Nieves Rosales | Bailarina, coreógrafa, directora de Silencio Danza

“Ves un avión o un tren llenos pero el teatro no, es absurdo”

Nieves Rosales en el Conservatorio Superior de Danza de Málaga.

Nieves Rosales en el Conservatorio Superior de Danza de Málaga. / Javier Albiñana (Málaga)

En las condiciones más inciertas, la bailarina, coreógrafa y directora de Silencio Danza, Nieves Rosales (Málaga, 1981) prepara la primera década de su compañía. Para el Fest de Sevilla montará El Odio, sobre un texto de Raúl Cortés, que espera estrenar en noviembre. En Málaga quiere hacer una revisión de sus últimos ocho montajes, algunos como Retablo Incompleto, por el que recibió el Lorca y que le supuso un giro en su trayectoria. Seguir con la danza contemporánea pero trabajando más la interpretación es su próximo reto para seguir “en la búsqueda”.

–¿Por qué eligió el baile como forma de expresión?

–No recuerdo muy bien cuál fue la razón, pero sí una anécdota. Cuando tenía tres o cuatro años mi madre me llevó a la escuela de baile de mi tía, Carmen Ramírez. Primero le dije que no quería, que no me gustaba el baile. Pero empecé a ver a las niñas bailar y finalmente accedí. Desde los cuatro años a los 39 que voy a cumplir no he dejado de bailar nunca. Con 8 años quería ir al cole donde se baila, me refería al conservatorio. Ahí comenzó mi formación y no he dejado de estudiar, ni de bailar desde entonces.

–¿Cómo ha vivido entonces el confinamiento?

–Para mí ha sido muy, muy duro. Nunca había parado más de una semana de vacaciones y, aún así, siempre estaba en movimiento. No concibo mi vida sin la danza. Que pase un día sin que baile ni sienta mi cuerpo en la manera en la que lo llevo sintiendo 34 años se me hace un abismo. Aunque abro otras vías, otras formas de expresión como la dirección de escena, que es mi otra disciplina, la danza para mí es una manera de expresarme y una forma de vida.

–¿En qué momento estaba cuando llegó el encierro?

–Teníamos funciones, estábamos con la gira de Contadoras de garbanzos y La ceremonia de la despedida y tuvimos que suspender. No pensábamos que se iba a alargar tanto. También lo hemos vivido con mucha incertidumbre. Este noviembre mi compañía, Silencio Danza, cumple 10 años y quería hacer una revisión de esta década, algo importante, pero no sabía cómo íbamos a salir de esta, en qué momento íbamos a poder retomar y cómo se podría hacer un estreno. Fueron sensaciones muy extrañas, un parón absoluto y sin visión de vuelta.

–¿Cuál es su perspectiva ahora?

–Ahora retomo funciones, reponemos Dido y Eneas en el Teatro Echegaray, y tenemos otras funciones de La Ceremonia de la Despedida. Eso a corto plazo. Después queremos estrenar un espectáculo nuevo, conmemorativo de esos diez años, en La Fundición de Sevilla dentro del Fest. Pero tampoco sabemos cómo va a estar todo de aquí a noviembre. Esperemos que no tengamos que volver a confinarnos y que estemos en una normalidad más cercana a la que teníamos antes, aunque todavía lo miro con mucha incredulidad.

La bailarina y coreógrafa es también docente del conservatorio. La bailarina y coreógrafa es también docente del conservatorio.

La bailarina y coreógrafa es también docente del conservatorio. / Javier Albiñana (Málaga)

–¿Les ha chocado las diferencias de distanciamiento social entre un patio de butacas y un bar?

–El sentimiento de enfado es bastante general. Ves fotos de un avión o del AVE con todos los asientos llenos pero en el teatro no, no lo entiendo, lo veo bastante absurdo. En los bares no se guardan distancias, la gente se reúne, se quitan las mascarillas y luego en el teatro el aforo tiene que ser tan reducido, da mucha pena.

"La danza necesita del público real, del contacto a nivel energético o se convierte en otra cosa”

–¿La conexión con el público es necesaria?

–Los artistas recibimos del público y el hecho de no poder tener una respuesta es muy difícil, te genera sensaciones rarísimas. Como público tendríamos que proyectar más cariño y calor para que llegue al escenario.

–¿Las artes escénicas se pueden concebir de una manera telematica?

–Durante el confinamiento se han llevado a cabo muchas iniciativas que tienen que ver con el teatro on line, la vídeo danza, y está bien, pero el teatro y la danza necesitan de la presencia. Si no se convierten en otra cosa, es lícito y se puede disfrutar, pero el hecho en sí de ir al teatro, encontrarte con los compañeros, de manera viva, eso te reporta unas sensaciones que no tienes en el salón de tu casa. Ha sido una buena labor por parte de la gente de la cultura, yo también he puesto mis obras en abierto, pero eso no exime de la necesidad del público real, del contacto a nivel energético, algo fundamental. Si no el teatro y la danza serían otra cosa.

–¿Qué medidas más urgentes se están pidiendo?

–Tengo suerte de compaginar la carrera artística con la docente y no he sentido tanto esa ausencia económica, pero las ayudas deben de mantenerse. Hay compañías y salas alternativas que no pueden abrir, no pueden ponerse en marcha porque con un 50% de aforo no se mantienen.

"No me permito hacer la guerrilla desde fuera, no me sentiría bien quejándome de que en mi país no se potencia la cultura si me voy"

–¿Les da envidia ver cómo se protege la cultura en otros países europeos?

–Muchísima y no solo ahora. Por ejemplo, en Francia se tiene la danza como parte de una disciplina educativa y formativa en los niños desde que son pequeños. Aquí no hay nada parecido. Compaginar la danza con el colegio y el instituto es tremendamente complicado, no dan facilidades. Cuando miro a ciertos países pienso lo atrás que estamos.

–¿No se ha planteado irse?

–No, no me permito hacer la guerrilla desde fuera. Podría irme y a veces se me ha planteado la ocasión, pero no me sentiría bien quejándome de que en mi país no se potencia la cultura y yo me voy fuera. Creo que la guerra hay que hacerla desde dentro, no he necesitado irme para desarrollarme, pero es verdad que lo haces casi a contracorriente. Estoy plenamente convencida de que tenia que quedarme y no me arrepiento.

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