EL ESCULTOR IGNACIO LÓPEZ EN EL III CENTENARIO DE SU MUERTE (XXI)

Las tallas de Santa Ana y Santa Isabel

  • Las dos imágenes atribuidas al escultor Ignacio López se conservan en el retablo de la capilla del Santo Entierro

  • Destacan aspectos como el clasicismo y la serenidad de la composición

Las tallas de Santa Ana y Santa Isabel.

Las tallas de Santa Ana y Santa Isabel. / F.G.L.

En este artículo damos a conocer mejor un par de tallas de pequeño formato pero de gran interés artístico que se conservan en el retablo de la capilla del Santo Entierro y que atribuimos a Ignacio López, escultor residente en El Puerto durante cuarenta años cuya muerte conmemoramos en su tercer centenario.

Características comunes Las imágenes de Santa Ana maestra y Santa Isabel con San Juanito forman dos grupos independientes pero claramente simétricos en su composición: figuras principales sedentes y acompañadas a izquierda y derecha de sus respectivos hijos (la Virgen niña hoy falta junto a su madre). Con los cuatro personajes el escultor ha querido destacar la relación sentimental, psicológica y didáctica. Se trata de esculturas de bulto redondo talladas en madera de cedro policromada (encarnada y estofada) ahuecadas en su interior. Son de estilo barroco, escuela sevillana, atribuidas a Ignacio López y fechadas hacia 1700. Seguramente procedan del convento de san Agustín, donde aparecen citadas en el inventario redactado a raíz de la desamortización y tras su cierre pasarían a la Prioral.

Las tallas presentan serios deterioros como la falta de dedos y otras partes talladas

Las santas están representadas sentadas en sillones fraileros y vistiendo túnica y manto con numerosos, voluminosos y quebrados pliegues con labores polícromas en tonos rojizos, azules y dorados de motivos vegetales en su estofado. Ambas tienen aspecto de mujeres ancianas, con rostros muy realistas y arrugados que expresan serenidad, resignación y cierta melancolía, características potenciadas por la dureza de facciones y marcados perfiles, típicos en otras imágenes documentadas o atribuidas al mismo escultor. También tienen en común ambas imágenes su deficiente estado de conservación. Además de haber desaparecido la Virgen Niña que acompañaba a santa Ana, se aprecian serios deterioros como la falta de dedos y otras partes de volúmenes tallados, pérdida y abrasiones en múltiples fragmentos de encarnadura y estofado en la policromía de ambas.

Santa Ana. Santa Ana.

Santa Ana. / F.G.L.

Santa Ana maestraLa iconografía de la abuela del Señor elegida en este caso se corresponde con la Educación de la Virgen, es decir, Santa Ana sedente enseñando a leer o mostrando las Escrituras a María niña. Su postura contribuye al dinamismo en la figura: medio recostada en el brazo izquierdo del sillón, adelanta y gira el cuerpo hacia su derecha, en actitud de mostrar con la mano izquierda a la Virgen Niña, que aparecería erguida a su izquierda, un libro abierto sostenido con la diestra sobre su regazo. En él aún puede leerse la inscripción latina que alude a la profecía de Isaías recordada también por el evangelista Mateo relacionada con la promesa de la venida de un Salvador y que, traducida, reza así: “He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz a un Hijo y será invocado por el nombre de Enmanuel”. En su cabeza, cubierta de toca que resalta su senectud y condición de viudez (de san Joaquín), cabe destacar un rostro muy expresivo y dramático que refleja amargura anticipada.

Santa Isabel con San JuanitoEs un grupo escultórico de composición piramidal formado por la prima de María, sentada, con un cordero sobre su regazo y su hijo, Juan Bautista niño, de pie a su derecha en actitud de acariciar a éste. Santa Isabel está representada también como una mujer madura, casi anciana, significando que su maternidad fue tardía. Su hermosa cabeza se cubre de cabello recogido en un moño en la nuca y se corona con un nimbo circular, mientras un curioso sombrero cuelga por la espalda, posiblemente aludiendo a su estancia en el desierto al huir de la matanza decretada por Herodes o cierta condición de peregrina. Cuerpo y cabeza se inclinan y giran hacia abajo y derecha para observar al hijo, sobre cuya espalda apoya su brazo derecho en afán protector.

San Juanito, hijo de Isabel y Zacarías más conocido como Juan el Bautista, está representado en edad infantil (de ahí el apelativo cariñoso) vistiendo el típico sayo corto semejando piel de oveja (en occidente sustituye a la clásica de camello citada en Mt. 3,4.), aquí con labores de estofado y dejando al descubierto extremidades, parte del torso y hombro derecho. En cuanto al cordero, de grandes proporciones y policromía en tonos dorados, centra la composición al estar posado en el regazo de Isabel para convertirse en el principal atributo del Precursor porque se asocia al recuerdo de su conocida frase pronunciada al aproximarse Jesús para ser bautizado: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29). Lo más destacable del santo niño es su postura, confiriendo a la imagen mayor movimiento: erguido a la derecha de su madre, retrasa su pierna izquierda, avanza con la contraria, gira e inclina en una mayor aproximación al animal que acaricia apoyando un brazo sobre él para testimoniar su cariño.

Estilo y autoríaEs muy posible que el imaginero que tallara estas imágenes conociera los modelos de la escultura barroca sevillana de los años setenta del siglo XVII, al menos los que representan a Santa Ana maestra (la iconografía de su parienta Isabel es mucho más original y poco frecuente), tema muy demandado en el barroco como lo demuestran las tallas homónimas de Montañés, Mesa, Roldán y Ruiz Gijón, anteriores a la llegada e instalación de Ignacio López en El Puerto. Características como el clasicismo y serenidad de su composición, la solemnidad de las santas, el dinamismo y gestualidad de las figuras con el consiguiente juego de líneas, la dureza de facciones, la expresión adusta en consonancia con sus marcados rasgos faciales y la elocuencia de sus manos nos están hablando de un lenguaje típicamente barroco y, más concretamente, lopeciano. En el caso de la imagen de santa Ana, además, la vinculación con el magnífico grupo escultórico documentado de Ignacio López en la iglesia de Nuestra Señora de la Oliva de Lebrija, fechado en 1695, resulta evidente por su gran similitud. Todo ello nos permite atribuir estas imágenes a tan insigne escultor residente en El Puerto cerca de cuarenta años. En cuanto a su cronología, debieron ser talladas a fines del siglo XVII o en la primera década del siguiente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios