El Puerto / Crítica de Teatro

Perdón hijos, no era esto lo que queríamos

  • El Puerto inicia su temporada de otoño en el Teatro Municipal Pedro Muñoz Seca con aforo limitado y una exitosa función

Los actores Susi Sánchez y Joaquín Climent, durante la representación de 'Los Hijos'.

Los actores Susi Sánchez y Joaquín Climent, durante la representación de 'Los Hijos'.

Título: 'Los Hijos' (***).

Teatro Municipal Pedro Muñoz Seca. Fecha: 24 de Octubre de 2020. Aforo (Limitado): Completo. Autor: Lucy Kirkwood. Actores: Elena Irureta, Joaquín Climent y Susi Sánchez. Versión y Dirección: David Serrano.

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La ciudad de El Puerto de Santa María celebró este sábado la primera función del Ciclo Teatral de Otoño 2020, en el Teatro Municipal Pedro Muñoz Seca, con solo un tercio de los espectadores de su aforo, a causa de las medidas dictadas por Sanidad para evitar contagios del Covid 19.

La sala medio vacía parecía formar parte de la historia que veríamos sobre las tablas, Los Hijos, escrita por Lucy Kirkwood, que se desarrolla en un próximo futuro después de un accidente en una central nuclear que provoca una catástrofe.

La acción tiene lugar en una cabaña, no importa dónde, en la que viven, desde que ocurrió el desastre, Hazel y Robin, un matrimonio de científicos nucleares retirados que ocultan su temor en esa cabaña desprovista, durante gran parte del día, de electricidad. Su miedo les hace medir constantemente cualquier signo de radiación, sin embargo intentan mantener una apariencia de normalidad. Desde que ocurrió el accidente, el matrimonio vive tranquilamente en su casa. El hombre practica la agricultura cultivando un pequeño huerto mientras su mujer hace yoga y ambos mantienen contacto con su hija mayor Laurent y sus nietos.

Pero su mayor preocupación es soportar sobre sus conciencias, la sensación de que trabajaron en un lugar que causó un daño irreparable al planeta, a la Humanidad. El levantarse cada día sabiendo que el daño causado se pudo evitar, supone un cargo de conciencia, una responsabilidad, que les resulta difícil soportar.

En la función aparece también una amiga de ambos, Rose, física nuclear, a la que no veían desde hacía casi cuarenta años y que ha venido a visitarles. Su vida da un giro y se ven obligados a reflexionar sobre el impacto de sus vidas en las generaciones venideras, la herencia que les dejarán y el planeta en el que tendrán que respirar. Con su llegada comienzan a removerse los recuerdos, a reabrirse heridas que parecían cerradas. Esta es la situación que vemos en escena en un decorado muy logrado y eficaz con la ayuda de una magnífica iluminación y una música muy acertada.

En efecto, la escenografía diseñada por Mónica Boromello, nos transmite una inquietante sensación causada por el espacio creado, metálico y frío con espacios diáfanos. Una sobria escenografía, que transmite la frialdad del lugar en el que vive el matrimonio. La iluminación diseñada por Juan Gómez Cornejo, nos sumerge en una penumbra angustiosa que refleja el oscuro momento de sus vidas que están atravesando los personajes. Hay que destacar también el espacio sonoro creado por Sandra Vicente y que ayuda a conseguir esa sensación de misterio que impregna toda la obra.

La vida que lleva Rose (y las intenciones con las que viene de visita), hace que la pareja se replantee sus vidas, el impacto que su trabajo ha tenido en el mundo, y el legado que han dejado a los que vienen detrás. Ambos se reprochan el mundo que les están dejando a sus hijos, pero pese a todo, su amiga Rose continúa siendo optimista y pensando que aún estamos a tiempo de cambiar las cosas o de arreglarlas de alguna forma.

Este conflicto ya fue presentado en otras obras, tanto literarias, como teatrales o cinematográficas como por ejemplo en la película La Hora Final (On the beach), de 1959, una distopía que da mucho juego sobre ese futuro incierto de la Humanidad. Las conversaciones entre ambos personajes, en la función, mostrarán esa preocupación pero sobre todo se centrarán en la cuestión del grave problema ecológico que amenaza a la Humanidad.

El ambiente de la obra nos transmite en todo momento la sensación de encontrarnos en un lugar posapocalíptico que puede recordar a los barracones de los campos de refugiados.

La interpretación de los actores es acertada, destacando la de Elena Irureta que se encarga de cargar sobre su personaje el mayor peso de la función. Muchos espectadores se quejaron de una mala audición que impedía seguir con detenimiento todo el desarrollo de la interesante historia que nos estaban ofreciendo, no obstante, al finalizar la representación, el escaso público presente debido al aforo limitado premió con una prolongada ovación al elenco.

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