvas, o tirando los panes, como en San Bartolomé de las Torres. Yo creía que cuando el hombre se hartara de comer se volvería más manso, más normal, menos violento, menos cizañero, menos estúpido. En esta sociedad remendona, después de harto no sabe lo que quiere.

-Cabrero, ¿nunca pensó protestar a la Academia de la Lengua por el uso peyorativo del resto de derivados de la palabra cabra?

-Tampoco sonaba bien lo de borrego, que me recuerda a la mili. La hice en 1966, aunque estuve más tiempo en el calabozo de aquel polvorín de la Sierra Cristóbal.

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