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Miguel Gane | Poeta

“Mi regalo de Navidad era un plátano”

Miguel Gane.

Miguel Gane. / Belén Vargas.

Miguel Gane (George Mihaita Gane) nace en 1993 en Leresti, un pueblo de Los Cárpatos rumanos de apenas 5.000 habitantes. Con sólo 9 años, sus padres deciden emigrar a España en busca de “un futuro mejor”. De ahí parte su primera novela, Cuando seas mayor (Suma de letras). “No sabemos apenas nada de la inmigración de este lado de Europa”, explica este autor, que saltó a la fama en las redes sociales, donde tiene miles de seguidores, con poemas como Arde, un himno feminista. Su pasión por la literatura no le ha impedido graduarse en ADE y Derecho.

–¿Cómo ha conseguido ser un fenómeno de masas escribiendo poesía?

–Hay varios factores, pero el de las redes sociales es muy importante. El lenguaje que uso para dirigirme a los jóvenes se adapta muy bien a ellos y hablo sobre problemas que la gente de mi generación tiene en el día a día. Trato de bajar la poesía del altar en el que está para entregarla a la gente.

–Tiene un poco sublevados a los poetas clásicos.

–Siempre va a haber esa guerra en la literatura. Mucha gente teme a lo nuevo y lo critica. Y suele haber esos conflictos, esas riñas, pero es cuestión de tiempo que se vayan tranquilizando las aguas.

–¿Será el libro de papel algo residual?

–No. El día que deje de existir el libro de papel, la literatura estará medio muerta.

–Con Cuando seas mayor pasa a la novela y se ha servido de su propia historia.

–Quería hacer un libro que ilustrase muy bien cómo es la inmigración, que es una parte de mí y también de cinco millones de rumanos que emigraron para buscar una vida mejor, un futuro.

–¿Ha entendido ya la frase de su madre y que da título al libro: “Cuando seas mayor, lo entenderás”?

–Sí, con el tiempo, con las vivencias, entiendes por qué has dejado el pueblo para encontrar un futuro, una vida... Tenías que buscar agua caliente, un sitio donde dormir, una cama tranquila...

–Nace en la Rumanía pos-Ceaucescu. ¿Qué recuerdos tiene?

–Los plasmo en la primera parte del libro, donde intento dar respuesta a ese porqué de la inmigración. Dependiendo de la estación, son recuerdos diferentes: desde salir con mis amigos hasta ir a la montaña, bañarme en el río, el frío que pasábamos en invierno en el colegio...

–¿Y qué más recuerda?

–Desde eso hasta el regalo de Navidad, que era un plátano. Son cosas que marcan mucho. Tengo recuerdos muy idílicos y otros muy miserables.

–¿Cuánto tarda un país en recuperarse de la herida comunista?

–Rumanía sigue aún recuperándose, y a Ceaucescu lo asesinaron en 1989. Todavía quedan muchos resquicios, queda la gente que mató a Ceaucescu, que fue la que se puso después en el poder, que casualmente eran algunos de los que estaban con él en cargos muy altos: Roman, Iliescu...

–Suele ocurrir.

–En los pueblos, sobre todo, sigue habiendo resquicios de esa generación. Hablo muchas veces con mi abuelo, que tiene 86 años, y dice que echa de menos esa época, donde no tenían mucho pero estaban tranquilos. En realidad sí que pasaban cosas, pero no salían en la tele.

–Capítulo 45 de su libro: “Ser inmigrante era perder. Lo primero que me quitaron fue mi nombre”.

–Es bastante duro, porque cuando llegué me preguntaron cómo me llamaba y yo dije mi nombre real: George Mihaita Gane. Y mis compañeros no lo entendían, no sabían pronunciarlo y entonces mi nombre a partir de entonces fue Miguel, que es casi una traducción literal.

–Cuántas historias vividas.

–Si ya de por sí ser inmigrante es perder, o no sé sí perder, pero sí dejar atrás, ya esa nueva persona que se está creando en España tiene que responder a un nuevo nombre, tiene que aprender a jugar con otros niños, a tener nuevos amigos... Ser inmigrante te despoja de todo y luego tienes que volver a ponerte ropa y construir una vida.

–La primera palabra que aprende en español es “rumano”.

–Era una palabra que se repetía mucho. La escuchaba constantemente. Es casi una identidad. Te etiquetan. Ser rumano se decía casi en términos despectivos.

–No hay una buena imagen del pueblo rumano.

–De mi gente, los medios de comunicación sólo sacan las cosas malas y no las cosas buenas. También por eso he escrito este libro, por mostrar que hay más cosas detrás de los adjetivos que ya todos conocemos. La mayoría somos personas, como mi familia, que venimos aquí a trabajar, también los de la etnia gitana. Pero tristemente lo que sale en los medios no es la historia de una familia como la mía.

–A no ser que seas futbolista o deportista de élite.

–Claro, exactamente. Tienes que trascender un poco más para llamar la atención. Entiendo que las noticias malas generan muchos clics, pero esto afecta a mi gente. Cuando dices que eres rumano, la gente en España te cataloga. Es un poco mi guerra.

–Ansu Fati ha sido nacionalizado en tiempo récord.

–Conseguir una cita en Inmigración es una locura. Mi familia pasó por eso. Fui inmigrante ilegal durante unos años. Mis padres trataban de conseguir los papeles y fue una obsesión.

–¿Qué opina del auge de los partidos xenófobos en Europa?

–La vergüenza de Europa son los partidos xenófobos. En España, tenemos a Vox. Tristemente, el ser humano está condenado a olvidar el pasado, a la posesividad, al sentimiento de pertenencia, de esta tierra es mía y de nadie más.

–¿Cuál es la solución?

–Condenarlo, rogar para que haya más empatía, que no se use la inmigración para ganar votos, porque se está usando por parte de partidos políticos de la derecha española para ganar votos y para verlo sólo hay que leer sus declaraciones.

–¿Un discurso peligroso?

–Desgraciadamente, se usa el drama de millones de personas para las urnas y no sé si el futuro les va a perdonar. El presente, desde luego que no. Las declaraciones de un político en contra de mi gente y de los inmigrantes de este país que intentan buscarse la vida de manera sana y adaptada al entorno, no las voy a perdonar nunca. Me hacen daño. Es algo que tengo y debo criticar.

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