El Puerto

La dama y el alfil

Como en una partida de ajedrez la directora de Liverpool Tamzin Townsend mueve las dos únicas piezas de las que dispone con la sutileza propia de su condición femenina, y con el plus de saberse lideresa en la dirección de actores y actrices dentro de la escena actual española. El método Grönholm, Carnaval, Un Dios salvaje y Seis clases de baile en seis semanas entre otras, certifican el éxito que llama a la puerta de todo lo que dirige.

El autor neoyorquino Richard Alfieri, basándose en una experiencia parecida de su progenitora, sube a las tablas la relación de dos personas insoportables y complicadas que a través del baile se descubren y convierten su relación, en una historia de amor que los rescata de una soledad a la que la Dama y el Alfil de esta singular partida han llegado por caminos distintos.

Todos nos precipitamos en juzgar a los demás y no damos tiempo para decidir si algo nos gusta o no. Esta obra profundiza en esos aspectos de la vida y ayuda a que no dependamos el uno del otro en el seno de la pareja.

En este caso una dama de los escenarios como es Lola Herrera, da vida a la vieja profesora Lily, una vieja puñetera, viuda de un predicador de convicciones conservadoras que, envuelta en el maremágnum de sus muchas contradicciones vitales, encuentra como excusa el baile de salón para dar salida a sus miedos y carencias afectivas. La naturalidad de Lola, su amplio bagaje artístico y la armonía que desprende con su sola presencia, logran el equilibrio perfecto y a la vez necesario para una obra de estas características.

En el otro lado del tablero, el alfil televisivo Juanjo Artero, eterno verano azul, sorprende al espectador con registros desconocidos para el gran público, dando cuartelillo y oficio de actor que quiere serlo de verdad interpretando a Michael, profesor de baile a domicilio, envuelto en una espiral de desengaños amorosos y que fuera del armario se autodenomina como una loca de mal carácter.

Con un 'relájate, suéltate el pelo y hagamos de nuestros genitales un hecho público' abren al espectador el ventanal del amplio salón de sus vidas, y a través de tangos y valses con gasas blancas, pasan de la rabia al remordimiento intentando huir de sus pasados para no enloquecer. La gentifobia, el miedo a relacionarse con la gente logra el milagro de unir en el tiempo a estas dos almas gemelas.

Una escenografía brillante en donde la luz cálida consigue que el espectador se sienta cómodo sentado en su butaca, viendo como desnudan sus sustancias espirituales dos seres antisociales pero a la vez entrañables; con unos coordinados cambios de vestuario y proyecciones holográficas entre escena y escena que mantienen vivo el interés por lo que se está viendo, podemos estar más que satisfechos con la primera entrega de la temporada teatral en el Municipal portuense. El éxito de público así lo corrobora una vez más.

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